Si alguien preguntara por el mayor referente vampírico del canon literario, mucha gente pensaría en la magnum opus de Bram Stoker. Sin embargo, hay una historia anterior a Drácula que sirvió de inspiración al escritor irlandés: Carmilla, la narración de la vampira que originó un arquetipo sangriento.
Pero antes… un poco de contexto sobre Carmilla
Carmilla es una novelette escrita por Joseph Sheridan Le Fanu, también irlandés. Se publicó por primera vez en 1872, en plena época victoriana. Cabe destacar que el contexto social del Reino Unido de finales del siglo XIX está presente en toda la narración.
No es casual que el tema principal que subyace a la historia sea el de los tabúes sociales de la época. De hecho, el texto de Le Fanu se alimenta de los terrores victorianos. Carmilla materializa en lo sobrenatural las inquietudes más extendidas de aquel entonces. Así, se presentan nociones como el incesto, el deseo de las mujeres y el amor queer como espíritus malignos que se desvían de la moralidad victoriana.

Pero todo esto tiene una vuelta de tuerca. Le Fanu no se limita a demonizar aquello que rebasa los estándares éticos de su tiempo. En su lugar, encuentra en los rincones estereotípicamente perversos de la ficción un espacio para desarrollar tramas prohibidas. Al fin y al cabo, Carmilla es una historia de amor sáfico que explora la sexualidad femenina y sus conflictos. De no ser por el velo sobrenatural que disfraza dichos temas, le hubiese resultado imposible publicar un relato así.
Las arterias de las que bebe la fantasía gótica de Le Fanu
El primer capítulo de la novelette nos traslada a un escenario gótico en toda regla. Laura, la protagonista, nos introduce a su solitaria vida en Estiria, en el sureste de Austria. Habita con su padre un castillo aislado, un rincón de torres y arcos góticos perdido en mitad de un extenso bosque. Por si fuera poco, en las inmediaciones del lugar hay una aldea en ruinas donde descansan las tumbas de una familia que cayó en desgracia: los misteriosos Karnstein. Torres, ruinas y criptas desoladas conforman el melancólico marco de la narración.
Tiene sentido que, como producto de la época victoriana, Carmilla se viera influenciada por el resurgimiento del horror gótico del siglo XIX. De hecho, Le Fanu reproduce tópicos de las obras de Horace Walpole, Ann Radcliffe, Mary Shelley y las hermanas Brontë, entre otros. Además de la arquitectura gótica de los espacios, elementos visuales como la naturaleza salvaje y los paisajes nocturnos acentúan esta ambientación que Jane Austen parodiaba en Northanger Abbey.
También cabe destacar el hecho de que la protagonista sea una mujer y se traten temas sociales polémicos desde la perspectiva de ella. La mirada femenina ha tenido un papel esencial en la ficción gótica desde sus inicios, y muchos productos audiovisuales de la actualidad se han inspirado en esta visión. Como ejemplo, la famosa imagen de una joven en camisón blanco que camina por los oscuros corredores de un castillo, candelabro en mano, que hoy se sigue reproduciendo en películas como Crimson Peak.
Así como Le Fanu se inspiró en ciertas corrientes literarias para concebir a Carmilla, esta obra asentó un precedente que sería imitado hasta la sociedad. Al fin y al cabo, se la considera la primera novela moderna de vampiros. De hecho, Bram Stoker tomó prestados muchos elementos de Carmilla, como la estética de las mujeres vampiras. También repitió la mezcla de narraciones en primera persona de distintos personajes mediante diarios, cartas, etcétera, que Le Fanu a su vez tomó del incipiente género detectivesco. Otros aspectos del lore vampírico de Carmilla quedaron abandonados, como el hecho de que el ataúd de los vampiros contuviese unos centímetros de sangre.
Disección de un relato fragmentado
Una vez examinada la tierra en la que germina la historia, queda ver cómo esta se desarrolla. En esencia, la trama es simple. Tras un accidente de carruaje, una joven enigmática irrumpe en la vida de la protagonista. La nueva huésped del castillo responde al nombre de Carmilla, tiene un aspecto pálido y enfermizo y presenta algunos comportamientos extraños.
