Tras el éxito de Valeria, que adaptaba precisamente el primer gran éxito literario de Elísabet Benavent, Netflix ha apostado por llevar a la pantalla Un cuento perfecto. Dirigida por Chloé Wallace, con guion de Marina Pérez, Anna Castillo y Álvaro Mel dan vida a Margot y David, los protagonistas de la historia. Una historia que, como se explicaba en la crítica del libro, ya se ha escrito muchas veces antes. La virtud del libro de Benavent es que la autora consiguió llevarla, al menos en ciertos momentos, por caminos que podían alejarla de lo trillado. No sucede lo mismo con la serie, lo que no significa que no sea perfectamente disfrutable. Vamos con la crítica de ‘Un cuento perfecto’ para repasar todo esto.
Un cuento perfecto, la última apuesta española de Netflix
Sinopsis de Un cuento perfecto
Margot (Anna Castillo) huye de su propia boda con un hombre que parece sacado de un cuento de hadas y entonces su vida se pone patas arriba. Jamás hubiera imaginado que David (Álvaro Mel) y su encantador caos pueden ayudarle a encontrar el camino, a pesar de que él mismo se siente sumido en la tristeza: el amor de su vida le ha dejado. También Margot puede ayudar a David a recuperar a su chica. Lo que sucede entre ellos, sin embargo, es algo totalmente diferente.
Un acercamiento a la ficción de Netflix

Margot lo tiene todo y David no tiene nada, como anuncia la sinopsis del libro, y este contraste entre ambos está perfectamente reflejado en los primeros compases de Un cuento perfecto. Sus vidas se contraponen y los espectadores entienden de inmediato sus diferencias, así que la ficción se pone en marcha desde el principio.
Tras unos primeros encuentros, las cámaras de rodaje se trasladan de Madrid a Grecia para llevar a la vida los escenarios de Un cuento perfecto. Es una serie veraniega que no podría haberse lanzado en otra fecha: apetece verla porque está en perfecta armonía quizá no con la realidad pero sí con los deseos. Playas paradisiacas, anhelo de desconexión, puestas de sol, bailes bajo la luz de la luna y amores de verano. Por ese lado, Un cuento perfecto sabe hacerlo bien.
Compuesta de 5 episodios, si hay que ponerle un pero a la ficción de Chloé Wallace es precisamente este: el tiempo. Muchos espectadores sentirán que se les ha quedado corta, que les ha sabido a poco. Las escenas se suceden con rapidez, una característica que dependiendo del momento deviene en virtud, por el ritmo rápido que toma la ficción, pero que en otros se siente un defecto, sobre todo porque no siempre se consigue la fuerza necesaria para que ese ritmo rápido funcione.
Una gran sorpresa, por otro lado, es el carácter íntimo de la serie. Hay miradas, silencios y caricias que carecen de fondo musical y que provocan que el espectador se sienta observando una relación a través de una mirilla. Hace mucho que Anna Castillo sea una de las intérpretes más naturales y creíbles de las que se pueden disfrutar hoy en día, con una chispa y una gracia que ojalá jamás pierda, y también que Álvaro Mel se crezca en estos momentos de intimidad.
La relación que sostiene esta historia está, como en el libro de Elísabet Benavent, bien presentada, pero siguiendo los códigos audiovisuales y no los literarios. Esto significa que es diferente, más rápida y menos detallista. También, hay que decirlo, mucho más light, menos sexual. No todo cabe en cinco episodios, pero a pesar de ello se muestra y se entiende bien el cambio en esa relación y algunos momentos provocan una sonrisa de complicidad en quien está siendo testigo de ello. Es chulo, además, ver en pantalla cómo funcionamos. Ese doble escenario en que los protagonistas imaginan lo que le dirían a quien tienen enfrente y sin embargo no se atreven, así que se sucede una segunda escena en la que apuestan por el miedo y cambian el discurso.
Con todo esto, Un cuento perfecto es perfectamente disfrutable, aunque en ocasiones falle un poco el ritmo y aunque muchos espectadores sientan que necesitan más. Si este es el caso, siempre pueden recurrir al libro de Elísabet Benavent, más completo y detallista por razones evidentes: hay más espacio para desarrollar una historia que, a pesar de haber sido contada antes, es de lo más agradable y entretenida de ver.