Esta crítica de La casa del dragón 1×04 (El rey del Mar Estrecho) es como la noche, es oscura y alberga horro… spoilers.
A pesar de la acción, la sangre o el sexo, Canción de hielo y fuego no deja de ser, en esencia, un drama político. Su fuerte son las intrigas y para ello se necesitan entregas de transición que ahonden en personajes que luego pueden morir en un abrir y cerrar de ojos. Asumiendo esto, el cuarto episodio del spin-off de Juego de tronos seguro que no es tan rápido como parte del fandom fantástico suele gustar. Sin embargo, La casa del dragón 1×04, dirigido por Clare Kilner y titulado El rey del Mar Estrecho, toma una cierta pausa que las tramas de la producción agradecen.
Rhaenyra y Daemon, incestuoso alto voltaje

La heredera al trono de Poniente tiene en asumir su papel social su mayor escollo. No deja de ser una adolescente que ha visto morir a su madre por cumplir su deber mientras su padre le dejaba hacerlo por lo mismo. Lógico que le haya quedado trauma. De esta forma, lo de encontrar un consorte no le gusta lo más mínimo. Esto da pie a una cómica escena en la que la joven rechaza a varios pretendientes.
Daemon (Matt Smith), por su parte, se presenta en Desembarco del Rey tras un tiempo disfrutando de su largamente trabajada victoria en los Peldaños de Piedra. Lo hace con la corona del mar Angosto, pero esta vez muestra su mejor cara cediéndola al monarca de Poniente. Para variar, los hermanos disfrutan juntos y hacen las paces por un rato.
Como personaje Daemon destaca por ser cambiante y sumamente impulsivo. Hasta el punto de la confusión. No hay duda que a Matt Smith le ha caído un caramelito, pues estas interpretaciones suelen situarse siempre entre las favoritas de crítica y público. Ya se sabe, ir de oscuro siempre se toma por ser más profundo y complicado de lo que en realidad es. Esto viene a cuento porque la actitud del personaje en La casa del dragón 1×04 parece una carretera de montaña, giro tras giro.

Tras la hermandad con Viserys (Paddy Considine) viene su faceta de tío con Rhaenyra (Milly Alcock). Aconseja cómo asumir el matrimonio a la joven, de forma pragmática, al tiempo que la anima a no dejarse paralizar por el miedo a lo que pueda pasar. La responsabilidad y la buena guía sigue cuando ambos recorren de incógnito las calles de Desembarco del Rey. Cabe decir que la escena del teatro, que le muestra a la heredera que no es querida por el pueblo, no termina de coger fuelle y se alarga en exceso.
Por desgracia, la adolescente como es lógico tiene sus pulsiones carnales y acaba con Daemon en un burdel. Más allá de sentir cositas en general, se ve seducida por su tío, que corta antes de tiempo. Harta de su papel de heredera, en su regreso a la Fortaleza Roja acaba acostándose con un perplejo ser Criston Cole (Fabien Frankel). Su protector y parte de la Guardia Blanca, acaba de violar sus votos por orden real.
Caídas en desgracia en la corte de Viserys

Otto Hightower (Rhys Ifans), suegro y Mano del Rey de Viserys, lleva tiempo disputando un juego peligroso. Pese a su buen servicio, demostrado de nuevo en este episodio con una escena en la que alerta sobre el riesgo de una alianza entre las Ciudades Libres y los Velaryon a raíz de la victoria en los Peldaños de Piedra, su ansia por intrigar le acaba costando caro.
El guion empezaba a pedir que esto pasara, pues se intuye que el rey más que no darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor deja pasar los asuntos por alto. Así, cuando la escapada de la heredera y su flirteo con Daemon llegan a los oídos de Otto, este intenta forzar la situación para atacar a Rhaenyra. Con Alicent (Emily Carey) escuchando de fondo, la cuestión sobre la virtud de la princesa se salda con un Viserys enfurecido y Hightower sin la confianza real.
El incesto no es algo raro en la realeza real y mucho menos entre los Targaryen, no hay más que ver a Aegon el Conquistador y sus hermanas-esposas, quienes junto a sus dragones conquistaron casi todo Poniente. Esto no quita que Viserys sienta una gran ira contra Daemon. La camaradería anterior desaparece cuando el hermano pequeño regresa a palacio y se enfrenta al rey. Su chulesca propuesta de desposarse con Rhaenyra lleva a su expulsión de la corte, a una vuelta forzada con una esposa a la que odia.
Los actos conllevan consecuencias

Alicent se ve envuelta en una espiral muy dolorosa con todo lo descrito. Emily Carey logra transmitirlo a la perfección en sus escenas. Debe elegir entre creer a su padre y a la que seguramente sea su única amiga. Se decanta, tras una notable conversación en la que la actriz se complementa a la perfección con Milly Alcock, por la versión de Rhaenyra. Aunque en esencia no miente, ya que asegura que no pasó nada con Daemon, oculta que efectivamente perdió la virginidad pero con otro. Asimismo, el pesar de la joven se puede contemplar literalmente cuando su marido la manda llamar para tener sexo en mitad de la noche, mientras , algo que no le agrada en absoluto pero ante lo cual se resigna. Habitualmente esta actitud acaba derivando más adelante en personajes maquiavélicos y la inocente Hightower seguramente lo terminará siendo.
La toma de partido de Alicent ayuda también a que Viserys decida qué hacer. Primero, tiene una nueva charla de padre comprensivo con Rhaenyra y le deja claro que lo que importa es hacerse cargo del profético secreto que oculta la daga de Aegon. Sin duda, el arma es el actor más continuo en el universo audiovisual de Canción de hielo y fuego, teniendo en cuenta que en Juego de Tronos va de las manos del asesino de Bran a protagonizar la lamentable muerte del Rey de la Noche. Reticente, la heredera parece aceptar su destino. A cambio, estalla contra Otto Hightower. En todo caso, la suerte del mismo estaba echada.

El previsible giro argumental de este cuarto episodio de La casa del dragón consiste en que Viserys se enfrenta a su Mano del Rey y lo destituye. No importa sus súplicas, ya que el monarca ha acabado reconociendo que las visitas de Alicent fueron un pasatiempo perpetrado por el padre de la misma. Pese a ello, su amor será para su anterior esposa y su heredera sigue siendo Rhaenyra. Ambos personajes, bien construidos en base a escenas como esta, toman rumbos distintos. Pero Viserys demuestra que confiar no es creer del todo y manda un té abortivo a su hija, para asegurarse de que el status quo se mantiene.
De esta forma concluye el cuarto capítulo de La casa del dragón. Sigue cimentando las bases para el conflicto que está por llegar en base a personajes atractivos y buenos diálogos. La falta de acción no es tanto un fallo como una cuestión de gusto. Lo que si chirrían a veces son las elipsis temporales, que a pesar de entenderse son algo bruscas. Sea como fuere, la precuela de Juegos de tronos encara un cierre intermedio con el viento a favor.