Las dos jóvenes pronto entablan una relación estrecha que linda con la obsesión. Además, Laura comienza a tener sueños y visiones nocturnas en las que siente que alguien se cierne sobre ella y le clava dos finas agujas en el cuello o en el pecho. Amiga… date cuenta.

A pesar de que la historia parezca sencilla y transparente, la forma en la que se configura le añade cierta oscuridad. La novelette es un espejo roto que se compone de diferentes perspectivas y proyecciones. El motivo principal de este fenómeno es la presencia de una serie de voces narradoras donde prima la subjetividad.
El propio título nos anticipa que la historia no será retratada de forma objetiva, pues Carmilla es el nombre que la vampira adopta en su estancia con la familia de Laura. Más adelante se nos revela que su nombre original era Mircalla, después se hizo llamar Millarca y, finalmente, Carmilla. Esto se debe a que su maldición vampírica le prohíbe adoptar un nombre que no se componga de las mismas letras, por lo que utiliza anagramas para cambiar de identidad. Sin embargo, incluso después de conocer que la joven se trataba realmente de Mircalla, la condesa de Karnstein, Laura sigue refiriéndose a ella como Carmilla. A través de este detalle, Le Fanu acentúa la mirada personal de la protagonista en la narración.
Además, hay una serie de elementos que jamás llegan a esclarecerse en el texto. Le Fanu planta varias semillas a lo largo del relato, pequeñas incógnitas a las que nunca da respuesta. Un ejemplo de ello es el hecho de que desconocemos cuál es la relación entre Carmilla y las personas que viajan con ella en el carruaje. ¿Son otros vampiros? ¿Personas contratadas para llevar a cabo el engaño que permite a la joven introducirse en una casa? Hay una figura especialmente inquietante, una misteriosa mujer que, por algún motivo, no sale del carruaje volcado y en cuya presencia solo repara una persona. Nadie vuelve a mencionarla en ningún momento.
Por si fuera poco, algunos de los personajes que transmiten parte de la historia distorsionan la realidad por su carácter ingenuo. Es el caso de la protagonista y su padre, con una inocencia y una bondad tan desmesuradas que les impide ser conscientes de los hechos más evidentes. Son incapaces de percibir la maldad a su alrededor, lo cual los vuelve increíblemente vulnerables. Por ejemplo, cuando Laura despierta y ve a Carmilla cubierta de sangre al pie de su cama, su impulso es salir en busca de ayuda porque piensa que alguien ha atacado a su compañera. Ni siquiera sospecha que esa sangre pueda ser la suya. La chica hace lo que puede, pero no es la más espabilada del lugar.
Hay otro pasaje ligeramente desquiciante en el que Carmilla desaparece de su habitación, que está cerrada con llave y tiene las ventanas selladas. Cuando vuelve alegremente como si no hubiese pasado nada, el padre de Laura llega a la conclusión de que es sonámbula y se ha perdido por los pasillos. Realmente no hay nadie al volante.
De todas formas, es lógico que un relato que habla de la pérdida de la inocencia se transmita a través de unos ojos que no ven la oscuridad del mundo. Este espejo refleja el tópico de la virgen pura a la que una fuerza externa, en este caso la inmortal Carmilla, trata de corromper. No obstante, Le Fanu invierte ese tópico para contar una historia de amor prohibido en la que el bien y el mal no está tan polarizados como cabría esperar.
Luces y sombras de un romance sobrenatural
Carmilla es un paseo a través de un castillo en ruinas. La luz de la luna rasga los tejidos de la noche para volver a desaparecer tras una capilla o una muralla solitaria. Destellos y sombras, vida y muerte… Como el disco plateado, el campo semántico de la luz y la oscuridad baña todos los aspectos de la historia, desde los escenarios hasta los personajes y su psique.
Independientemente de la voz que esté narrando la historia, lo sobrenatural se refleja a través de un imaginario de sombras y oscuridad. Carmilla, de cabello azabache y ojos negros, representa la muerte. Además, varios personajes la ven transformada en una especie de animal o criatura de color negro. En contraste, Laura suele aparecer envuelta en un halo luminoso. Con su melena rubia y ojos celestes, personifica la luz y la inocencia.
