Esta crítica contiene spoiler de Los anillos de poder 1×08 (Aliados). Si no queréis conocerlos, corred insensatos.
Todos los seguidores de la serie más ambiciosa de Amazon Prime, favorables o no a esta, sabía que en la última entrega se desvelarían la mar de misterios. En ese sentido Los anillos de poder 1×08, al mando de Wayne Yip y titulado Aliados, ha cumplido de sobra. No en vano, muestra la identidad del Señor Oscuro Sauron y otros personajes. Otra cosa no, pero revelaciones hay. Mas el estallido que supone esto solo funciona si se ha ido cocinando bien el asunto. La precuela de El señor de los anillos no lo ha hecho y por ello el capítulo se ha podido sentir más como un compromiso que como un momento de emoción.
Númenor, la única trama que no cierra

No es que no queden incógnitas en la historia que se narra en Eriador, Mordor o junto a los pelosos, pero todas ellas cierran la trama de la temporada. En cambio, Númenor lo hace en mucha menor medida. Con muy poco tiempo en pantalla, su estrategia es dejar abiertas puertas dentro o fuera de pantalla para dar un portazo. Quizá el motivo es que el interés estaba lejos de la isla con forma de estrella. Sin embargo, el resultado es que parece que sus escenas se han incorporado por obligación, queriendo nadar y guardar la ropa. Porque por ejemplo, los sureños ni han aparecido en pantalla y Adar tampoco.
Es de agradecer que una de las revelaciones del season finale de Los anillos de poder no haya sido descubrirnos que Isildur (Maxim Baldry) vive. Hubiese sido casi una mala broma y cuadra mejor narrativamente como adelanto de la segunda temporada o una escena para el inicio de la misma. Sea como fuere, Elendil (Lloyd Owen) y Miriel (Cynthia Addai-Robinson) tienen una conversación algo llana, punto a favor, en la que ambos se reafirman como Fieles. Deben cumplir su deber y aceptar que eso conllevará renuncias, pérdidas.
Mientras tanto, un Pharazôn (Trystan Gravelle) con cada vez más cara de golpista propone la creación de la tumba para un rey Palantir (Ken Blackburn) que está en las últimas. Eärien(Ema Horvath) es una de las aprendices elegidas para proponer un proyecto, lo que le da tiempo a solas con el monarca. Las ironías del destino han querido que tenga un calco de la escena final del octavo episodio de La casa del dragón. Cuidado si no lo has visto porque haremos spoilers del mismo.
En la mencionada entrega el rey de Poniente, moribundo por una enfermedad incurable, confunde a su esposa con su hija y le desvela una profecía secreta, lo que tendrá funestas consecuencias. Aquí, Palantir hace lo mismo con Eärien y le da acceso al palantir de Númenor, una piedra bruja que da visiones proféticas. ¿La diferencia entre ambas? Viserys Targaryen es construido poco a poco, con una evolución que abarca décadas y una interpretación soberbia por parte de Paddy Considine. Al actor Ken Blackburn no le han dado sin embargo oportunidad alguna de desarrollar a su monarca numenoreano. Ni la tendrá, pues al final acaba muriendo varias escenas después, el portazo antes referido. El resultado es que las secuencias hermanas están a años luz en cuanto a dramatismo y fuerza narrativa.
Los pelosos y el despiste

Vayan por delante varias apreciaciones antes de ahondar en la resolución de la trama de los pelosos, las místicas y el Extraño. No hay problema en que el lore de un universo se cambie en una adaptación si ayuda a que el conjunto crezca y cuadra dentro del mismo. R.R. Martin no dudó en alabar los cambios que generaron los guionistas de La casa del dragón y Paddy Considine en su Viserys, por ejemplo, reconociendo que hasta le dan ganas de reescribir el material original. Por otro, que Los anillos de poder 1×08 es el cierre de temporada y hay que tomar en cuenta el resto de la misma analizar lo que ocurre en él.
Así, el juego de despiste que ejecutan en torno al extraño (David Weyman) suena a trampa desde el principio. Que la identidad de Sauron, de la que se hablará más adelante, no fuera la que ha sido era más una esperanza que algo factible. El espectador acaba reconociendo tendencias y es difícil que cuele, porque llega demasiado pronto. Porque el cold opening del capítulo consiste en que las místicas se postran ante el hombre que cayó del cielo y revelan que su misión es despertarle como el Señor Oscuro que es.
Tras desvelar que a Sauron se le puso un velo para evitar que siguiera haciendo el mal, las criaturas confirman que vienen de Rhûn, del lejano este. El Extraño se resigna a su destino, una resistencia que confirma que no es quien ellas piensan y es atado mientras buscan la forma de hacerle recordar. En esta ocasión la escritura es correcta y da pie a un momento divertido.
Los pelosos plantean un torpe rescate, con la madre de Nori (Markella Kavenagh) imitando un búho y las dos místicas menos poderosas dejando solo al supuesto Señor Oscuro. Cuando se llega a pensar que de nuevo estamos ante otro acaso de estupidez aguda, resulta que el Extraño era la Moradora (Bridie Sisson). Esta ya había cambiado al comienzo del capítulo de una forma totalmente innecesaria, al hacerse pasar por Nori para atraer al maia.
Nos da en la nariz quién es el Extraño

