Esta crítica de La casa del dragón 1×01 (Los Herederos del Dragón) es como la noche, es oscura y alberga horro… spoilers.
Hay series que vienen al mundo con mucha expectación, otras que lo hacen con una audiencia que ya tiene la ceja levantada y un tercer grupo a las que se aguarda con pereza. Esta nueva serie resulta una mezcla de los tres casos. Las temporadas finales de Juego de tronos, bajo la funesta batuta de Weiss y Benioff, generaron un desconcierto derivado en apatía. También enfado, por lo que cualquier producto del universo vendría con cierta reticencia para ser aceptado. Por otro lado quedan los más fans, quienes solo quieren más. Por suerte La casa del dragón 1×01, llamado Los Herederos del Dragón y dirigido por Miguel Sapochnik, parece que trae brotes son verdes.
Presentando al plantel de La casa del dragón

Como es lógico, lo primero que tiene que hacer una serie al estrenarse es presentar a sus personajes. La casa del dragón lo hace a lo largo de un episodio en el que, además, suceden hechos trascendentes. En todo caso, para empezar se da un prólogo fuerte. Con un esplendoroso Harrenhal de fondo, se cuenta cómo su padre llegó al poder. Jaehaerys I (Michael Carter) tuvo que elegir entre dos de sus nietos. Rhaenys (Eve Best) estaba por delante en la línea pero era mujer, por lo que finalmente fue Viserys (Paddy Considine) el elegido. La voz que lo explica es la de su hija, Rhaneyra (Milly Alcock), una de las protagonistas principales de la serie. Tanto ambientación como narración hace que se entre de lleno en una ficción ambientada poco menos de 200 años antes de Juego de tronos.
Después de una toma aérea en el que se puede admirar lo bien que luce Syrax, dragón de Rhaenyra, se conoce tanto a esta como a su mejor amiga, Alicent Hightower (Emily Carey). Además, es hija de la Mano del Rey, Otto Hightower (Rhys Ifans). De la misma edad, las muchachas cumplen los roles de rebelde y apocada respectivamente. A nivel de producción todo se ve correctamente realizado, a tono con el Poniente ya observado con anterioridad. La princesa, protegida siempre por ser Harrold Westerling (Graham McTavish), además visita a su embarazadísima madre, Aemma Arryn (Sian Brooke). Más de un fan se preguntará por qué parece tan Targaryen. La respuesta es que su madre era parte de esta última familia. En todo caso, ante las pretensiones de gloria marcial de la joven, la reina le explica lacónicamente que su campo de batalla es el paritorio. Este conflicto de intereses pinta que irá a largo.
El siguiente destino de la llamada «delicia del reino» es el Consejo Privado de Viserys I, donde sirve como copera. Allí el monarca despacha asuntos de estado con Corlys Velaryon (Steve Toussaint), Lord Lyonel Strong (Gavin Spokes), el Gran Maestre Mello (David Horovitch), Lord Lyman Beesbury (Bill Paterson) y Otto Hightower. Al asunto que comenta el valyrio en el sur, donde la Triarquía formada por las ciudades libres de Myr, Lys y Tyrosh están poniendo en jaque el comercio ponientí, es de los que traerá cola. También el poder que está acumulando el último de los grandes personajes que falta por aparecer, Daemon (Matt Smith). Impulsivo y canalla hasta la médula, es hermano del monarca y el heredero más viable en caso de que este perezca. Nadie está a gusto con esa idea, como es lógico. Ahora se dedica a crear a los capas doradas, la guardia de Desembarco del Rey.
Justicia a la tremenda

Lo de que Daemon va a su bola se comprueba fácilmente en su primera interacción en pantalla con Rhaenyra. Está sentado en un Trono de Hierro que luce tan amenazante como debería, lo que deja claro cómo se ve a sí mismo. En su conversación con la princesa se intuye que eso del incesto, tan de moda entre los Targaryen y la realeza en general, va a ser más que probable. Con todo, la joven es igual de chula que su tío y le recuerda que si tiene un hermano sus aspiraciones van a acabar a la altura del betún.
Entre conversaciones que muestran lo que se quieren Viserys y Aemma o la chupipandi que conforman Rhaenyra y Alicent, se da un toque de guion de gran interés. El trono ha hecho heridas al rey, un símbolo de ilegitimidad. Porque la explicación más fácil es esa, no que se trate de una silla hecha con espadas repletas de tétanos. Sea como fuere, Otto y el maestre señalan que mejor no decir nada, no vaya a ser que…
Sin embargo, el que la lía es el hermanísimo. Su flamante guardia urbana hace una redada en El Lecho de Pulgas que hubiese cuadrado a la perfección con música el Waiting for the worms de Pink Floyd o como parte de Juez Dreed. Aplicando mano dura, cogen a los cacos y les aplican penas basadas en el gore. ¿Robas? Pues te toca la saudita y adiós a tu mano. ¿Violador? Extirpación de gónadas por espadazo. ¿Matas? Cabezas al aire. Esta posición de juez, jurado y verdugo de los capas doradas es cuestionada por un Consejo Privado pero no tanto por el rey, que solo pide a Daemon que se contenga, porque la ley está ahí y hay que cumplirla. Nada que no se haya visto en cualquier peli de polis duros. Por otro lado, deja claro que el monarca es entre dialogante y pusilánime.
Too much drama in Desembarco del Rey city

