Queremos hacer oficial la tradición de recomendar una comedia romántica cada viernes, porque es un género en el que confiamos plenamente y que no hemos dejado nunca de disfrutar. Para este fin de semana de finales de julio, Bajo el sol de la Toscana es una opción ideal. Esta película, dirigida por Audrey Wells a partir de la novela autobiográfica de Frances Mayes, captura buena parte de la esencia de esa región italiana tan propensa a la ensoñación. Protagonizada por Diana Lane, lo mejor de Bajo el sol de la Toscana no es tanto la trama romántica como la comunidad que se forma en torno al personaje principal, así como los estadios emocionales que este atraviesa. Así que es algo más que una comedia romántica ambientada en Italia.
Bajo el sol de la Toscana, algo más que una comedia romántica
La historia de Bajo el sol de la Toscana
Frances Mayes (Diana Lane) es una escritora y crítica literaria de 35 años que ha llevado durante mucho tiempo una vida aparentemente perfecta. Su matrimonio, sin embargo, llega a su fin de manera inesperada y entonces ella se hunde en unos meses de depresión y desesperación que le llevan, al tiempo, a un bloqueo creativo.
Cuando su mejor amiga, Patti (Sandra Oh), se queda embarazada, no le queda más remedio que renunciar a un viaje de diez días que tenía programado en la Toscana. Dado que lleva mucho tiempo viendo a Frances pasándolo mal, decide regalarle el viaje en cuestión. Lo que ninguna espera es que después de unos días recorriendo la región italiana, y a partir de una serie de señales que parecen provenir de lo divino, Frances decida comprar la villa de Bramasole (“que anhela el sol”) y quedarse a vivir allí.
La vida que no esperas, en cualquier parte

Italia se ha consagrado como una tierra ideal en la que vivir todo tipo de historias relacionadas tanto con uno mismo como con las relaciones románticas. Parte de culpa la tienen películas como Bajo el sol de la Toscana, que aprovecha no solo los colores de la región sino las costumbres de la misma para construir un relato estético y amable. Es decir, lo que uno desea ver cuando tiene apetencia de comedia romántica.
Bajo el sol de la Toscana funciona especialmente bien cuando San Francisco queda borrado del imaginario de la película y Frances aterriza en Florencia, que es la primera imagen que el espectador tiene de esta porción de Italia. Entonces se inicia en el mundo italiano tanto como le permite la reforma que debe acometer en Bramasole, para la que cuenta con la ayuda local y también con tres obreros provenientes de Polonia que dice algo de la realidad italiana. Las cenas y comidas en comunidad se suceden, así como las excursiones.
En uno de esos viajes, en Roma, se activa la parte romántica del film, pero en realidad tiene un peso minúsculo en el total de la película. Sirve fundamentalmente para que la protagonista cure ciertas heridas del pasado y también para presentar una historia atípica, pero tremendamente real, que viene bien ver de vez en cuando.
Se ha criticado siempre la poca evolución de Frances, pero realmente el personaje que llega a la Toscana está a años luz del personaje que despide la película. Si todas las comedias románticas enseñan algo (una de sus grandes virtudes), el mensaje con el que puede quedarse el espectador de Bajo el sol de la Toscana tiene que ver precisamente con uno mismo. Con la amabilidad con la que debemos tratarnos, con las oportunidades que debemos concedernos y con eso que Xoel López canta en Tierra: “Y me encuentro que la vida siempre tiene algo preparado, que supera cualquiera de mis fantasías, nada comparado con lo que realmente sucedía”. Es imposible saber dónde hallarás la felicidad, lo máximo que se puede hacer es aceptar que puede estar en cualquier parte. Incluso en una villa derruida de la Toscana. Esta es nuestra recomendación para hoy.