Lo que sigue es una demostración de poder por parte de la Moradora y del Extraño, con los pelosos haciendo de Ewoks. Finalmente, gracias a la ayuda de los hobbits que le hacen ver que no es maligno, se desvela que él es un istar y ellas una suerte de espectros a los que destierra con un estallido luminoso. Sadoc (Lenny Henry) muere con el alba. La luz es un elemento muy correctamente usado, siguiendo la percepción que tenía Tolkien de la misma. Ya lo vieron así Peter Jackson e incluso Led Zeppelin.
Los choques con el lore de Tolkien son claros de aquí en adelante. Porque una frase del Extraño a Nori le señala inequívocamente como Gandalf. «In doubt, always follow your nose/En caso de duda, sigue siempre a tu olfato» le dice a la pelosa. Sí, lo mismo que le dice a Merry en Moria milenios después. Esto adelanta la llegada del istar, que significa «mago» o «sabio», en más de mil años con respecto a los libros.
Lo dicho, no es algo necesariamente negativo y puede ayudar a explicar mejor la tirria que le tenía Saruman, la que le llevó al lado oscuro. De momento, en la segunda temporada se verá su viaje al este junto a una Nori que se separa de Poppy (Megan Richards), que deja una bonita secuencia de despedida. Los pelosos han protagonizado una trama denostada por parte del fandom pero que narrativamente es la más sólida de Los anillos de poder, desde el primer episodio hasta este último. Las místicas, por su parte, aunque hayan vuelto «a la oscuridad de la que proceden» según Gandalf, puede que retornen. Sus chillidos nos han recordado a ciertas figuras con capa negra y han generado un misterio genuino, de lo poco bueno de esta temporada. Además, podrían ayudar a ahondar en el mundo invisible, algo más que necesario.

Galadriel, Halbrand y Sauron
¿Dónde está el acelerón mencionado en el título del artículo? Aquí está. La trama de Lindon/Eregion recibe un chute de nitroso digno de Toretto. Se espació en diferentes episodios el anuncio sobre la decadencia de los elfos, el descubrimiento del mithril, el origen del mismo y la negativa de los enanos a extraerlo. Pero en un solo episodio da tiempo a forjar los anillos de los elfos y todo lo que ello conlleva.
Resulta ciertamente torpe mencionar que el Extraño es Sauron para poner inmediatamente después a Galadriel (Morfydd Clark) a dudar de Halbrand (Charlie Vickers). Una frase de Celebrimbor (Charles Edwards) desencadena esta desconfianza y no ninguna de las otras señales largamente vistas. La primera, que un simple hombre sobreviva a seis días de cabalgar sin descanso mientras está moribundo. Por cierto, se abusa de las cámaras lentas en las transiciones a caballo. El hecho es que las dudas sobre si el hombre era el Señor Oscuro se sostenían en la nula percepción de su malignidad por parte de la elfa. Así, el cambio de parecer es demasiado brusco y forzado.
Sauron se quita la máscara

