El evocador juego entre lo real y el marketing del ‘Bienvenidos al Wrexham’ de Reynolds y McElhenney

Una docuserie siempre genera dudas, pero en este caso compramos.
McElhenney y Reynolds en Bienvenidos al Wrexham

Parece que la lucha por priorizar el relato sobre la realidad sea algo nuevo. Sin embargo, desde que se crearon los medios de masas es un continuo. El cine, y luego la televisión, generan un arte indisociable de la industria y de la propaganda. Una terna de conceptos que desafió el concepto «de autor» pero que sigue imperando en las producciones llamadas comerciales. Por ello, es difícil fiarse cuando la audiencia se enfrenta a cuentos de hadas. Bienvenidos al Wrexham Football Club es uno de estos casos. Ryan Reynolds y Rob McElhenney son las caras tras una historia evocadora e inspiracional en la que romanticismo y publicidad van siempre de la mano. El resultado, no obstante, no puede ser más satisfactorio.

El origen de Bienvenidos al Wrexham: dos estrellas compran un club de futbol galés

Cuando se posee dinero se pueden tener hobbies muy caros. Es lo que le ocurrió a Rob McElhenney. El creador y actor de It’s always sunny o Mythic quest tenía un colega en esta última serie llamado Humphrey Ker. Había participado en Colgados en Filadelfia y además de actuar es guionista de la segunda. También inglés. Eso significa que es fan del fútbol.

Fue él quien le metió el gusanillo a Rob, que ya era un fan acérrimo de los equipos de Philly. Documentales como Sunderland ’Til I Die hicieron a McElhenney interesarse por el concepto de deporte europeo. El caso es que Rob se había hecho amigo de Reynolds a través de Twitter. Canadiense, el intérprete de Deadpool estaba más familiarizado con el fútbol. Sin conocerse cara a cara, mandaron a Ker a buscar un club. El Wrexham A.F.C. resultó elegido.

La mística del equipo radicaba en tener el estadio internacional más antiguo del planeta y ser el tercer club profesional más vetusto. Asimismo, radica en una ciudad obrera en horas bajas. Esto último era una gran motivación para Rob y Ryan. De esta manera, juntaron unos millones, realizaron una petición de adquisición y en noviembre de 2020 adquirieron el Wrexham con el apoyo del 98% de los socios de la entidad.

Fotograma de 'Bienvenidos al Wrexham'
Vestuario del equipo grabado durante el documental. | Cortesía de Disney+ España

El miedo de Wrexham ante un posible capricho

Reynolds tiene un fan masivo a nivel internacional. McElhenney es simplemente el otro, aunque creativamente es uno de las grandes figuras de las sitcom. Sea como fuere, eran un canadiense y un yanqui adquiriendo un equipo galés de la quinta división, por debajo de las competiciones profesionales. Para el mundo, el asunto era divertido. Cualquier persona que siga deportes como el fútbol o el baloncesto sabe lo peligroso que es este tipo de movimientos.

Un equipo profesional no es un hobby y la compra del Wrexham parecía exactamente eso. Ser fan de los artistas permitía que el asunto pareciera algo más luminoso. Reynolds es un empresario de éxito, por lo que no solo se agenció un juguete, sino una inversión. McElhenney hizo lo mismo, pero además es un fanático de los deportes y un tipo de la calle.

La implicación vino a través de cambios, fichajes e inversiones importantes desde el final de la temporada de adquisición. Además de nuevos jugadores, directivos o entrenadores, de por medio había una acción enorme de publicidad. McElhenney sabe de sobra contar historias divertidas, estúpidas e incluso motivacionales. Junto a su amigo lograron dos años para un documental en FX, con la producción de Boardwalk Pictures, responsables por ejemplo de Chef’s table.

La fan del Wrexham Millie Tipping
El documental cuenta historias como la de Millie Tipping, hincha del club que padece autismo. | Cortesía de Disney+ España

Las claves que hacen de este docureality algo auténtico

La casualidad quiso que Ted Lasso y Bienvenidos al Wrexham se dieran al mismo tiempo. Ambos comparte una positividad tan estadounidense como poco europea. Los dos muestran a norteamericanos aplicando su filosofía de vida en una Gran Bretaña deprimida. Sendos clubes, real y ficticio, están en plena depresión y acaban prosperando.

