La década de 2010 puede recordarse por muchas razones seriéfilas. Fue el momento en que se estrenó Juego de Tronos, seguramente la ficción más seguida a nivel global de la historia de la televisión. También una noche de Halloween de 2010 llegaba a las pantallas The Walking Dead, convertida con el paso del tiempo en un fenómeno que doce años más tarde sigue teniendo recorrido. Otras series se despedían, como es el caso de Perdidos, para muchos la iniciadora de este fenómeno fan que nos ha traído aquí.
Pero estas líneas quieren poner el foco en el público juvenil. En muchos momentos anteriores, a través de muchas otras ficciones, se ha visto la audiencia joven entusiasmada frente a la pantalla. Gossip Girl se despedía en 2012 tras cinco años de éxitos. Sensación de vivir marcó el final del siglo XX mientras que Las chicas Gilmore marcaba los primeros años del XXI. Por no hablar del papel de Disney: Hannah Montana, Lizzie McGuire, Raven o Los magos de Waverly Place generaron un submundo adolescente también a nivel global. Y lo mejor estaba por llegar.
Adolescentes y series: el boom de 2010
Pero, de alguna manera, la década de 2010 fue diferente. Tal vez por el propio carácter de las series que se desarrollaron durante esos años, series donde continuamente sucedían cosas y donde los personajes, creados a partir de arquetipos de fácil empatía, se adueñaron de la atención del público. El surgimiento y la consolidación de las redes sociales y, por tanto, la posibilidad de conectar con otros espectadores que estaban sintiéndose de igual manera también explica esa explosión. La emisión de los capítulos con una frecuencia semanal, y no la obligatoriedad del maratón que hace que muchas series mueran pronto, también jugó a favor de la conversación. Así como del apego por esos personajes cuyas vidas, al final, seguías durante meses enteros. Hubo un fenómeno fan incontestable que tenía el foco puesto en diferentes productos que se retroalimentaban entre sí, porque compartían no solo público sino también intencionalidad, objetivos, maneras de ser.
Hay numerosos ejemplos que nacieron durante estos años y que siguen teniendo trayectoria. Por ejemplo, Riverdale, que se estrenó en enero de 2017 con la promesa de haber aprendido de sus predecesoras para replicar el éxito. Pero el éxito vivido esos años es difícilmente replicable, algo que se ha aprendido con el tiempo. Ese éxito estaba aquí, en estas 5 series adolescentes que terminaron por marcar la década de 2010.
Glee (2009 – 2015)
Creada por Ryan Murphy, junto con todo un equipo de especialistas en ficciones, Glee contó con seis temporadas y un total de 121 episodios. Es una de esas series que los espectadores recordarán con el cariño de quien vio lo que necesitaba ver en pantalla. Glee narra las aventuras y desventuras de un grupo de adolescentes que, sometidos a las presiones propias de un instituto estadounidense, deciden formar un coro estudiantil.
Si Glee tuvo el éxito que tuvo fue por dos razones que hoy pueden verse con claridad. En primer lugar, su desparpajo y su carisma, que le permitía no tomarse demasiado en serio a sí misma pero sí creer en todo lo que hacía. En segundo lugar, la diversidad de sus tramas y personajes, muchos pertenecientes a comunidades todavía marginadas, otros muchos explorando asuntos de gran interés para un público adolescente que pocas veces se había sentido tan representado. Glee marcó una época y por eso siempre será recordada.
Crónicas Vampíricas (2009 – 2017)

8 temporadas y 171 capítulos duró Crónicas Vampíricas, de la que posteriormente nació Los Originales, que se despidió un año más tarde con 5 temporadas y 92 capítulos. El público en general y el adolescente en particular adora los vampiros y las relaciones de todo tipo que estos pueden desarrollar con los humanos. Ese conflicto entre lo prohibido y lo deseado, entre la mortalidad y la inmortalidad, los conceptos que siempre han girado en torno a los seres de la noche y una gama de personajes de lo más variopinta explica el éxito de esta serie creada por Julie Plec.
Brujas y lobos se unieron también al reparto, pero las estrellas fueron Damon (Ian Somerhalder) y compañía. Crónicas Vampíricas terminó siendo, sobre todo, un drama romántico, pues se aprovechó bien de las idas y venidas propias de los primeros amores para generar un entramado de relaciones interconectadas entre las que no sabías por cuál decidirte. Durante ocho años ocupó las conversaciones en redes sociales y sus protagonistas las convenciones de ficción.
Pequeñas mentirosas (2010 – 2017)

