La grabadora se enciende con un ligero zumbido. Tenemos a dos hombres en una habitación. Uno de ellos es un vampiro. El otro, un periodista humano. En el aire flota una realidad densa: una historia a punto de ser contada. A muchas personas les sonará el relato. Pensarán en un libro publicado en 1976 o en una película de 1994. Al fin y al cabo, la premisa es la misma. Daniel Molloy y el vampiro Louis de Pointe du Lac sentados en una habitación, dispuestos a documentar la vida de este último… solo que esta vez han pasado 49 años y no se encuentran en un cuchitril de San Francisco, sino en un rascacielos privado en Dubái.
Entrevista con el vampiro, en su formato serie, establece desde el principio que nos va a narrar la misma historia, pero desde un ángulo diferente. Daniel no es el chico ingenuo que sigue a un extraño que acaba de conocer en un bar, nublado por la juventud y el alcohol, hasta una habitación oscura. Casi medio siglo después, sabe que es capaz de hacer las preguntas adecuadas. De proyectar una mirada más profunda y laminada sobre la vida de Louis. Esta versión más curtida del periodista no se censurará en absoluto. No va a vacilar a la hora de hacer preguntas incómodas, interrumpir el relato, poner en duda la versión del entrevistado e incluso condenar sus actos. En este careo, es el vampiro quien corre el riesgo de quedar acorralado.

Verdad y reconciliación, el poder de una narración autoconsciente
La serie de AMC tiene una naturaleza muy meta por varios motivos. Para empezar, es difícil no identificarse con el papel de Molloy. Se trata de una mirada externa que conoce partes de la historia pero va descubriendo nuevos matices a medida que avanza la narración. Sus intervenciones colocan a Louis entre la espada y la pared, quien juzga y pone en evidencia la moralidad gris que acompaña la vida del vampiro. Además, hay una conversación subyacente que mantienen entrevistador y entrevistado a lo largo de los siete capítulos: la conversación acerca de cómo debe contarse una historia.
En la carta que recibe Daniel, Louis expresa el deseo de contarle sus vivencias al completo. Ambos concuerdan en que la primera entrevista dejó mucho que desear. Se formularon algunas preguntas equivocadas, la pasión contaminó las respuestas y había contradicciones en la propia narración. En cambio, esta nueva conversación se asienta sobre unas bases prometedoras: “truth and reconciliation/verdad y reconciliación”. Aún queda por ver si su discurso se reconciliará con la historia original.
Antes de extraer ninguna conclusión, debemos rebobinar las cintas hasta la primera pregunta: “Usted no siempre fue un vampiro, ¿verdad?”.
Diseccionando el relato de Louis y los vampiros de Nueva Orleans
Efectivamente, Louis no siempre fue un vampiro. En esta nueva versión, Jacob Anderson, conocido por encarnar a Gusano Gris en Juego de tronos, ofrece una interpretación impecable del protagonista. La serie da a conocer su origen y presenta a los que posiblemente sean tres de los vampiros más populares del universo de Anne Rice, aunque también nos hay lugar para algunas sorpresas. Pero no nos adelantemos. Se abre el telón, y aparece un joven Louis en Nueva Orleans.

La transformación de Louis
El protagonista de la serie es, probablemente, el personaje que más cambia respecto a la versión del libro. El Louis literario y fílmico era dueño de unas plantaciones en la Luisiana del siglo XVIII, con todo lo que eso conlleva. En la nueva versión, reconoce que la fortuna de su familia proviene de unas plantaciones manchadas con la sangre de gente como él. En otras palabras, la versión anterior era la de un propietario de esclavos, que se alimentaba de sus vidas en más de un sentido, mientras que en la serie se presenta a un Pointe du Lac negro. A pesar de que su patrimonio lo proteja, es dolorosamente consciente de la posición que se le asigna en sociedad.
El sesgo del racismo es uno de los elementos más interesantes que incorpora la serie. Louis podía haber sido interpretado por una persona racializada y que no afectase a la trama en absoluto. En lugar de eso, han decidido añadir una nueva capa al personaje que altera su forma de desenvolverse en el mundo, así como el mensaje que lanza la serie. En pleno siglo XXI, no hace falta ver una aldea de esclavos siendo masacrada ni empatizar con un esclavista. La novela original se publicó en un contexto diferente y no está de más actualizar ciertos valores que han quedado obsoletos, que herirían sensibilidades sin aportar ningún valor añadido.
De todas formas, el color de la piel no es el único rasgo de Louis que cambia respecto al libro. Probablemente a raíz de la discriminación a la que se ve sometido, el nuevo Louis se ve forzado a desarrollar un carácter resiliente, casi depredador, nunca visto hasta ahora. Dicha faceta territorial sale a la luz cuando golpea a su propio hermano en público porque sabe que si mostrase un ápice de debilidad no podría sobrevivir en un ambiente tan sumamente hostil hacia gente como él.