Todo ello contribuye a dudar de la docuserie. Verla es arriesgarse a estar frente a un relato edulcorado de salvadores de clase. De contemplar a unos amables ricachones del otro lado del Atlántico salvando a un pobre club galés. Sin embargo, Bienvenidos al Wrexham destila las sensaciones de ser fan de un equipo local. Con sus peros, se puede sentir autenticidad, incluso dejarse llevar por una historia que va bien, que hace sentirse bien.

Una puerta a parte de la vida de Ryan Reynolds y Rob McElhenney

Lo primero es lo primero. Ya lo dice el nombre, el documental muestra cómo los nuevos propietarios intentan ser aceptados en Wrexham. Sin embargo, también enseña el proceso en que Rob y Ryan se hicieron amigos. Incluso hay un capítulo dedicado al concepto de bromance, de la amistad masculina, que ahonda en las excusas que ponen los hombres para admitir que se quieren.

Se puede observar cómo se forma el vínculo casi desde cero. Lo que aporta autenticidad es que lo visto en pantalla y fuera de ella concuerda. El documental muestra además reuniones y espacios privados donde no cabe la realidad alterada del marketing.

Reynolds y McElhenney se han implicado desde el primer minuto y han usando a sus fandoms para aumentar el del Wrexham. Siguen viajando a Gales, trasnochando para ver partidos e interactuando con la masa social tanto si hay cámaras como si no. Delante de ellas, cuentan cuestiones personales a quienes les admiran. Por ello, para sus fans es una forma de colarse en parte de la vida personal de R&R.

Visita reyes en 'Bienvenidos al Wrexham'
Los reyes de Reino Unido visitaron al club. | Cortesía de Disney+ España

Hay espacio para las voces críticas

Desde los créditos iniciales, con canciones que ya hacen ponerse sentimental, hasta el montaje, todo inclina al espectador a vincularse con lo contado en Bienvenidos al Wrexham. El equipo creativo, incluidos los propietarios, han puesto a la ciudad, más incluso que al club, como protagonista de la serie. Esto incluye tanto a personas emocionadas como a otras que, ante todo, dudan.

Es un truco de argumentación clásico el de dar voz a los detractores. Además, en el mundo del deporte cada persona de la afición es también un experto. Como seguidores, empleados o socios, los habitantes de Wrexham son las voces de mayor interés del documental. Tal conjunto, con variadas opiniones, acaba convenciendo al espectador de estar contemplando algo genuino.

Experiencias para reconocerse en ellas

Con todo lo anterior, el mayor valor de la docuserie para ser veraz es que muestra elementos con los que la audiencia se puede reconocer. La miríada de voces, aunque sean galesas, llevan a espacios de seguridad. El trabajo, un bar o pub, el salón de casa o un parque enseñan la cotidianeidad de un pueblo arrasado moralmente.

La bajona general se mezcla con experiencias mundanas que hacen seguir adelante, otras incluso emocionantes. Ser de un equipo local, la comunidad que genera, es el mayor motor narrativo de Bienvenidos al Wrexham. Es difícil que no desbloquee algún recuerdo en el público. Ya sea por un familiar que sentía unos colores, por la época en que se estudiaba y jugaba a algún deporte o simplemente viendo a gente trabajadora que sufre y se ilusiona como quien está mirando la pantalla.

Una realidad emocionante que parece un guion

Un último elemento que ayuda a creerse el documental es que este se da una vez ha acabado la temporada que cubre. Ya se sabe el resultado del club, se han podido conocer los vaivenes del equipo y cómo han actuado los propietarios. Es un producto pegado al presente pero ligeramente a posteriori.

Esto permite hacer pequeñas auditorías sobre lo que se está viendo. También, disfrutarlo más cuando se rompe la barrera y se cae en el relato de superación del Wrexham. Reynolds y McElhenney apuntaron bien cuando adquirieron este equipo. Su historia pasada y potencial eran una máquina lista para ser explotada. Los hechos que han seguido, eran dignos de un guion ficticio.

Acabar la primera temporada con R&R como propietarios casi ascendiendo pero perdiendo el partido clave, así como caer en una copa nacional, para lograr el objetivo en la segunda es literalmente lo que diseñaron los guionistas de Ted Lasso. En este caso, pasa de verdad. Un buen plan de negocio se une a buenas intenciones genuinas, dos estrellas con fandoms fieles y una comunidad entregada. Como resultado se obtiene un programa de televisión que sirve para sentir algo de envidia y olvidarse del cinismo que impera en cada poso de la sociedad actual.

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