Con la llegada de su season finale, la tercera temporada de Warrior ha demostrado que merece seguir en parrilla. Diversificando su interés, dando al mismo tiempo peleas magníficas y desarrollos de personaje efectivos, sigue asentada como una de las mejores, sino la mejor, opciones de acción de la televisión actual. Un todo que clama renovación, pero que por sí mismo ha conseguido brillar en una casa tan prestigiosa como HBO.

Vísteme despacio que tengo prisa
Los primeros episodios de Warrior se tomaron todo el tiempo del mundo para asentar las bases del resto de tercera temporada. Luego llegaron puntos álgidos seguidos de descansos hasta culminar en un capítulo final que está entre los mejores de la serie. Una decisión por parte del equipo creador que ha permitido cimentar del todo a su conjunto de personajes.
Con el pasar de las entregas, desde la primera temporada, la ficción ha sabido darse valor más allá del «basado en los escritos de Bruce Lee». Este elemento, fantástico en lo promocional, es con lo que parece que se han quedado muchos medios. Warrior lo explota, con Shannon Lee pasando de los despachos al set de rodaje para hacer un cameo en el sexto episodio. También con el estilo marcial de Andrew Koji, que da más de un golpe al estilo del inspirador de la ficción.
Por eso destaca la decisión narrativa de considerarse un correcto drama además de un show de artes marciales. La inversión en la creación de personajes vista anteriormente se expande. Gracias a ello se le pone fácil a la audiencia entrar en las cuitas de Chinatown, o San Francisco. El interés hace que los golpes de guion tengan efecto. Que el season finale tenga ese aura definitiva pese a dejar futuras tramas de interés en el horizonte. Calmar el ritmo, en el global, ha mejorado a Warrior.
Más racismo y xenofobia que nunca en Warrior
Este neowestern mezclado con el cine de acción de Hong Kong siempre ha tratado la identidad racial con intensidad. El racismo y xenofobia contra la población china fue atroz en el Estados Unidos de finales del XIX y la primera mitad del XX.
El Acta o Ley de Exclusión China ha cobrado protagonismo, aunque solo sea como una amenaza que sobrevuela Chinatown. La normativa prohibió en 1892 la inmigración china en casi su totalidad. Se extendió hasta 1943 y las leyes para evitar matrimonios mixtos o naturalizaciones siguieron existiendo décadas. De haber renovación, supondrá un apocalipsis para Ah Sahm (Andrew Koji) y compañía.
Sin embargo, la temporada 3 ha decidido hacer zoom en los problemas del racismo. Casi todos los personajes chinos temen una deportación absurda, sea esta justa o no. Da igual que sean mafiosos o trabajadores honrados. La problemática se muestra como es, sistemática. Son deportaciones motivadas por el odio a una mano de obra barata y no por el mal causado por los tong.
Además, extiende las actitudes racistas y xenófobas a otros grupos que también las sufrieron. En este caso, Leary (Dean Jagger) y Bill (Kieran Bew) evolucionan de lo lindo espoleados por el odio hacia los irlandeses por parte de aquellos que se creen verdaderos americanos. Atwood (Neels Clasen) es la personificación de esta xenofobia total. En su tercera temporada, Warrior también se para en el sur confederado a través de Lee (Tom Weston-Jones) y en el machismo especialmente con Mai Ling (Dianne Doan).
Un reparto con química a todos los niveles
Si la audiencia ha desarrollado cariño por los personajes de Warrior, al reparto se le intuye algo parecido. Por un lado, se nota en los diálogos, que han cobrado más peso con la mencionada ralentización del ritmo global de la temporada. Los veteranos como Chao (Hoon Lee) o Ah Toy (Olivia Cheng) están en su salsa mientras que nuevas caras, como Catherine (Dominique Maher) o Douglas (Adam Rayner) parece que llevaran en la ficción toda la vida. Todos ellos destacan en un argumento principal basado en una trama de impresión de billetes falsos.
Las escenas de acción han estado más dosificadas, pero no han decepcionado. Al igual que John Wick, se basan en coreografías muy cuidadas y juegos de cámara tradicionales. Poco cgi y mucha preparación. Los actores se encargan en su mayoría de las tundas, sin recurrir a dobles salvo cuando es necesario. De nuevo, es una delicia para quien sea fan de la acción. El duelo Kong (Mark Dacascos)/Li Yong (Joe Taslim), la traición de Ah Sahm o la lucha contra los alemanes son las secuencias más destacadas.
Evolución y futuro
El final de la tercera temporada de Warrior deja a los personajes en una suerte de reinicio. Muchos de ellos están en un punto parecido al principio de la serie o al inicio de esta remesa de episodios. Sin embargo, las lealtades han variado y no todos han pasado el corte de la supervivencia.
Ah Sahm y Mai Ling por fin se han unido, cerrando un arco del protagonista que llevaba abierto desde el primer episodio. Él fue a Estados Unidos a reunirse con su hermana y, al fin, lo ha conseguido. A cambio, ha perdido todo lo que tenía en este país. Su primer amor está encerrada en un psiquiátrico, el segundo muerto y el tercero ha huido. Yan Mi (Chelsea Muirhead), la impresora que encandiló al héroe de Chinatown, al menos no ha acabado en una caja de pino.
Han sido tres mujeres las que han hecho despertar a Ah Sahm. Descubrir que debe ser no un delincuente sino un protector para la población china es algo que le ha costado ver. Yan Mi, Mai Ling y Ah Toy (a la que le han hecho un poco de «tortura a la lesbiana»), cada una por distintos motivos, son las que le han sacado de los Hop Wei. La líder Long Zii tampoco ha salido bien parada. Su ambición ha llevado a que Li Yong la abandone con muchos de sus hombres y cree un nuevo tong.
Con Chao presuntamente en fuera de juego, la neutralidad de Chinatown apunta directamente a Ah Sahm. En torno a él hay una guerra en ciernes. Zing ha reaparecido, los Long Zii se han dividido y los Hop Wei están aprovechando la mínima para recuperar su poder. Joven Jun (Jason Tobin) ha madurado y buscará sangre. Con Leary como líder irlandés y Buckley apoyando el Acta de Exclusión, el polvorín chino está listo para estallar.
Una tercera temporada redonda
En definitiva, la tercera temporada de Warrior ha sido un gran producto televisivo. Su narrativa ha estado casi perfectamente medida, pese a errores puntuales. Las artes marciales y el drama se han equilibrado mejor que en anteriores entregas. Sigue contando con su espectacular cabecera, su juego de idiomas y una banda sonora repleta de hip hop de tinte asiático. Con la renovación en el aire, los creadores han apostado por intentar forzarla al máximo dejando un panorama espléndido de cara a una T4. De momento, la mejor serie de acción de la televisión actual sigue conservando su trono, mirando de lejos a rivales como The Witcher.