La historia detrás del corto de Ghibli y Grogu

Profundizamos en la histórica colaboración entre el Studio Ghibli y Disney.
Zen Grogu y los hollines

Studio Ghibli felicita a Disney+ por su tercer aniversario con Zen – Grogu y los Hollines. El estudio de Miyazaki sintetiza en tres minutos el respeto que se profesan los gigantes de la animación con una estética minimalista en plena sintonía con el mensaje.

Un anuncio inesperado

Un día antes de la celebración del tercer aniversario de Disney+, Studio Ghibli sube a Twitter una foto de una figurita de Grogu sobre el lema mandaloriano: «Este es el camino». Al fondo, desenfocado, se puede ver a Hayao Miyazaki.

Sin embargo, lo que podría ser un simple mensaje de felicitación del estudio nipón a su homólogo americano, no se queda en eso. Conforme avanza el día, los mensajes crípticos se suceden para deleite de los fans. En una publicación ya eliminada, podíamos ver un pequeño vídeo con los logos de Lucasfilm, la productora de Star Wars, y Studio Ghibli.

Horas más tarde, por fin se confirma la colaboración entre los dos estudios cuando sale a la luz el cartel de Zen – Grogu y los Hollines. El primer cortometraje conjunto de Ghibli y Disney se publica el 12 de noviembre de 2022, veintiséis años después de que empezara la relación entre ambas compañías.

La creación de Zen – Grogu y los Hollines es un gesto importantísimo entre Ghibli y Disney

Studio Ghibli y Disney se conocen desde hace mucho tiempo. En 1996, la productora de animación americana se convirtió en distribuidora de los productos de Ghibli. Sin embargo, la relación entre ambas empresas ha dado más problemas que alegrías a la casa de Totoro. En Disney nunca llegaron a entender que las obras de los japoneses no responden a los esquemas hollywoodienses y eso hizo que traicionaran varias veces el acuerdo firmado. Cambios en la longitud de los largometrajes, en los diálogos, en la música y la falta de cuidado con que trataban la obra de Miyazaki y otros directores, hicieron que Ghibli terminara deseando librarse del contrato.

Studio Ghibli no siempre tuvo la solvencia de la que dispuso a partir de El Viaje de Chihiro. La ganadora del Oscar a Mejor Película de Animación en 2003 permitió a la compañía abrir fronteras y conseguir una notoriedad inusitada. Pero, hasta entonces, la obra de los japoneses era bastante desconocida para el público occidental. Aun así, la crítica siempre ha sido benevolente con la obra de Miyazaki y Takahata, lo que hizo que se pudiera considerar de culto en muchos aspectos.

Ghibli y Pixar

Studio Ghibli, sin embargo, siempre ha mantenido una relación estupenda con Pixar. De hecho, en Toy Story 3 (2010) podemos ver un gran Totoro de peluche. Por otra parte, en El viaje de Chihiro una farola saltarina nos remite al flexo de Pixar. Ghibli ha ido vadeando distintos problemas a lo largo del tiempo, pero nunca ha perdido ni su esencia ni su mensaje. Así que, cuando les fue posible, acabaron por acordar distribuciones con otras compañías menores.

En 2006 Disney fagocitó a Pixar. Podemos suponer que eso facilitó la reconciliación entre Ghibli y la gigante americana. O quizá no tenga que ver. El hecho es que, de un tiempo a esta parte, Disney ha vuelto a rondar al estudio japonés llegando incluso a distribuir El viento se levanta (2013). Aunque esa vez solo fuera en Estados Unidos y Canadá.

Aun así, y aunque las aguas se hubieran calmado, sorprende que no sea Disney+ quien tiene en su catálogo las películas de Ghibli y sí Netflix quien las ofrece. O quizá no sorprenda tanto. Quien conozca un poco la trayectoria de Miyazaki sabe que su vida son sus películas. No es probable que sea de los que se olvidan de las traiciones a la primera ocasión.

La creación de este cortometraje, por todo ello, supone un gesto de deferencia valiosísimo desde el punto de vista de Studio Ghibli a Disney. De hecho, ese y no otro es el argumento que llena los tres minutos de duración de esta preciosa pieza de animación.

