Esta crítica de La casa del dragón 1×09 (El consejo verde) es como la noche, es oscura y alberga horro… spoilers.
El octavo episodio marcó una cota de calidad a la altura de la primera temporada de Juego de tronos o el libro homónimo. De esta manera, el reto para La casa del dragón 1×09, llamado El consejo verde, era grande. El equipo a cargo del showrunner Ryan Condal, personificado en este caso la directora Clare Kilner y guionista Sara Hess, lo tenía previsto. Así, se logra una entrega que, aunque acusa no pocos errores, sigue apuntando alto. El fallecimiento de Viserys (Paddy Considine) y su irónico último error revelando la profecía a Alicent (Olivia Cooke) cuando creía que era su hija ha supuesto que haya movimiento. Un levantamiento de cartas a lo largo de una noche repleta de intriga.
Una regente en busca de excusas

Todo el noveno capítulo de La casa del dragón gira en torno a la interpretación que Alicent quiere dar a las últimas palabras que le dijo su esposo. Lo que desveló de la Canción de hielo y fuego a la descolocada regente supuso un espaldarazo a las ambiciones de la misma. Nunca está claro si realmente la reina cree que Viserys cambió de opinión o si simplemente ha elegido creer. No importa, porque decide poner en marcha la rueda de la traición a Rhaenyra (Emma D’Arcy).
Escudada en las palabras de Viserys, Alicent busca desesperadamente autojustificarse a lo largo del capítulo. Ya no se ve la histeria del sexto episodio. Se observa a una mujer que intenta mantener sus estándares morales intactos al tiempo que cumple sus objetivos de ambición. Excusas, pero que le valen para sostener una vida repleta de contradicciones.
A lo largo de esta entrega se observa que su intención no es otra que la de pasar de títere a tener el mando. Queda claro cuando se enfrenta a Otto (Rhys Ifans), su padre, tras vencer en una carrera por ver quién encontraba al nuevo rey primero. Él señala que invertir a su hija como activo fue un sacrificio. Pero ella lo ve de otra forma. El traspaso de poder resulta cristalino y tan íntimo como aquella escena en que su versión joven se comía los dedos de la ansiedad.

Su escena con Rhaenys (Eve Best) también es esclarecedora y poderosa en el guion. Mientras que la todavía regente juega la baza de la sororidad, la Reina que no fue le señala lo obvio: que está al servicio de hombres y lo lleva estando siempre. Que le venga con otra, vamos. Esta conversación, anterior a la mencionada con Otto, será la que le espolee a plantar cara a su padre.
Saltando de nuevo, al final de La casa del dragón 1×09 en esta ocasión, queda la más repugnante de las situaciones a las que se enfrenta Alicent. Informada por Larys (Matthew Needham) sobre la red de espías que plaga la Fortaleza Roja, la reina se descalza para que su aliado se masturbe mientras ella mira a otro lado. Un resumen perfecto de la vida del personaje. De aquello a lo que quiere renunciar a través de manejar el reinado de su hijo. Una oportunidad que merece malinterpretar las palabras que sean necesarias.
El terror de Otto

Alicent es el epicentro de un episodio que recuerda a dramas políticos protagonizados por la Casa Blanca y la CIA, pero alrededor todo se mueve con fluidez. El inicio, un sugerente juegos de planos casi vacíos que juegan con el viento para mostrar como corre la noticia del fallecimiento de Viserys, da paso a un Consejo Privado de urgencia. Allí, Otto destapa sin pudor el plan que él y buena parte del resto de consejeros tenía previsto.
La reina no estaba al tanto, como títere que ha sido desde su adolescencia. Porque no solo la charla con Rhaenys motiva a la joven a rebelarse. También está el hecho de que Otto Hightower quiera instaurar un reinado de terror matando a Rhaenyra y su familia antes de que puedan reaccionar. Esto supera los límites de las excusas de su hija, del Lord comandante Westerling (Graham McTavish) que renuncia a su capa y de Lord Lyman Beesbury (Bill Paterson) que se niega a creer que Viserys nombrara a Aegon (Tom Glynn-Carney) heredero. El pobre muere a manos de un Criston Cole (Fabien Frankel) que sigue haciendo de los ataques de rabia su modus operandi.
Antes de que sea superado por su hija, Otto se encarga de purgar a los nobles que no se atengan a su causa. Se muestra el resultado de intentar ayudar a Rhaenys cuando Allun Caswell (Paul Hickey) intenta escapar del cerco que se ha puesto a la Fortaleza Roja y es ahorcado. Sus métodos solo se verán cercados por la victoria de Alicent en la búsqueda de un Aegon desaparecido.
El rey que no quiere ser está perdido

