Desde los 15 a los 69 años David Robert Jones desarrolló una carrera artística total que lo ha situado entre los mejores de la era contemporánea. Tan voluble como la personalidad del británico, su obra sonora ha transitado por multitud de géneros, épocas y hasta personalidades. Tanto es así que puede ser complicado adentrarse en su faceta musical. Por eso, repasamos varias canciones para descubrir a David Bowie y su discografía en modo fácil.
Space oddity
Aunque estuviera en distintas agrupaciones y buscándose la vida desde que fuera adolescente, no sería hasta 1969 que una le saliera a derechas. Antes siquiera de ser medianamente famoso evolucionó de una pasión por el blues, el jazz y el rock & roll a un estilo propio basado en la narrativa. En todo caso, fue la música popular urbana del otro lado del Atlántico la que le hizo querer dedicarse al mundillo. No en vano, su meta era liderar a unos nuevos Rolling Stones, grupo de similares raíces.
El fracaso hizo que mirara al folk y que se centrara en la narrativa. Ayudado por sus estudios en teatro y diversas artes, cambió radicalmente. Incluso antes de su primer álbum en el 67 pasó de ser David Robert Jones y variaciones a David Bowie. Esa primera tentativa mostró un rock barroco y muy británico, fruto de ese énfasis teatral y diferenciador que estaba desarrollando.
Junto a su colaborador y productor más fiel, el americano Tony Visconti, logró un contrato con Mercury Records. Haría su segundo disco, que se llamaría como el primero: David Bowie. El sencillo que sirvió como punta de lanza fue una canción de rock espacial lanzada en plena llegada de la humanidad a la luna. Era 1969 y Space oddity logró entrar en las listas con su estilo psicodélico y complejo. El mellotron se une a una multitud de instrumentos en un tema que vuela entre pasajes de su padre y de su madre.
El protagonista de su primer éxito era el mayor Tom. Se trata de un astronauta que se ve envuelto en una misión en la que todo sale mal. Bowie, aunque no cediera a él, estaba afectado por el fracaso. Tal negatividad, unida a la fascinación por la exploración espacial y 2001: Una odisea del espacio dieron lugar a un relato sonoro que fue censurado por la BBC hasta el regreso a casa de Armstrong y compañía. Un tema que hizo que Robert Jones pudiera volar por primera vez.
The man who sold the world
Bowie siempre ha mezclado temas ligeros y profundos en discos que, sobre todo al principio de su carrera, fueron conceptuales. Si en el álbum de redebut exploró con temas religiosos, amorosos y sobre la confianza en uno mismo, en The man who sold the world llevaría esto a nuevas cotas. De 1970, vuelve en él a lo místico, como en The widht of a circle. Pero también están ahí la locura de All the madmen, lo sexual de She shock me cold o el nihilismo y la obra de Nietzsche de The supermen y After all.
El sonido de Bowie se endurecía y variaba desde la suavidad folk de su verdadero estreno. Esto sucedió en buena medida por la participación de la guitarra Mick Ronson, habitual en toda su carrera. Un aura oscura y hasta cierto punto cínica que iría volviendo a ratos y que inspiró a futuras estrellas como Kurt Cobain. De hecho, buena parte de la audiencia asocia el tema que da nombre al tercer álbum de Bowie, The man who sold the world, al americano gracias a su Unplugged en la MTV.
La canción tiene un tono fantasmagórico en el que se presenta a un hombre tratando con un doble. Las interpretaciones sobre el tema han sido muy variadas. Hay un cariz bíblico y existencial en todo el relato. Bowie siempre estuvo interesado por los claroscuros del individuo, por los ángeles y demonios que cada cual porta. Con The man who sold the world, canción y LP, logró transmitirlo a la perfección a través del hard rock.
Life on Mars
El salto a la RCA supuso que Bowie se alejara un tiempo de Visconti. 1971 y Hunky Dory supuso una vuelta a un sonido más suave, a lo melódico en lugar de al guitarreo duro. También centró la mirada en Estados Unidos. A lo largo del álbum hay referencias directas a ídolos del británico como Bob Dylan o Andy Warhol. Ambos tienen una canción para ellos. Las ralladas mentales están servidas con temas tan poderosos como Quicksand.
Sin embargo, el tema que más trascendió de este trabajo fue Life on Mars. Se trata de su repuesta a la adaptación de Paul Anka de Comme d’habitude. Este tema francés fue traducido inicialmente por Bowie a finales de los 60. Sin embargo fue Anka quien lo reventó al ser interpretada su versión, llamada My way, por Frank Sinatra.