Las dotes de Halbrand como herrero van dando pie a momentos «Eureka» en los que manipula burdamente e Elrond (Robert Aramayo) y Celebrimbor para que le descubran como alear el mithril con metales menores. Porque esa idea, la de hacer una aleación, inconcebiblemente no se le ocurre al mayor maestro herrero con vida. «Es un regalo» dice el muchacho sureño, recontraconfirmando que es Sauron antes del clímax. No en vano, en la obra literaria de Tolkien, el personaje por el que se hizo pasar el maia caído para engañar a los elfos fue Annatar, el «señor de los regalos».
Todo esto ocurre tras lograr Elrond convencer a Gil-Galad (Benjamin Walker) de darles tres meses para realizar una última intentona de salvar a su raza. Otro agujero, pues en el estreno manda a Galadriel a Valinor porque todo está en paz y en cuestión de semanas no tiene tiempo ni para que le forjen una joya. Por cierto, qué poca es la sorpresa que encuentran el rey o el medio elfo de ver a la princesa noldor. En realidad es lógico, pues en Los anillos de poder la indisciplina siempre fue mayor en los elfos que en los orcos.
La elfa investiga y descubre que el linaje de los reyes del sur murió hace un milenio. ¿Nadie en su tierra era consciente de ello? Parece ser que no. Con todo, la revelación de Halbrand como Sauron, tomada de forma aislada, es satisfactoria. Otra vez, el problema es como se llega a ella. Sea como fuere, mejor apreciar lo positivo.
Ya como Sauron, Halbrand se mete en la mente de Galadriel para seducirla. En todos los sentidos. Intenta engañarle con la cara de su hermano, le propone matrimonio… Pero ella resiste la tentación, en una escena que remite directamente a la prueba a la que se somete junto a Frodo en La comunidad del anillo. Si lo de Palantir recordaba a Viserys en La casa del dragón, esto es puro Star Wars. Es el emperador tentando a Luke, es más todavía Kylo Ren intentando llevar al lado oscuro (y al altar) a Rey. Sin la fuerza del primero, que es al final la tentación de Cristo en el desierto, cae en el error de dar un cariz intrínsecamente romántico al momento como el segundo. En resumen, que la elfa le da calabazas. Lo que no sabemos es por qué, al fracasar, el maia no la mata.
Los tres anillos de poder, en tiempo récord

En otra casualidad digna de Ilúvatar, como tantas antes, Galadriel llega a Celebrimbor y Elrond antes de que forjen los, en principio, dos anillos que salven a la raza. Al final propone que sean tres, porque por lo visto es algo más equilibrado. No vamos a discutir sobre trinidades aquí. Pero el caso es que se pasa de no dar tiempo a hacer una corona, además de que Gil-Galad rechaza la idea porque sería demasiado poder en una sola cabeza, a poder hacer dos anillos en tres meses y, ahora, una terna en un momentín.
La clave que faltaba era que los metales con que alear el mithril deben ser purísimos, de Valinor. De esta forma, en una metáfora bastante literal, Galadriel deja atrás su pasado sacrificando un cuchillo. El capítulo compara esto con que Elendil crea que pierda un hijo, solo cabe resaltarlo. El caso es que todo rula y, en una secuencia que eso sí es realmente atractiva, forjan los anillos de los elfos.
Una temporada fallida que necesitará redimirse
Siendo directos, el guion de Los anillos de poder es de los peores que se han visto en superproducciones durante los últimos años. Lleno de lugares comunes, poco atento a conectar y usando diálogos absurdamente altivos, no ha alcanzado el nivel ya no esperado, sino de la decencia. La construcción de mundo y los cambios en el legendarium, salvo despertar al balrog de Moria, no es lo que se critica. De hecho, son añadidos hasta de gran interés. Ni la esplendorosa producción, con el culmen en Númenor del tercer episodio, ha compensado desbarates como el del sexto capítulo.
Lo mejor es que las tramas planteadas están cerradas, excepto el sur por completo y Númenor en parte. En la isla, la sucesión de Palantir marcará todos los sucesos, mientras que en Pelargir, Isildur deberá tener un papel importante. Además Galadriel ya no tiene excusa para seguir comportándose como un detective rebelde de los años ochenta, de esos que tenían un oficial al cargo al que le va a dar un infarto si se come un donut más.
El conflicto que pueda tener con Elrond debido al engaño al que la sometió Sauron es asimismo de interés. También saber si Celeborn volverá de comprar tabaco o tardará alguna temporada más. El viaje de Gandalf y Nori al este, por su parte, puede dar grandes momentos. En el lado oscuro queda la lucha de poder que pueda haber entre el Señor Oscuro y un Adar al que tampoco le han dado un minuto.
El bello plano que concluye la temporada, junto a una versión cantada del poema de los anillos, tiene que servir para apuntar hacia adelante. Para, por su propio bien, no mirar atrás, como hace Nori. Porque si hace como el indio de los Simpsons, la reacción seguramente sea la misma.