Como era previsible, Aegon no está en casa cuando todos sus conocidos deciden nombrarle rey. Está de jarana y hay que buscarle. La referida carrera por hacerse con él la comandan como ya se dijo Otto y Alicent. Quienquiera que lo encuentre se hará con su control y ordenará o no la muerte de la legítima heredera.
Por parte de la Mano del rey van los hermanos Erryk y Arrik Cargyll (Elliott Tittensor y Luke Tittensor), casi imposibles de distinguir lo que lleva a momentos de gran confusión. Por Alicent la búsqueda la comandan Criston Cole y Aemond (Ewan Mitchell). Amen de momentos cercanos a la sitcom entre los dos últimos, que muestran una relación paternofilial obvia, se deja claro que ninguno quiere a Aegon como monarca. Erryk se muestra especialmente preocupado cuando descubre que suele ir a ver peleas entre niños. El hijo tuerto de Viserys cree que él sería un dirigente más preparado.
La sorpresa viene cuando resulta que Mysaria (Sonoya Mizuno), ahora el Gusano Blanco, tiene retenido al ahora heredero. Descuadra que se muestre, al ser una maestra de espías. Pero lo hace solo ante Otto, que accede a cerrar el antro de peleas entre niños a cambio de la localización de su nieto. Pese a ello, la traición de, creemos, Arryk, hace que finalmente venzan Cole y Aemond. Resulta enternecedor ver cómo Aegon intenta convencer a su hermano de que le mande en un barco fuera de Poniente y gobierne él. Pero no, amigo.
El giro que todo episodio 9 necesita

Lo de que la revelación de Viserys a Alicent es un MacGuffin parece confirmarlo que el mismo Aegon se ríe cuando su madre le cuenta el asunto. Solo cuando ella le muestra la daga de su antepasado parece ceder a la idea, aunque esto no es sino una manipulación de la reina. En todo caso, el joven acaba siendo coronado como segundo de su nombre en el Pozo Dragón. El lugar fue antes un septo y sirve para presentarle como si fuera una personificación del mismo hombre que conquistó Poniente junto a sus hermanas y dragones. Usan la corona de Aegon el Conquistador, puesta sobre el chaval por Criston Cole, así como su espada.
Pero no todo va a salir bien. Rhaenys había sido liberada por Erryk (creemos), harto de los desbarates de los Hightower. La convocatoria forzada de público a la coronación, sin embargo, les separa y lleva a la señora al Pozo Dragón, donde se encuentra su dragón Meleys. Demasiada conveniencia por parte del guion.
Este casi Deux ex machina da pie a que la Targaryen pueda entrar en la estructura y colarse en la guarida de su bestia. Es raro que no hubiera guardias en medio. Sea como fuere, cuando Aegon se lo está empezando a creer, irrumpe en escena una espléndida Rhaenys (¿la armadura de dónde sale?) sobre Meleys rompiendo el suelo.
El resultado, aparte de unas cuantas decenas de muertos como mínimo, es que los Verdes se ven indefensos ante la Reina que no fue. Todos sabemos que no los va a asar, porque la serie va a tener cuatro temporadas. Solo les asusta, les muestra que esto no va a ser rápido y, en última instancia, que respeta a Alicent. Elige no matar, pero a los de su clase. Porque a los asistentes de la plebe le ha dado igual reventarlos.
La casa del dragón 1×09, sólido pero con elementos rechinantes

El ambiente de caos y de intriga que sigue a la muerte de un dirigente derivada en golpe de estado está perfectamente plasmada en el noveno episodio de La casa del dragón. Para ello se sirve de tópicos del género dramático-político. Algunos, sin embargo, se le van de las manos.
Como las conveniencias para que Rhaenys recupere a Meleys y equilibre las fuerzas en lo tocante a dragones entre Verdes y Negros. El MacGuffin del error de Viserys solo es pasable si es tal. En caso contrario, es un agujero muy serio. Con todo, la serie hace bien no dejando los asuntos así claros. El espectador hará bien dejando así todo y no indagando en explicaciones fuera de pantalla.
También resulta algo desconcertante que el pago d Alicent a Larys sea sexual, aunque es un motivo muy habitual en la historia. Lo peor, en todo caso, es lo que pasa casi de continuo en este spin-off de Juego de tronos. Falta tiempo, como señaló el mismo R.R. Martin. Eso lleva a que en ocasiones la confusión sea enorme, como en el caso Arryk/Erryk. Esto da pie a líneas forzadas en los diálogos, pero son errores frutos de las características de la televisión moderna, tendiente a temporadas muy cortas.

Volviendo a lo positivo, el conflicto entre Verdes y Negros se complementa con otro. Se tarta del que hay entre un pueblo harto de imbecilidades y sus dirigentes por la gracia de haber nacido en una casa noble. Tras los años de Viserys el Pacífico, como es apodado el rey interpretado por Paddy Considine, están acostumbrados a la paz y a la prosperidad. Así, a buen seguro servirán como árbitros de un conflicto entre cuatro gatos. Uno que les arrastrará a la guerra sin haberlo pedido.