Crítica final de ‘The Witcher’ temporada 3, una serie siempre a punto de estallar

Siempre en el borde de subir de nivel, la ficción no llega a sacar todo lo que puede dar.
Segmento de un póster de The Witcher temporada 3

Si una palabra puede describir la serie protagonizada por Geralt de Rivia es caos. Así se llama a la magia en el universo donde ocurre, es lo que generó Henry Cavill cuando dijo que dejaba la ficción y es la palabra que mejor sirve para describir su estilo narrativo. Con el estreno de la segunda parte, el final de The Witcher temporada 3, se sigue confirmando el último punto. Porque la producción de Netflix entretenida es un rato, pero acaba convertida en un sindiós que podría haber sido mucho mejor.

Aviso spoiler 'The Witcher'

El problema de estrenar por (casi) mitades

En general, el estreno por lotes es la peor forma de lanzar series. The Witcher se ha visto seriamente lastrada por la decisión de Netflix. La plataforma reina de las maratones tiene miedo a usar métodos tradicionales si no parece que los ha redescubierto. Así, en lugar de optar por un capítulo a la semana o tirar todos a la vez, partió la tercera entrega de la ficción en dos. Primero cinco episodios, luego tres, un mes mediante.

El efecto ha sido bastante negativo. No es raro que los iniciales fueran más lentos, preparando el terreno para los fuegos artificiales de la parte final. El problema es que la división entrecorta un todo que hubiera funcionado mucho mejor en conjunto. Aunque la cuestión no afecte a quienes hayan esperado a que estuviera entera o se han ido administrando los episodios, el hecho es que el corte de ritmo es total.

Los tres últimos capítulos cuentan mucho, muchísimo más que los anteriores. En vez de avanzar suave, lo hace a trompicones hasta que le entra la quinta marcha. Fuegos artificiales que pueden contentar en lo visual, pero que hacen aguas por todas partes en lo narrativo. The Witcher ha querido ser sofisticada en su tercera temporada, pero no ha estado a la altura. El quinto, sexto y séptimo episodio son los mejores ejemplos.

Detalles que marcan la diferencia para mal

El cuidado en cuestiones nimias es lo que hace a grandes series como Juego de tronos, The last of us o La casa del dragón, por poner ejemplo recientes, ser lo que son. La coherencia interna es el elemento que permite la verosimilitud en universos que van de lo fantástico a la ciencia ficción. Por eso, los detalles no son solo easter eggs. Son elementos narrativos que permiten dar consistencia al todo.

The Witcher ha tenido elementos muy cuestionables en este aspecto. Algunos obvios, como por ejemplo eso de que Geralt (Henry Cavill) vaya a combatir a un rival poderosísimo sin tragarse una poción. Cuesta creer que un hombre tan preparado siempre la pifié así. También es difícil concebir por qué ciertos personajes son leales a sus líderes o por qué los traicionan. Fringilla (Mimi Ndiweni) o Cahir (Eamon Farren) son muestras de lo uno y lo otro. También hay errores menores de continuidad por doquier.

Por otro lado, en lo técnico, también hay detalles técnicos que hacen sufrir a la ficción. Las coreografías han caído desde la primera temporada. La mejor de esta tercera está justo al final, en lo que en un videojuego sería una misión secundaria. El gran duelo entre Geralt y Vilgefortz (Mahesh Jadu) es sangrante, especialmente si se compara con Warrior o John Wick.

Cuando se corre, no es raro caerse

En el Volumen 1 de la temporada 3 de The Witcher era la expectativa de lo que estaba por venir lo que mantuvo las esperanzas altas. Por ello, era factible tener cierta benevolencia extra con episodios como el quinto. Era fácil, como audiencia, obviar lo repetitivo del mismo y sus fallos de dirección en espera de las posibilidades que abría.

Por desgracia, todo acaba en un sexto episodio caótico como él solo. Un golpe de estado que deriva en otro, que acaba en asalto de unos, pero que luego son otros. El guion no fluye y hay que poner más atención de la necesaria cuando lo importante es prestar atención a la acción. Esta, como se ha dicho, era mejorable en sus coreos.

Hay momentos disfrutables en la batalla por Aretusa. La acción final de Stregobor (Lars Mikkelsen), que sigue siendo un impresentable pero que se va por todo lo alto con una acción heroica. También el gran hechizo de Tissaia (MyAnna Buring). Sin embargo, todo lo que rodea a Francesca (Mecia Simson) es casi ridículo. De nuevo, asalta ella misma a enemigos poderosos y se sorprende de que mueran seres queridos. Los magos, por otro lado, no son capaces de vencer a arqueros. Geralt y Yen (Anya Chalotra) están entrando y saliendo de la escuela como si no hubiera una batalla en ella. Cahir de repente cambia y Rience (Chris Fulton) encuentra un final casi ridículo.

Desiertos reales y narrativos

Si en el quinto quisieron crear una narración de tiempos cruzados, quizá siguiendo la moda Nolan, en el séptimo quisieron hacer un capítulo profundo. Las series americanas saben hacerlo estupendamente, ya sean Sin rastro o Los Soprano. Episodios sueltos que exploran la psique de un protagonista saltándose las fórmulas habituales. The Witcher, de nuevo, lo intenta pero no lo alcanza.

Ciri (Freya Allan) se ve atrapada en un desierto durante más minutos de lo que pedía el guion. Por compararlo con algo reciente, la primera temporada de Fundación hace algo parecido con Imperio y sale mucho mejor parada. El viaje místico entre penurias puede ser atrapante o aburrido y aquí tiende a lo segundo. Demasiadas vueltas, excesiva lentitud para lo que acaba pasando.

Luego queda un season finale que funciona sin brillar. En él hay politiqueo y alguna buena coreo de acción, como la mencionada antes. Sin embargo, no muestra elementos diferenciales con respecto a otros universos. Cae en un saco genérico con demasiada frecuencia.

De esta forma, la temporada 3 de The Witcher, y sobre todo su Volumen 2, ha sido un paso hacia atrás. La primera temporada fue divertida y horrorosa en lo técnico. La segunda bajó un pistón el entretenimiento loco a cambio de algo de consistencia narrativa. Esta falla más que acierta en todos los puntos de mejora. Volverá, pero desde luego, deberes le quedan.

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