Si bien este Louis muestra una ferocidad renovada, a medida que avanza la entrevista se desentierran una serie de conflictos internos que parecen perseguirlo siempre, ya sea a través de páginas o de fotogramas. Puede que se manche las manos por cuestiones de supervivencia, incluso por ego, pero no deja de ser un individuo profundamente atormentado. Si en vida lo torturaban los asuntos familiares y el hecho de no encontrar su lugar en el mundo, una vez muerto se verá eternamente perseguido por el anhelo de conservar la humanidad, de aferrarse a su condición mortal. La condena del protagonista siempre será su admiración por la belleza y la fragilidad de un mundo del que ha sido irrevocablemente desterrado. Además, su religiosidad ahogada, obsesiva, está en continua disputa con sus negocios y su sexualidad reprimida.
Ese es otro melón. A diferencia de la película protagonizada por Brad Pitt y Tom Cruise, la versión de 2022 de Entrevista con el vampiro habla abiertamente de la orientación sexual de sus personajes. Aunque pueda parecer sorprendente por la época en la que se publicaron, en los libros originales prácticamente todos los vampiros son bisexuales. Además, muchos de ellos también son poliamorosos. En ese sentido, la serie es bastante fiel al material del que parte. En lo que respecta al Louis joven y religioso, en un principio se muestra culpa, autocensura y represión sexual, al menos hasta que llega…
…Lestat, el artista del caos al que amar y odiar a partes iguales
Lestat entra en escena de una forma que lo define a la perfección: por simple capricho. Simplemente sigue un instinto volátil, encandilado por la belleza de un joven al que ni siquiera conoce. Louis atrae al espectador a esta trampa cuando le dice a Molloy: “deja que la historia te seduzca tal y como él me sedujo a mí”.
¿Cómo no dejarse seducir por Lestat de Lioncourt? Aunque la serie no se centre en su vida y envuelva su historia en un halo de misterio, lo cual tiene sentido porque en ese momento Louis también la ignoraba, este icónico personaje no deja a nadie indiferente. Un aristócrata francés, artista hasta la médula, enamorado de la música y el teatro, con el corazón roto por una trágica historia de amor. Un príncipe oscuro, cruel y caprichoso, un amante apasionado que no discrimina de géneros. Por encima de todo, una diva y una drama queen en toda regla. Esta persona literalmente se desenterró a sí misma tras años de letargo para convertirse en una estrella del rock. A ver quién supera eso.
Pero volvamos a la serie. Cuando Lestat le concede a Louis el Don Oscuro, se forja entre ellos un lazo inquebrantable. Es una conexión compleja y peligrosa, pura y destructiva a partes iguales. Lestat ama a Louis y Louis ama a Lestat, aunque no estén destinados a pasar la eternidad juntos.
No obstante, la serie muestra cómo el vampiro francés alivia el sentimiento de culpa del protagonista y desata cuidadosamente algunos de los nudos que lo asfixian. Cuando conoce a Lestat, Louis siente por primera vez que alguien lo ve tal y como es. Que lo acepta y lo impulsa a ser él mismo, a perdonarse y valorarse.