Zen – Grogu y los Hollines: La creatividad en manos de maestros

Un día antes de la salida del corto pudimos tener conciencia de su existencia y, una vez visto, cientos de personas se quejan del hype que se ha creado alrededor de su publicación. Resulta difícil entender quién consideran ellos que ha creado el hype. Ghibli no necesita crear ninguna expectativa, ellos son expertos en crear obras de arte.

Como veníamos diciendo, detrás de este cortometraje hay muchísima enjundia que puede pasar desapercibida para quien no conozca la relación entre Ghibli y Disney. De hecho, aunque Miyazaki no aparezca en los créditos, sabemos que él tiene la última palabra en su estudio. Además, el hecho de que él mismo aparezca en la primera foto posteada en las redes sociales, es una clarísima declaración de intenciones.

Zen está dirigido por Katsuya Kondo, quien trabajó para Disney y luego formó parte de Studio Ghibli hasta 1992 siendo, por ejemplo, animador en títulos como El castillo en el cielo (1986), Mi vecino Totoro (1988) o Porco Rosso (1992). Posteriormente se desvinculó del estudio, aunque ha seguido trabajando asiduamente con ellos en otros proyectos como freelance.

El cortometraje tiene un estilo minimalista, de factura tradicional sin animación digital y con una estética cercana a la acuarela. La música que lo acompaña viene de la mano de Ludwig Göransson, compositor de la banda sonora de The Mandalorian y ganador de un Emmy por la misma. De hecho, viene a ser una reducción del tema principal de Grogu en la serie de Star Wars.

Grogu y los susuwatari: dos especies pequeñas, curiosas y traviesas

En Zen vemos a un Grogu que medita, algo que tiene muchísima importancia en el argumento de The Mandalorian. No en vano, verlo así ha provocado a los espectadores de la serie algún mal rato. Por una esquina aparecen unos cuantos susuwatari curiosos. Los fans de Ghibli ya los conocen: son esquivos, huyen de los humanos (excepto de aquellos que les caen especialmente bien), pero siempre les puede la curiosidad. Y Grogu parece un ser tranquilo, así que intentan molestarle. Buscan juego.

Los fans de The Mandalorian saben que Grogu no se diferencia mucho de esa descripción que hemos hecho de los duendes del polvo. Grogu es una criatura pequeña, traviesa y noble. Si dejas de mirarle más de dos segundos, lo mismo se ha comido a media futura familia de alguien. Está en la edad, unos 50 años, en la que los niños no paran de intentar acabar con su propia vida y la de los demás.

Grogu se hace de rogar, pero pronto congenia con las bolitas negras. Ellas solo quieren jugar y, como hacen con Chihiro, agradarle. Después de una corta persecución, captan su atención, se ponen a la altura de Grogu y le ofrecen una flor. Una flor que, por supuesto, Grogu acepta y agradece. Y, como pasa con las relaciones puras de los niños, ya son amigos y entran en armonía.

Collage Zen - Grogu y los hollines
Imagen: Disney +

Enso: símbolo de la plenitud de lo simple

Grogu se despide de nosotros haciendo un círculo con el brazo que luego se queda sobreimpreso en la imagen. Así se nos despide. Ese círculo es el Enso, un símbolo japonés fuertemente relacionado con el Zen. El Enso significa la plenitud de lo simple, y qué si no es este cortometraje. La apertura remite a su participación del infinito, el formar parte de algo más grande.

Ghibli homenajea a Disney dejando patente el profundo respeto que este estudio siente por la casa que compró a Lucasfilm y a Pixar. Acepta que Grogu podría ser uno de sus personajes, lo hace suyo sin tener que reinterpretarlo. Porque la historia de Grogu llega a la profundidad que imprime Miyazaki en sus protagonistas. Ghibli le regala una flor a Disney y, además, acepta ser consciente de que ambos trabajan plenamente por sus proyectos. No hay nada más simple que la reverencia al trabajo que sale del corazón. Solo así se puede formar parte de la historia, del infinito.

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