Tras un estreno de la segunda temporada muy logrado, Fundación 2×02 sigue una línea basada en el politiqueo y el entretenimiento. Un atisbo de la oscuridad, dirigido por el creador de la serie David S. Goyer, reparte su tiempo en los tres arcos presentados. Como su nombre indica, sirve para presentar a dos personajes clave en la obra de Asimov. Un general y un mutante que marcarán el presente y el futuro de ficción.

Conmoción en la Fundación
La religión es una de las armas principales de la Primera Fundación. En un entorno similar al de la caída del Imperio romano de occidente, la fe es uno de los pocos elementos que pueden dar sentido al día a día. En esos turbulentos años hubo una desconexión entre ciudad y campo que llevó a sentar las bases del feudalismo. Así, el saber imperial continuó en oriente, pero en el oeste comenzó a premiar la subsistencia.
Lo mismo ocurre en el confín exterior de la vía láctea. En él predica Poly Verisof (Kulvinder Ghir). Sí, ese chaval de la primera temporada que salvó a Hardin y que en las novelas era embajador y gran sacerdote de Anacreonte. Ahora es un señor mayor que hace trucos en planetas que han retrocedido a una versión estereotípica de los inicios de la Edad Media. Su misión es reclutarles a través de la fe en Hari Seldon (Leah Harvey) para la causa de la Fundación. Una representación que aquí sigue de cerca a los libros. Esta estrategia, como se puede observar, está ya a punto de no funcionar ante un público resabiado.

Poly y su compañera son llamados de vuelta a Terminus. La bóveda se va a abrir y hay que ver quién habla con el holograma de Seldon. El choque entre religiosos y comerciantes es claro. Estos últimos son los destinados a heredar el control. El guardián Jaegger Fount (Holt McCallany) va de chulo y sale escaldado. La tumba del científico le consume y destruye mientras clama que busquen al prota de la historia correspondiente a esta trama en los libros: Hober Mallow. Comerciante, capitán de la Far Star, amante… Dará juego.
El hecho de que la bóveda pida un nombre concreto es problemático con el concepto de psicohistoria. Se supone que esta no va de nombres, va de tendencias galácticas. Hay posibles justificaciones a esto, claro. El cacharro llevaba abierto un rato y también capaz de interaccionar con el medio. Es posible que haya recogido información para poder adaptar un mensaje general a uno tan particular como llamar a un ciudadano. En todo caso, el personalismo no encaja bien en la ciencia ficticia de Seldon.
Sareth sigue jugando en el hilo
Trantor sigue a lo suyo. La reina Sareth (Ella-Rae Smith) no para de mostrarse insolente. Inquisitorial y sobrada a partes iguales, no duda en señalar al hermano Despunte (Cassian Bilton) que va a dejar de hacer falta. Porque Imperio (Lee Pace) tiene claro que va a ser papá. Ante Demerzel (Laura Birn) se le puede contemplar autojustificándose. Con su futura esposa, simplemente curioso y ciertamente cachondo. Las conversaciones palaciegas sobre qué hacer con los clones de repuesto, el concepto de identidad de los Cleon y demás están bien construidas.

Con su robot, que hace tanto de maternal consejera como amante, tiene una confianza que no se permite con nadie más. De cara a la galería un clon, Demerzel sabe cómo controlar a hermano Día. Eso sí, la influencia de Sareth puede jugar en contra de la androide.
Pero el Imperio galáctico tiene un problema más inmediato todavía. La Fundación sigue viva y acumulando poder. No son nadie militarmente frente a las flotas trantorianas, que aunque en decadencia siguen poseyendo un enorme poder. El nombre que surge, que hace dar palmas con las orejas a los fans de Asimov, es el de Bel Riose. La versión espacial de Belisario posee una trama de altura en los libros, similar a la de la figura histórica. Si no se quieren spoilers, animamos a no buscar más información. En todo caso, si está a la altura, el personaje puede dar un juego tremendo.
La flojera de Gaal
Mas Bel Riose no es el único gran nombre que surge en Fundación 2×02. El Mulo, nada más y nada menos, también se deja caer como es debido. Lo hace a través de una visión de Gaal (Lou Llobell), que se está convirtiendo en una versión alternativa del villano en lo narrativo. Un fruto de esa obsesiva insistencia de la serie en apuntar al individuo. Toda la escena de conexión recuerda inevitablemente a Fringe, a esos aislamientos de Olivia en un entorno cerrado. Aquí se ejecuta la asfixia trascendental.
Gaal es un personaje problemático. No solo por ser una heroína predestinada. El propio capítulo la presenta como una idiota pese a su genialidad matemática. La versión holográfica de Hari Seldon vuelve tras ciento y pico años atrapado en una prisión cibernética. Traumado, le grita a su pupila, le pregunta de qué va. Si estaba pensando. Dornick aduce que, jolines, estaba despechá’.

Las consecuencias son que no hay Segunda Fundación y por tanto nadie ha estado manipulando sutilmente a las masas para que el plan siguiera su curso. Hay desviaciones, pero lo que prima es dejar a la historia seguir su curso. Salvor está ahí un poco de miranda mientras su madre se da cuenta de que, efectivamente, ha actuado como una imbécil. El asunto, narrativamente, está cogido por los pelos pero permite que el resto de arcos tengan algo de sentido.
Seldon, Gaal y Hardin acaban así con el foco puesto en esa anomalía percibida por los poderes mentálicos de Dornick. También en fundar la Segunda Fundación, aunque llegue con más de un siglo de retraso. El segmento sigue siendo el más flojo de los tres que de momento muestra esta segunda temporada de Fundación. Los otros dos, siguen asentando esta versión libre de Asimov que apunta a consolidar sus credenciales como gran producto televisivo.