Este “embrace what you are/ acepta lo que eres” es tanto lo que los une como lo que los separa. Cuando abandona su condición humana, Louis se encuentra destruido por la nostalgia, por el deseo de reconciliarse con su mortalidad. Una vez más, lo atormentan la culpa y la sensación de ser un monstruo. Lestat es lo opuesto. Se recrea en la opulencia, en el excentricismo, en los deleites carnales, en los placeres más brutales y desenfrenados. Un vampiro en toda regla, una criatura de la noche que disfruta cada milímetro de la inmortalidad. En contraposición, Louis reniega de ello y se mortifica a través de una moral propia con muchas contradicciones.
Curiosamente, es Lestat quien señala que los valores éticos tras los que se escuda Louis están vacíos y carecen de sentido. Cuando el protagonista decide seleccionar a sus víctimas de forma racional y justa, el vampiro francés pone de manifiesto su hipocresía al preguntarle quién se cree que es para juzgar quién merece morir y quién no. Puede que Lestat sea un asesino sanguinario, pero al menos es honesto y coherente con sus actos.
Es un detalle sutil, pero la prolongada influencia que ha tenido en Louis se refleja en una escena que comparte con Daniel Molloy en la actualidad. Es evidente que el periodista desprecia al vampiro por alimentarse de sangre humana. Pointe du Lac le espeta si ha pensado por un instante en la vida del animal que se está comiendo. El protagonista bebe de un humano sin remordimientos, mientras que el periodista mira a su plato con extrañeza. Honestidad e hipocresía, pero con los roles invertidos.
La casa en llamas y la maldición del juguete roto
La relación de Louis y Lestat es una bomba de relojería. Son dos almas heridas, solitarias e incomprendidas, que encuentran cobijo en los fantasmas del otro. Detrás de las cortinas, hay dependencia, resentimiento y celos. Su relación está abocada al fracaso. El mundo del protagonista se desmorona y empieza a hundirse en el lodo de la tristeza tanto como Artax en La historia interminable. Entonces entra en escena Claudia.

La Claudia de la serie difiere enormemente de la del libro por varios motivos, la mayoría de ellos acertados y necesarios. Para empezar, en la decisión de casting. En el libro original, Claudia tiene cinco años cuando recibe el Don Oscuro. El tiempo transcurre, pasa a ser una adolescente y después a una mujer adulta, todo ello conservando el aspecto infantil. Así, se crean escenas incómodas y grotescas donde se ve a una niña con apetito sexual y siendo objeto de miradas lascivas.
Es difícil saber en qué pensaba Anne Rice al describir ciertos comportamientos, pero el libro sugiere repetidamente que la relación de Claudia y Louis tiene un componente sexual, aunque sea platónico. En palabras del protagonista, son “padre e hija», «amante y amada”. No está claro hasta qué punto este extraño deseo se extrapola al mundo real, pero su forma de hablar de ella, de besarla en los labios y recrearse en su sensualidad, suele incomodar a los lectores de una forma difícil de describir.
Cuando se rodó la película dirigida por Neil Jordan, Kirsten Dunst, la actriz que encarnaba a Claudia en la cinta, solamente tenía once años. Dunst ha hablado en repetidas ocasiones de lo incómodo que fue tener que besar en los labios a un Brad Pitt adulto siendo ella apenas una niña. En cambio, en la serie de 2022, Claudia ha sido interpretada por Bailey Bass, quien contaba con diecinueve años en la fecha de estreno. Su personaje habla de deseo sexual y enamoramientos, pero no está ni remotamente tan sexualizada como en el libro o en la película.

En lo referente a la historia, su paso a vampira también es diferente. En el libro, Louis la encuentra junto al cadáver de su madre, que ha fallecido víctima de la peste. En un momento de debilidad, se alimenta de ella y la deja morir. Lestat, en uno de sus juegos crueles, transforma a Claudia en vampiro y se la presenta al protagonista como un regalo cargado de sarcasmo, un recordatorio de su crimen. La serie parte de un punto muy distinto. Envuelto en un torbellino de culpa, Louis la salva de un edificio en llamas. La transforma por piedad, aunque también hay algo de egoísmo en el acto. Al salvarle la vida, espera redimirse. Como señala Molloy, también utiliza su incorporación a la familia para remendar una relación que hace aguas por todas partes.
Claudia, un experimento prohibido
Los diarios que conserva Louis permiten penetrar en su mente y, capítulo a capítulo, se ve a Claudia bailar, ligera y risueña, hacia su propia destrucción. Es una muñeca consentida, un juguete nacido de las carencias y la culpa que sus padres adoptivos cubren de vestidos nuevos y regalos constantemente. Le enseñan a matar y, al ser tan joven, ni siquiera recuerda su tiempo como humana. Así, la niña inmortal de Nueva Orleans se convierte en una asesina sanguinaria que documenta las últimas palabras que pronuncian sus víctimas. No en vano, el cuarto episodio se llama La despiadada búsqueda de sangre con toda la exigencia de una niña.