Ya en alza, Bowie se cobró una pequeña venganza. Sobre My way generó una extraña historia repleta de imágenes surrealistas. La temática de Hollywood, y hasta cierto punto el American way of life que representa, están presentes. Sea como fuere, Life on mars es su revisión final de Comme d’habitude y logró ser una de las mejores canciones de su carrera. Con el tiempo la composición daría nombre a una extraordinaria serie de la BBC. Pero ese es otro tema.
Five years
Mientras estaba con Hunky Dory, el elemento que terminaría de convertir a Bowie en algo histórico se terminaba de gestar. Abrazando el glam y hasta el proto-punk, desarrolló el personaje de Ziggy Sturdust y su banda The spiders from Mars. Durante año y pico fue este alter ego, un alien bisexual que llegó a la tierra para salvarla de sí misma.
The rise and fall of Ziggy Stardust and The spiders from Mars es quizá su disco más conocido junto a Heroes. A lo largo del LP y sus conciertos se presentaban temas que acabarían siendo clásicos del rock como Starman o Moonage daydream. Sin embargo, el inicio de esta extraña narración es quizá el mejor inicio de disco que haya tenido el británico.
Five years arranca y acaba con una cadencia de batería ominosa. Su lento crescendo va de la tranquilidad a la histeria mientras describe cómo el planeta se da cuenta de que está condenado a la extinción. El abuso de los recursos naturales y la alienación de los jóvenes es el detonante de esta cuenta atrás en forma de canción. Repleta de imágenes de decadencia americana, interpelando a la audiencia directamente, es la mejor presentación posible para Ziggy.
Aladdin Sane siguió con el personaje y llevó a Bowie a ser una superestrella. La portada del álbum compite con la de Heroes por ser la más famosa del artista. El glam seguiría en Pin Ups, disco repleto de homenajes a grupos como Pink Floyd o The Kinks, y en Diamond Dogs, inspirado en 1984. En esta época, además, produciría el Transformer de Lou Reed y a los The Stoges de Iggy Pop.
Sound & vision
Young Americans fue el epítome de la pasión de Bowie por Estados Unidos, en el que ahondó en el plastic soul, que viene a ser soul cantado por blancos. De esta inmersión en la cultura afroamericana pasó a Station to station. El británico estaba pasadísimo, casi siempre drogado. De esto surgió el alter ego con el que acompañó a ese LP, que supuso su vuelta al ambiente europeo: el Thin white duke. Un personaje que soltaba perlas profascistas y denotó que la persona tras él necesitaba parar un poquito.
La nueva madurez de David Bowie vino de la mano de Brian Eno y Tony Visconti. La trilogía de Berlín se dio entre 1976 y 1979. Fue un viaje de desintoxicación junto a Iggy Pop, que sacó lo mejor de sí junto a su colega británico. Ambos lograron rehacer su vida y lanzar álbumes de altura.
En el caso de David Robert Jones todo comenzó con Low. El disco es oscuro, autoconsciente y contiene temas como Sound & vision. Claramente influenciado por su experiencia en el consumo de drogas, ya se notaba la influencia de la energética escena musical alemana de la época. En este tema cuenta cómo un hombre recupera el «milagro del sonido y la visión» tras estar en un ambiente azul/blue.
Experimental y electrónica, la trilogía de Berlín continúo con Heroes y Lodger. El primero tiene un sencillo homónimo ultrapopular y contó con el líder de King Crimson Robert Fripp. Adrian Belew, que también sería parte de la banda del rey escarlata, aportó la guitarra en el álbum que cerraría la terna.
Ashes to ashes
1980 fue un año de cambios para Bowie, que terminaría su matrimonio de una década con Angie Barnett. También sería el fin de su unión con RCA. Scary monsters (and super creeps) supone la mezcla perfecta entre la creatividad del autor y la necesidad comercial.
La trilogía de Berlín no fue exitosa en cuanto a ventas pero Scary monsters sí. El estilo, con toques new wave y a ratos visibles influencias asiáticas, es como en la terna anterior casi uno propio de Bowie. El británico no paró nunca de buscar referentes contemporáneos y de ahí viene en gran medida su mutabilidad musical. Sin embargo, siempre estaban ahí su voz, ya madura, y sus reflexiones vitales.
