“Si estás dispuesto a convertirte en una versión diferente de ti mismo, puedes ir a cualquier parte”, decía la propia Taylor Swift en una entrevista con Rolling Stone, reflexionando sobre lo que deseaba para su próximo álbum. Esta intención terminaría por materializarse en lo que hoy conocemos como 1989. O, aplicando ya la justicia buscada por la artista, como 1989 (Taylor’s Version). La estadounidense ha tenido grandes hitos en su carrera, pero quizá este disco sea el más importante. Fue el abrazo definitivo al pop y, con esto, el álbum con el que empezaron a fijarse en torno a ella conceptos que elevaban su categoría a la de estrella internacional. Welcome to el gran disco pop de Taylor Swift.
La nueva Taylor Swift resultó ser una reina del pop
Taylor Swift venía de Red (2012), que no es exactamente un disco country, pero que todavía tenía coletazos del género que la aupó, por el que se hizo con su primer Grammy en la categoría del disco del año por Fearless (2008). Swift ya sabía que quería hacer algo diferente cuando se enfrentó a la primera fase de composición de su siguiente álbum; hay que destacar que la artista ha contado en más de una ocasión que el primer año suele ser de búsqueda de tono, del que salen descartes de canciones, y que en el segundo año nacen las que finalmente se quedan en los álbumes.
En busca de una nueva dirección
“Creo que el objetivo de este álbum es continuar con el cambio (ya visto en Red), y que nunca hay que cambiar de la misma manera”, decía en una gala de reconocimiento de la Nashville Songwriters Association International. La canción que abre 1989 es Welcome to New York, pop eléctrico con el que se daba la bienvenida a sí misma a la ciudad que nunca duerme. Es la mejor forma de empezar a resumir esto que le estaba pasando: adiós a Nashville (música country), hola Nueva York (hola pop).
Para este cambio, para este nuevo álbum, Taylor necesitaba colaborar con personas que le empujaran en la dirección deseada. “¿Cómo hago para escribir estas entradas de diario de formas que nunca haya escrito antes y con un fondo sonoro que nunca haya explorado antes?”, se preguntaba por entonces. Así que se rodeó de los mejores: Max Martin y Shellback. Pensad en cualquiera de las grandes figuras de la música pop de este siglo y encontraréis estos dos nombres asociados a alguna de sus canciones, probablemente las más exitosas. En el caso de Taylor y 1989, se encargaron de la producción de 9 temas y co-escribirían junto a la cantante otros 7. Son responsables en buena medida de los que se convirtieron en éxitos internacionales: Shake It Off, Blank Space o Wildest Dreams llevan su firma. También la de Taylor, siempre la de Taylor.
Hablemos de 23 millones de cifras
A día de hoy, este disco ha vendido más de 23 millones de copias en todo el mundo. Vendió cerca de 1,3 millones en su primera semana en Estados Unidos, rompiendo las primeras estimaciones, que situaban las ventas en torno a las 600.000 o 700.000 copias. 2014 fue un mal año para la industria musical, pero no fue un mal año para Taylor, cuyo 1989 se convirtió en el disco más vendido (por detrás de la banda sonora de Frozen) producido ese año.
Quizá tuvo que ver la guerra que por entonces tenía con Spotify, plataforma de la que retiró su música al considerar que los artistas recibían una cantidad irrisoria por la reproducción de sus canciones (no le faltaba razón). O comprabas el disco de Taylor (o recurrías a prácticas ilegales) o no tenías manera de escucharlo. Podría decirse que eso hizo algo, pero hoy en día, con toda la discografía de Taylor Swift en Spotify, Blank Space, el que quizá sea su mayor éxito, tiene 1.551.088.167 billones de reproducciones en la plataforma. 1989 fue un éxito, todavía lo sigue siendo, porque es un gran disco.
El mérito de Taylor Swift en 1989
Es cierto que Taylor Swift se rodeó de los mejores para encarar una nueva dirección sonora, y que en parte logró ese sonido gracias a ello, pero ni podemos ni queremos quitarle la práctica totalidad del método a una artista que, además, supo entender muy pronto cómo había de construirse una exitosa carrera al margen de lo musical.
Su dominio de las redes sociales está fuera de duda: ya desde su primer disco presionaba por tener cuidado y controlado su espacio en MySpace, consciente de la importancia de la cercanía con los seguidores. Durante la era de 1989, su presencia en redes sociales era constante y valiosa para sus fans, que ya se contaban por millones. En torno a ella ya se movían conceptos como “icono”, emociones como “obsesión” y empezó a sentenciarse aquello de que era la nueva “reina del pop”. También por entonces se pronunció esa famosa frase de “Taylor Swift es la industria musical” y desde luego no falta sentido.
En 1989, además de todo lo anterior, también Swift empezó a entender la importancia de la estética no solo en la cultura pop sino en las generaciones que llenaban sus conciertos, en todos los ámbitos de su vida. Taylor Swift nos tenía calados con eso de romantizar nuestras vidas, incluso aunque en 2014 todavía no lo tuviéramos definido con la precisión que tenemos ahora. La portada de este álbum era un sencilla polaroid, que se completaría con otras muchas imágenes semejantes que, además, nos acercaban a su figura. Si en torno a la artista se empezaban a manejar importantes conceptos, en torno a 1989 se arremolinaban otros tantos: esa polaroid, la ciudad de Nueva York, los vestidos vaporosos en los bosques, la nostalgia y al mismo tiempo el vibrar de la juventud. Taylor Swift siempre ha sabido cómo manejar, y de hecho ha manejado, las narrativas que van más allá de la música, pero solo porque sabe bien cómo crear esas narrativas, en primer lugar, en sus canciones.
Por encima de todo: una contadora de historias
Y ese es el gran mérito de Taylor Swift, después de todo. Que en 1989 se rodeó de los mejores productores de música pop, que supo manejar bien las armas complementarias de los artistas y que los enormes huecos que quedan tras todo lo anterior los llenó de buenas historias. Porque Swift es, ante todo, una narradora de historias.
Así que 1989 es un conjunto de canciones que hablan de lo que siempre ha hablado la artista: amor, desamor, juventud, emociones, cambios, nostalgia, decepciones, búsqueda de uno mismo. Este álbum tiene un buen puñado de sus mejores composiciones, empezando por la exitosa Blank Space, que es una canción pegadiza que apetece cantar y es, además, un canto irónico dedicado al personaje que la prensa sensacionalista creó a partir de su figura.
En fin: 1989 fue un éxito porque está lleno de éxitos, porque Taylor Swift supo tomar lo mejor que ya tenía y hacerlo evolucionar hacia la dirección que deseaba desde hace tiempo, sin dejar de ser fiel a sí misma e involucrándose con cada aspecto de su carrera. Por eso hoy, casi una década más tarde, podemos decir que 1989 es, por muchas razones, su gran disco (pop).