Claudia se enamora y, como cabía esperar, la cosa no sale bien. El chico que le gustaba, la única persona que la ve como un ángel y no como un demonio, acaba en el incinerador. Lestat la obliga a mirar el rostro de Charlie mientras este se descompone bajo las llamas, una víctima más de la niña salvaje. Este hecho la destruye por completo. Pese a los intentos de Louis por mitigar su ira y su rencor, Claudia se convierte en un monstruo. Cuando estalla una tormenta, la lluvia arrastra el lodo y Nueva Orleans se inunda con los cadáveres enterrados por una joven con el corazón roto.
La herida más profunda de Claudia siempre será el amor. “Who am I supposed to love?/¿A quién se supone que debo amar?”, pregunta a Louis y Lestat en el quinto capítulo. Le repugna pensar en un adulto que desee sexualmente a una niña, casi tanto como tener que acercarse a un infante siendo ella una mujer adulta. Ante eso, Lestat responde que es un error, una aberración de la naturaleza. Entonces, el juguete maldito se rompe del todo.
Claudia abandona Nueva Orleans. Louis la llama mentalmente, le implora que vuelva, pero no recibe respuesta. Esto abre un nuevo capítulo en su vida que no figura en el libro de Rice. La vampira se traslada de biblioteca en biblioteca en busca de información acerca de otros seres que compartan su condición, ya que Lestat se niega a revelar lo que sabe al respecto. Así es como conoce a Bruce, un nuevo vampiro que la sigue tras haber escuchado su nombre en los mensajes mentales de Louis.

Bruce abusa de Claudia, lo cual puede ser innecesario o brillante a nivel narrativo, según cómo se mire. Si la intención era incrementar sus traumas sexuales, es una decisión bastante pobre. En cambio, este acto violento es justificable si pretende retratar y denunciar la sexualización a la que se ha sometido al personaje a lo largo de los años. De ser así, Bruce personificaría la mirada pedófila y lo grotesco de una industria que pone a una joven actriz como era Kirsten Dunst en una posición tan vulnerable… Son solo conjeturas, ya que el mensaje no llega a calar del todo. Ese es, precisamente, uno de los mayores problemas de la serie.
Como punto a favor, esta agresión no solo no se retrata de forma explícita, sino que no se retrata en absoluto. Louis ha arrancado esas páginas del diario de Claudia para proteger su dignidad. De esta forma, ese capítulo de su vida permanece en la intimidad de la vampira. Ventajas y aciertos de una narración autoconsciente.
La incomprensión de unos personajes difuminados
De alguna forma, los últimos capítulos de Entrevista con el vampiro traicionan a la narrativa y a los personajes de la serie. Da la sensación de que se construye un castillo de arena para luego ver cómo se desmorona. Tras presentar a unos protagonistas interesantes, con conflictos internos e infinidad de matices, se termina con tres vampiros frustrados, perdidos y débiles. Quizá la excepción sea Claudia, que irónicamente es el personaje menos desarrollado.
Louis luce rendido, arrastrado por las corrientes de Lestat sin oponer resistencia. Este muestra una versión opaca de sí mismo, como si hubiese perdido capas por el camino. Ambos arrastran una relación que no llega a entenderse y termina retratándose de una forma tan brutal y explícita que, tomando únicamente en cuenta la serie, pasa de ser un hechizo de pasión a un caso de violencia doméstica en toda regla.

