Crítica de ‘Invasión secreta’ 1×02, las culpas de Fury

La serie da pasos en la dirección adecuada con su segundo capítulo.
Talos y Nick Fury en Invasión secreta 1x02

Tras un inicio entretenido pero que no supo crear apenas tensión hasta el final, Invasión secreta 1×02 ayuda a que la serie se vaya definiendo. Con multitud de detalles, Promesas, como se llama el capítulo, está dirigido por Ali Selim. Se trata de un episodio con varias tramas que beben más del género de espías que de la ciencia ficción. Fluido y con ritmo, sigue generando preguntas de cara a las siguientes entregas mientras suelta respuestas a cuentagotas.

Aviso de spoiler en 'Invasión secreta'

Las consecuencias del liderazgo

Como todo el mundo, Nick Fury tiene un lado oscuro. Un flashback en 1997 muestra cómo se aprovechó de los refugiados Skrull para obtener agentes de campo. A cambio, la oferta de una nueva casa. Es lógico que parte de los alienígenas en diáspora le acabaran cogiendo tirria. Tampoco que la madre de Maria Hill (Cobie Smulders) le cante las cuarenta. Ha perdido a su hija y exige que no haya sido a cambio de nada.

El liderazgo destruye a quien lo ejerce poco a poco y no solo por las acciones propias. En este juego de espías, a través de una escena de confesiones, Talos (Ben Mendelsohn) revela que hay un millón de sus congéneres en la Tierra. Un hecho que resquebraja la confianza del personaje de Samuel L. Jackson en su amigo. En ese ámbito, tiene otro revés grave cuando pide ayuda a James Rhodes (Don Cheadle). Su actitud es extraña, permite dudar sobre si no habrá sido sustituido incluso. Sea como fuere, al igual que Hill, le ve fuera de forma y llega incluso de despedirlo.

También sufren otros líderes de Invasión secreta en su segundo capítulo. Que se lo digan a la cabeza del consejo Skrull, Shirley Sagar (Seeta Indrani). Tras un encuentro con Gravik (Kingsley Ben-Adir) acaba expulsada de su puesto. Su valor al oponerse al líder de los terroristas le sirve para vivir, pero para nada más.

Nick Fury en 'Invasión secreta' 1x02
Los santos no dirigen agencias «secretas». | Cortesía de Disney+ España

Un foco dramático alejado del quién es quién

En la mencionada reunión se descubre que la premier británica o un alto cargo de la OTAN son Skrull. Una revelación que tiene el mismo efecto dramático que las realizadas en el primer episodio. Es decir, ninguno. Ese juego de alta tensión en los cómics sigue sin replicarse y hace intuir que los tiros irán por otro lado.

Las tramas que desarrolla Invasión secreta 1×02 llevan a un género de espías más clásico. Por ejemplo, el método de actuación que tienen los antagonistas es crear distensiones entre potencias para que estas se maten entre ellas. Una actitud digna de novela de Le Carré. Por otro lado, imitar a la perfección a personas parece un accesorio de agentes dobles tradicionales. Incluso llama más la atención la presencia de estos dentro de los propios Skrull. G’iah (Emilia Clarke) brilla en ese sentido. De momento es un personaje ambivalente y con sus cartas por jugar.

Respecto a los alienígenas verdes, sus opciones se van mostrando con paciencia. La «colecta» es algo que buscan. Además, se sabe que tienen contramedidas, al menos planeadas, en caso de que los Vengadores intervengan. G’iah, en sus investigaciones a su propio bando, permite descubrir a la audiencia que los Skrull poseen y están trabajando con ADN de superhéroes.

Gavrik y G'iah en 'Invasión secreta' 1x02
Emilia Clarke elige personajes que sufren si no sufren. | Cortesía de Disney+ España

La brutalidad como medio

La Sonya de Olivia Colman sobresale en Invasión secreta incluso visualmente. En una serie con tonos apagados, su vestimenta refulge, así como su peculiar humor. Pero sus chistes british no ocultan que es capaz de usar la violencia sin problema. Si hay que cortar un dedo para descubrir a un alien, se corta. La cámara no duda en mostrarlo, ayudando a ese tono más duro que busca la ficción. Tampoco le importa hacer hervir la sangre a un interrogado para que cante.

La barbarie no es ajena a los Skrull. En esos ataques que buscan una tercera guerra mundial de la que aprovecharse son capaces de llevarse la vida de 2.000 personas sin pestañear. No les tiembla el pulso al matar a un colega si creen que se le ha soltado la lengua. Ni a G’iah parece costarle manipular la situación y que haya víctimas mortales entre sus compañeros de especia. Los protagonistas de la ficción, de momento, no son superhéroes y por tanto cuando se les corta sangran. Las amenazas, aquí, valen algo.

Todo lo anterior hace que, aunque todavía cimentándose, Invasión secreta haya mejorado en su segundo episodio. Sorpresiva revelación final sobre la esposa de Nick Fury mediante, los peones van avanzando. Queda esperar a ver qué pasa cuando las piezas más importantes entren en acción. De momento, Marvel está logrando mostrar una cara que hasta ahora no había enseñado.

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