Ashes to ashes es el sencillo que le devolvió al número uno. Una canción compleja que le sirve para hacer retrospectiva de lo que había sido. Poco más de diez años después, había vivido varias vidas y escapado de una adicción terrible. Ahora podía mirar al pasado y cantar de la forma más friki posible sobre ello. Por eso retoma al mayor Tom y lo pone de yonqui. Es lo que pensaba de sí mismo. El motivo del payaso se explota no solo en la portada de Scary monsters, sino en el videoclip de esta canción, de un inexplicable surrealismo.
China girl
Los ochenta vieron a un Bowie más calmado en los vicios pero que siguió buscando evolucionar. Viniendo de etapas funk y adorando lo americano como había hecho tantas veces atrás, no le costó pasarse al disco. Incluso se volvió respetable y mainstream durante unos años. El motivo fue principalmente su firma con EMi, discográfica que recogió el testigo de RCA.
Lanzado en 1983, Let’s dance fue el primero de los tres discos en solitario que lanzó con EMi. También, el más exitoso. El repunte en su carrera fue espectacular con temas como el que da nombre al LP o China girl. Escrita junto a Iggy Pop, con ideas que ya trataron en su estancia en Berlín, es una pieza pop y sencilla.
Aunque su postura apolítica era la oficial, se mostraba cada vez más preocupado por la realidad a su alrededor. También, porque negarlo, avergonzado por las declaraciones de la época como Thin white duke. Hasta cierto punto, esa visión crítica está en China girl, que cuenta una relación frustrada con una mujer asiática a la que occidente simplemente corrompe.
La etapa en EMi acabaría al final de los ochenta, tras Tonight, que siguió el estilo Let’s dance, y Never let me down, que volvió al rock. Ambos no fueron muy allá. Todo acabaría cuando el músico montó el grupo de hardcore Tin machine. Los desacuerdos a raíz del segundo LP de la agrupación hicieron que el amor se acabara.
The next day
Pero el amor que importa, el de verdad, regresó en 1990 a la vida del británico en forma de modelo. Fue entonces cuando conoció a Iman, su pareja hasta el final. Un hiato tras la etapa de Tin machine siguió con una nueva década de producción entre1993 y 2003. Tan ecléctica como siempre, se movió entre la electrónica y vueltas a sus orígenes.
Seis discos de estudio que no alcanzaron mayor éxito y en los que hizo lo que le dio la gana, con Heathen como el más destacado en 2002, acabaron en un enorme parón. Una década nada menos. Entonces, en secreto, preparó una vuelta con la teatralidad que tanto le gustaba.
The next day tardó dos años en llevarse a cabo y era un grito claro: Bowie no estaba acabado. Junto a su gran aliado Tony Visconti preparó un LP que bebe de los trabajos de los años 70 de David Robert Jones. El disco arranca con un tema crítico con la religión y, especialmente, el cristianismo. Literalmente el artista dice en la letra que sigue ahí. Con un rollo funk y una visible influencia del Iggy Pop setentero, la canción marca un ritmo que no decae en el resto del álbum.
Lazarus
Unos tres años después de The next day Bowie estrenó disco y murió casi al mismo tiempo. Blackstar fue un regalo a los fans tanto como un epitafio. El lanzamiento ocurrió un 8 de enero, en el 69º cumpleaños del artista. Falleció solo dos días después, seguramente a que no calculó bien. Llevaba unos 18 meses ocultando que sabía que la parca le atraparía debido a un cáncer en su castigado hígado.
La decadencia física que fue mostrando dejaba claro que no estaba bien, pero su repentina muerte consiguió la sorpresa que buscaba. El álbum logró el efecto deseado y le aportó una última dosis de fama, de éxito. Su última obra es indivisible de los videoclips que acompañaron a sus temas Blackstar, donde se vuelve al mayor Tom, y Lazarus, que es una declaración total de muerte.
De hecho, mientras grababa el acompañamiento visual de esta canción de rock entre gótico y jazz fue cuando supo que se iba morir. Era noviembre de 2015. Aunque sea la descripción típica, la canción es un canto de cisne. Su letra refleja los pensamientos de alguien que estaba falleciendo en directo y guardan la ironía de reconocer que eso precisamente haría que la persona resucitara en forma de personaje eterno tras lanzar su último aliento. Un fin en el frente y a la altura de la discografía de David Bowie, un artista total.