Hay una escena en concreto que ilustra esto a la perfección. Louis y Lestat discuten y este último le da una paliza a su pareja en una demostración extrema de violencia física. Es un vampiro y no lo va a matar, pero eso no quita que resulte muy difícil de ver. Son Louis y Lestat, a quienes el espectador ha cogido cariño, y duele ver a uno de ellos totalmente demonizado y al otro recibir una paliza de muerte a manos del hombre que ama. Esta visión contamina su relación y la tiñe completamente de maltrato.
Es evidente que las dinámicas que se crean en la familia de vampiros no son precisamente sanas. Son una familia disfuncional en toda regla. No obstante, la serie cruza una línea de la es complicado regresar. Este punto de inflexión pretende retratar algo simbólico, pero falla en la ejecución y coloca a Lestat en una posición prácticamente irredimible. No todo el mundo va a interpretar este momento de forma abstracta y retórica porque, como sucede con la violación de Claudia, no está bien contado y da pie a una lectura literal.
Toda esta violencia culmina en una escena que debería ser la clave para entender que se está presenciando algo simbólico, la agonía de una relación debilitada, y no un abuso gratuito. Lestat alza el vuelo con un Louis ensangrentado en sus brazos. Envueltos en nubes grises y azuladas, los destellos nocturnos de la ciudad en la lejanía, flotan abrazados en el cielo con una desgarradora melodía de violín de fondo. El violín, el instrumento de Lestat, su gran amor y lo único que lo ata a su antigua vida humana. Así, le confiesa su amor a Louis, pero este le pide que lo suelte, que lo deje marchar. Lestat lo suelta, lo deja marchar. Se desprende de los brazos del que ha sido su amante para precipitarse a la oscuridad. Un acto que debería entenderse como una separación dolorosa, una imagen metafórica, nada más.
Concédeme un último baile
Dejemos correr las cintas. Las heridas de Louis ya han sanado y, con ellas, su rechazo hacia Lestat. Después de infinidad de disculpas, regalos y más regalos, el francés consigue volver a ganarse a su amor. La familia de vampiros de Nueva Orleans vuelve a unirse, aunque con una configuración diferente. El protagonista perdona a su abusador, la cuestión de si lo hará la audiencia es otra.
Claudia, desde luego, jamás lo hará. Se sentará en silencio a su lado, jugará con él al ajedrez, soportará su presencia para contentar a Louis. Sin embargo, el odio que profesa al vampiro francés quedará intacto. Simplemente está esperando la oportunidad adecuada. La ocasión perfecta para matar a Lestat y huir con Louis.
Claudia atrae a Lestat a su trampa utilizando la vanidad de este como cebo. Le propone celebrar un baile, un evento lleno de opulencia y excentricidad donde él será el príncipe, el foco de todas las miradas. Montarán la fiesta más extravagante, más escandalosa con la que nadie pueda fantasear para, acto seguido, desaparecer de Nueva Orleans para siempre. La trampa perfecta para Lestat de Lioncourt.

Antes de la tragedia, Louis y Lestat comparten un momento muy tierno que demuestra que, detrás de la toxicidad, los celos y las discusiones, el amor que se profesaban fue una vez puro y sincero. Bailan juntos frente a los cuchicheos y las miradas de desaprobación de los asistentes. Son dos almas solitarias que, de vez en cuando, se reencuentran y encajan a la perfección a pesar de todo. Se besan, la audiencia se ríe y Claudia los separa en un triste golpe de realidad.
La niña le oculta partes de su plan a Louis y juega con las expectativas de Lestat, pero finalmente consigue lo que pretendía. El baile alcanza su cenit con tres vampiros vestidos con ropajes blancos de aristócrata, cubiertos en sangre, que se deleitan dando persecución a sus presas. En esta escena sangrienta, Lestat muerde el anzuelo de Claudia, quien lo ha envenenado sin que se diese cuenta. Muere desangrado en brazos del protagonista principal y así termina su trágica historia.
O quizás no. Daniel Molloy rompe el hechizo del relato e interroga a Louis. Pregunta qué hicieron después, por qué lo quemaron todo, menos el cadáver de Lestat. Cuestiona por qué no redujeron su cuerpo a cenizas en el incinerador. No ardió, y por lo tanto sigue vivo. Louis se altera ante estas acusaciones y sale en su defensa su sirviente, Rashid… Los fans lo conocerán por otro nombre: el vampiro Armand.
Esta última revelación abre las puertas a una segunda temporada con más preguntas, respuestas y amenazas vampíricas. Puede que los últimos episodios hayan flaqueado en algunos aspectos, pero en conjunto, la serie aporta nuevos matices y valores añadidos a un relato vivo, palpitante, al que aún le queda mucha cinta por rellenar.