En el ecuador de su primera temporada la adaptación televisiva del videojuego de Naughty Dog da un salto. Conservando los elementos que hacían destacar a la serie de HBO anteriormente, The last of us 1×05 se suelta el pelo. Titulado Resistir y sobrevivir y dirigido por Jeremy Webb, cierra el paso por Kansas de Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsay) iniciado en el cuarto capítulo. Lo hace con muchos fuegos artificiales, con gran cantidad de drama y con la seguridad narrativa habitual.
Como en anteriores ocasiones, avisamos de que esta crítica está realizada desde la perspectiva de alguien que no ha jugado al videojuego.

Grises y pragmatismo en el apocalipsis
Mencionado por Kathleen (Melanie Lynskey) en muchas ocasiones, por fin puede conocerse a Henry (Lamar Johnson). Este colaboracionista de la FEDRA y su hermano Sam (Keivonn Montreal Woodard) serán aliados de la dupla protagonista en su intento de huir de Kansas City. La compañía les sienta bien tanto a Joel como a Ellie y sirve para consolidar la visión de grises que domina The last of us.
La historia de Henry es la de un traidor. Vendió al líder de la resistencia de Kansas, hermano de Kathleen, a cambio de una cura para la leucemia de su hermano sordo Sam. El relativismo moral queda reflejado como siempre en un Joel que entiende que en la supervivencia no siempre cabe hacer lo correcto.

En el otro lado, Kathleen y Perry (Jeffrey Pierce) son ejemplos tanto de pragmatismo como de irracionalidad. El hermano de la actual líder era una grandiosa persona, a tenor de lo que todos dicen de él. Pero sus ataduras morales le impidieron vencer a la FEDRA. Ella, sin embargo, no tiene esos límites. No es buena, sabe ser cruel y relativizar el valor de la vida humana lo suficiente como para ganar. Su segundo al mando y sus tropas lo saben. Por ello precisamente la apoyan.
Con todo, la sed de venganza también la lleva a actuar de forma irracional. Sabe que lo está haciendo, es consciente como la mayoría de la gente lo es en situaciones mentales similares. Le da igual. Un grave problema cuando eso supone pasar por alto amenazas que pueden acabar con todo.
Acción en gran formato
La solución para huir de Kansas del grupo perseguido es utilizar unos túneles subterráneos. Todo apunta a desastre pero sorprendentemente sale como la seda. Es en la superficie donde el cuarteto encuentra problemas. De esta forma se da inicio a la mayor secuencia de acción de The last of us hasta el momento. Nada que ver con la aparición de los chasqueadores en el segundo episodio. Todo es más grande.

Esta primera fase está bien ejecutada, creando tensión con recursos tipo «último momento». Una escaramuza entre personas en la que Kathleen demuestra una frialdad pasmosa. Haciendo buena su condición de adaptación, la secuencia recuerda a un videojuego en sus giros. Así, de repente la amenaza latente obviada por la líder rebelde se le vuelve en contra cuando cientos de infectados surgen del suelo.
El caos es tremendo y los efectos especiales brillan. Aunque es de noche se puede ver lo que ocurre, las coreografías por todos lados. Joel, desde una atalaya, va cubriendo a Ellie, Henry y Sam. Mientras tanto, Kathleen ve como un nuevo tipo de infectado, similar al bloater/gordinflón del juego, acaba con su colega Perry.
Asimismo, destacan los niños clickers. Recuerdan sobremanera a los chavales vampiros/zombies/mutados de The strain. Sus contorsiones e ira en el ataque dan una gran sensación de amenaza. En todo caso, los momentos de acción desembocan en un final de Kathleen bastante descafeinado. Por un lado, porque abusa del mencionado recurso de «último momento». Por otro, por ser tópico en exceso, error cometido innumerables veces por Los anillos de poder.
Soledad e ingenuidad en el mundo del Cordyceps
A lo largo del quinto capítulo de The last of us no solo hay cuestiones morales o acción de primera. También se puede contemplar la ingenuidad de Ellie de forma explícita. Tener a otro niño a su lado hace que la adolescente se deje llevar. Juega, lee cómics y, en definitiva, baja la guardia.

Cabe resaltar que el ritmo pausado y narrativo que ha habido desde el piloto sirve en este para jugar con los ritmos y pillar a contrapié al espectador. La mucha acción tras el plan casi exitoso de Henry es un cambio de tercio tan grande como la vuelta a lo íntimo con que cierra el capítulo.
Joel y Ellie parecen condenados a la soledad. El final de la segunda entrega, el arco autoconclusivo del tercero o este episodio inciden en ello. Porque resulta que a Sam le muerden. Ellie, más ingenua que nunca, trata de salvarlo aplicándoles su sangre en la herida. El resultado negativo provoca que Henry tenga que matar a su propio hermano infectado, con consecuencias todavía más dramáticas. Sin el único nexo que le quedaba con la humanidad, sin eso que le hacía seguir luchando, solo le queda la opción de asumir sus pecados y rendirse como lo hizo Judas.

De esta forma, el paso de Ellie y Joel por Kansas City solo ha generado desastres. Por maquiavélicos que fueran, los rebeldes han visto a su pequeño ejército diezmado. La ciudad se enfrenta al resurgir de los infectados y la escabechina se puede prever tremenda. Henry y Sam mueren. Al final, los protagonistas se quedan solos con ellos mismos y sus traumas. El «lo siento» que escribe la niña en la pizarrita de su amigo sordo, que deja en su tumba, es pura elocuencia.