A la altura de la anterior estuvo Pequeñas mentirosas. En ciertos sentidos, incluso, estuvo por encima. La ficción creada por I. Marlene King se estrenó en 2010, contó con 7 temporadas y 160 capítulos que mantuvieron en vilo al espectador. No vamos a engañarnos: hubo patinazos, cambios evidentes de decisión a última hora, incongruencias y tramas que se quedaron sin resolver. Pero todo esto también terminó formando parte de la magia de Pequeñas mentirosas, esa serie que unió a millones de personas en todo el mundo que solo querían saber. Saber quién, saber por qué, saber qué sería lo siguiente.
Pequeñas mentirosas conquistó con su aire de misterio, casi gótico, una estética bien planeada, unos giros de guion inesperados (muchas veces, en fin, inconsistentes) y una trama que nunca parecía desenredarse, más bien al contrario. Los personajes iban y venían, así como las relaciones, las muertes se sucedían y los misterios crecían. Siempre había algo más en Pequeñas mentirosas. Tanto que ha seguido dos caminos: Pequeñas mentirosas: perfeccionistas (2019) y Pequeñas mentirosas: pecado original (2022). El fenómeno fan que se dio en torno a Rosewood es difícilmente replicable.
Teen Wolf (2011 – 2017)

2017 fue un año aciago para el mundo de la televisión, pues con el final de Teen Wolf se ponía, precisamente, fin a una época dorada para las series juveniles. Si en Crónicas Vampíricas triunfaban los vampiros, en esta ficción de Jeff Davis lo hacían los hombres lobo. El reboot de Teen Wolf (De pelo en pecho), de 1985, acertó de lleno con el público juvenil necesitado de fantasía. Sus 6 temporadas y 100 capítulos así lo acreditan.
De Teen Wolf se pueden decir varias cosas positivas. Asienta el tono desde el primer capítulo y lo mantiene hasta el final, la trama es mucho más consistente que otras series de mismo formato y el reparto sabía bien lo que estaba haciendo (respetos para Dylan O’Brien cuando tuvo que ponerse en la piel de ese Stiles). Teen Wolf tuvo grandes temporadas y el mismo recibimiento en el público que ya aplaudía las dos anteriores. Ese público vivió, con este trío de oro, un periodo emocionante, y muy divertido.
Los 100 (2014 – 2020)

Los 100 fue la última en llegar y también la última en marcharse. En general, nació, creció y murió entre más sombras que las anteriores y cosechando muchas menos luces. A esta ficción, basada en los libros de Kass Morgan, le pesó demasiado los cambios de dirección y la sensación de que se iba quedando falta de ideas pero no de ganas de continuar. El público no siempre fue fiel a su manera de hacer las cosas y eso también tuvo consecuencias en su rendimiento final. Por eso su despedida fue, tal vez, la más deseada y también la más amarga. Concluyó tras 7 temporadas y 100 episodios.
Pero hay que darle al César lo que es del César. Durante sus tres primeras temporadas, Los 100 fue una serie que sabía perfectamente lo que era y lo que quería ser, y el resultado fueron tres temporadas fabulosas repletas de personajes a los que querer seguir. Exactamente lo mismo que sucedió con las anteriores. También como ocurrió con sus compañeras de década, Los 100 generó conversaciones y debates que no siempre fueron sanos, pero que dejaron a la vista cuestiones que iban más allá de la ficción. Fue otra grande de su tiempo y por eso, y por los caminos que abrió, será recordada.