Con la reina a punto de dar a luz, el rey decide montar un fiestón. Está convencido de que va a tener un crío y, por tanto, heredero, ya que posee la desgracia de los sueños proféticos. Así que toca un buen torneo. Daemon, con una armadura que práctica no es, descabalga a todo quisqui y pide el favor de la cándida Alicent. Mientras tanto, la reina rompe aguas. Lo que en un principio es todo felicidad acaba siendo un drama de grandes proporciones.
La pareja Velaryon, Rhaenys y Corlys, comentan que los caballeros que supuestamente son la flor y nata del reino son en realidad unos bárbaros violentos con dos dedos de frente. Daemon encuentra un rival a su altura, el desconocido ser Criston Cole (Fabien Frankel). Quedaos con el nombre.
Con un montaje en paralelo bien ejecutado, se puede ver la sangrienta lucha de los caballeros y unas escenas que dejan bastante peor cuerpo pese a ser menos evidentes. El niño viene de culo y hay que elegir entre salvar a la reina o al heredero. Daemon sigue perdiendo mientras Viserys decide que quiere más a su legado que a su mujer y da luz verde a la cesárea. Casi peor que contemplar como destrozan a la parturienta es observar como su esposo le comunica la decisión y ella intenta resistirse balbuceando. Daemon pierde y Cole logra el favor de Rhaenyra asentando una atracción que traerá futuros dramas. Abren a la reina en canal como si fuera un reflejo de María Isabel de Braganza, la consorte de Fernando VII a la que le hicieron lo mismo en el mundo real. Terrible, lo que habla muy bien de la producción.

Para mas inri, como era previsible, el bebé muere. Encima era un chico. Viserys está destrozado, ya que ha sacrificado a su amor en aras de su gobierno. Al final, ni lo uno ni la otro. El funeral es muy curioso y aporta un lore de fondo que se agradece, además de demostrar que Rhaenyra tiene en ocasiones más templanza que su padre. El «dracarys» que suelta tiene además un poquito de fan service.
De mal en peor para los Targaryen
Lo que para Viserys es el peor momento de su vida, para Daemon es una fiesta. Literalmente. Se le puede ver fornicando en un burdel donde suelta incendiarias proclamas sobre el hijo recién muerto de su hermano. Mysaria (Sonoya Mizuno), su prostituta de confianza, le aconseja demostrando quiénes son los psicólogos en los Siete Reinos.
Al tiempo, en la Fortaleza Roja cada uno vela sus intereses. Corlys ve una opción para su hijo Laenor (Matthew Carver), que podría adelantar a Daemon al ser este un capullo incontrolable. Otto Hightower trabaja a dos bandas. Por un lado, sobre Viserys a quien aconseja que sea Rhaenyra la heredera. Por otro, vistiendo a su hija de adulta para que visite al rey. La adolescente alucina un poco pero sabe qué le toca en la vida y se resigna. Emily Carey sabe muy bien cómo trasladar este disgusto del vástago, en esencia, prostituido por su progenitor. Para su suerte, el monarca se dedica a enseñarle su maqueta de la antigua Valyria, cual aficionado a las batallas de miniaturas.

Si algo caracteriza a Viserys es su propensión a tomar decisiones capaces de contrariar a todos. Por tanto, su heredera será Rhaenyra, que para eso es su hija primogénita. Otto se relame, imaginándose cómo su hija conquista al rey, tiene hijos y acaba de abuelo del futuro monarca. Corlys seguramente se pregunté por qué la princesa sí y su mujer no, pero, chato, así es el mundo. ¿Daemon? Para su desgracia su hermano se enteró de lo que dijo de su hijo así que le expulsa de la corte para que se vuelva con su esposa, Rhea Royce, y haga su trabajo en el Valle. Parece que el canallita favorito de La casa del dragón pasa en estéreo, porque además de a su dragón Caraxes en la partida se ve a Mysaria. La bestia parece rivalizar en poder con algunos de los dragones que conquistaron Poniente junto a Aegon.
Para acabar, queda una secuencia en la que trama y más fan service se entremezclan, lo que puede gustar o no. Viserys le cuenta a su heredera el secreto familiar: que Aegon el Conquistador tuvo visiones sobre la Larga Noche y dejó su profecía escrita en una daga. Sí, es la que usaron para intentar matar a Bran y la que portaba Arya en la escena más infame de las ocho temporadas de Juego de tronos. Estas visiones se llaman Canción de hielo y fuego, una decisión que seguramente haya venido del propio R.R. Martin. De este modo, esta información pasa de rey a rey, siendo una suerte de misión secreta y trascendental de los Targaryen hacer frente a ese horror invernal que vendrá del norte. Si simplemente hubieran sabido que basta un truco de feria para solucionar el asunto… pues le habían ahorrado un peso a la pobre Rhaenyra.
En general, la presentación de la primera temporada de la serie es satisfactoria. Los decorados y caracterizaciones hacen que se sepa que se está en el universo de Canción de hielo y fuego pero no en Juego de tronos, un reto no fácil pero superado con creces. A nivel argumental y de guion, se muestra sólida y con el toque suficiente de fan service. Por tanto, si La casa del dragón 1×01 es una muestra de lo que queda por venir, bienvenida sea la vuelta a Poniente.