Le Fanu deja claro que no se trata de un posicionamiento moral, pues Carmilla afirma lo siguiente: «I don’t know which should be most afraid of the other/ No sé cuál de las dos debería sentir más miedo de la otra». Mortales o inmortales, Carmilla y Laura representan dos esencias diferentes en un espectro que no necesariamente entiende del bien y del mal.

La protagonista recorre ese espectro sin comprender muy bien qué lugar debería ocupar en él. No percibe la oscuridad como un rasgo inherentemente negativo, al menos no cuando se trata de Carmilla. Su simultánea aversión y fascinación por lo oscuro responde a la naturaleza dual de sus sentimientos por la vampira.
Hay una parte de vergüenza y autocensura en el comportamiento de la protagonista. Se siente atraída por Carmilla, pero también está asustada y no comprende cómo puede ocurrirle eso con otra mujer. Además de la evidente tensión sexual y los gestos de afecto que comparten, las dos jóvenes se embarcan en una relación claramente romántica que no necesita ser definida como tal para ser real. Y todo esto en un contexto histórico en el que se veía a las mujeres como seres prácticamente asexuados. De ahí los matrimonios bostonianos y la aceptación social de las mujeres siendo “cariñosas” entre ellas.
Pues bien, algo similar sucede con Laura y Carmilla, que se profesan su amor abiertamente pero siempre con un ligero halo de ambigüedad. Sin embargo, la naturaleza sáfica de su lazo se reafirma constantemente con frases de lesbianas victorianas intensas como la siguiente: «if your dear heart is wounded, my wild heart bleeds with yours/ si tu querido corazón está herido, mi corazón turbulento sangra junto al tuyo». Cero unidades de heterosexualidad hay en estas palabras.
La tragedia como estaca al lesbianismo en Carmilla
A ojos de los lectores originales, el vínculo entre Laura y Carmilla resultaba demoníaco, tanto por el aspecto sobrenatural como por el desafío a los estándares heteronormativos. No obstante, quien lea más allá del vampirismo y los espíritus que acechan en la noche encontrará una relación basada en el cariño y el afecto. El autor utiliza las imágenes de la joven virginal y la mujer fatal, los polos opuestos según la moral religiosa del siglo XIX, para hablar de un amor real, genuino y eterno. Surge entonces la pregunta de por qué, entonces, la vampira es cruelmente asesinada y nunca alcanza la redención.
La muerte de Carmilla es violenta y despiadada, configurada específicamente para satisfacer a aquellos que la contemplaban como un monstruo sacrílego y querían verla sufrir. Atraviesan su corazón con una estaca, la decapitan, queman sus restos y esparcen sus cenizas en el río. Visualmente, es una demostración de fuerza desmesurada sobre el cuerpo de una adolescente indefensa, reflejo de un odio visceral hacia la otredad. No es difícil extrapolarlo a otros ámbitos, tanto en el siglo XIX como en la actualidad. No hay más que ver el conocido “síndrome de la lesbiana muerta” que se sigue perpetuando en la ficción hoy en día.
Le Fanu no hubiera podido publicar esta historia si Carmilla, el supuesto personaje antagonista, no hubiese recibido su castigo. Sin embargo, el escritor consiguió eludir la censura en cierta medida. Así, escondió una segunda versión del final para mitigar la crueldad con la que se ejecuta a la joven vampira. El texto cierra con un apartado en el que Laura reflexiona acerca de los hechos tiempo después de que todo terminase. Tras describir el traumático asesinato de Carmilla, la protagonista expresa los sentimientos agridulces que le provoca el recuerdo de la vampira.
Se debate entre conservar la imagen de la hermosa joven que la cautivó o el demonio que vio manifestarse en las ruinas de la familia Karnstein. Las últimas líneas dan a entender que, finalmente, se reconcilió con su memoria. Admite que, de vez en cuando, se despierta con la sensación de escuchar los ligeros pasos de Carmilla junto a la puerta. Puede que sea producto de su imaginación, o que el espíritu de la vampira se haya quedado a su lado, acompañándola y protegiéndola por el resto de sus días. En cualquier caso, es una imagen reconfortante que alivia el dolor de su final.