Durante la primera mitad de la temporada, Secret invasion se dedicó a cocinar. Luego desveló cartas, como el Extremis, y con su episodio final ha confirmado sus virtudes y defectos. Invasión secreta 1×06, llamado Hogar y dirigido como el resto de entregas por Ali Selim, cierra sus tramas con eficiencia pero con la falta de tensión que ha adolecido todo el tiempo. Con todo, el capítulo sirve como desenlace y da pie a un futuro de interés para el UCM.

La gran pelea de los superskrull
Una ficción de espías necesita giritos y claro que este season finale de Invasión secreta lo tiene. No logra ser rompedor, pero tampoco parece quererlo. Durante toda la miniserie, la tónica ha sido esa: dar lugar a un thriller que funcione sin inventar la rueda. En ese sentido, desde el momento en que se ve a Nick Fury (Samuel L. Jackson) entrar en la base de los Skrull se intuye qué va a pasar.
En paralelo, también se muestra un desalojo presidencial en el hospital donde el líder de EE.UU. se recupera del ataque de Gravik (Kingsley Ben-Adir). G’iah (Emilia Clarke) está sospechosamente desaparecida durante los primeros compases del capítulo y no cuadraría en absoluto que Fury se suicidara para básicamente distraer al líder terrorista mientras su superskrull hace ataques sigilosos junto a Sonya (Olivia Colman).
El guion es efectivo, amén de previsible, y acaba dando una pelea muy marvelita entre la hija de Talos y Gravik. Resulta que se estaba haciendo pasar por Fury mientras este atacaba al falso Rhodey (Don Cheadle). Sea como fuere, se ve a dónde ha ido buena parte del presu de CGI. El combate es un mar de easter eggs muy vistoso. Poderes de diversos héroes se dejan ver hasta el desenlace que tenía que ser. En ese sentido, Gravik ha acabado pasando sin pena ni gloria por el UCM. Invasión secreta ha intentado darle un trasfondo, pero ha fallado en hacer de él algo más que un jefe final. Esto ocurre porque nunca deja de depender de Nick, no adquiere una gravedad narrativa propia. Una herramienta para plasmar la culpa del protagonista y para de contar.
La trampa de Fury
Con el arco de G’iah y Gravik cerrado, quedaba pendiente el de Fury. De la mano de Sonya, que pasa más que desapercibida, la treta que le plantan a Rhodes es fácil de seguir. El hecho de que durante toda la temporada hayan matado a varios personajes importantes hace viable que durante el duelo mexicano que se produce, a tres bandas, pudiera haber alguna baja de altura. Pero no, calcando los clásicos de acción con espionaje por excusa, también pasa lo que tiene que pasar.
El riesgo del clímax de Invasión secreta 1×06 está por debajo de cero. Sin embargo, el epílogo sí que deja abiertas puertas de alto interés. La reacción presidencial es xenofóbica al extremo. Básicamente, si no es humano hay que matarlo. Por todo el mundo se extiende una ola racista contra el alien que deriva en asesinatos y alguna escena en que un secundario se marca un John Wick o Ah Sahm.
Un final acorde al todo
La indefinición ha marcado a la primera temporada de Invasión secreta. No ha logrado entrelazar bien la acción típica de Marvel, el humor y el espionaje duro. Se queda a medias y este capítulo final también. En todo caso, sirve para demostrar que acercamientos basados en personajes y cierto intimismo tienen cabida en el UCM. Ahí sabe moverse la serie, por ejemplo con las escenas de la marcha a SABER de Fury y Varra (Charlayne Woodard), que concluye con emotividad su arco romántico. O la divertida escena de Sonya y Clarke, que pueden dar mucho juego.
El episodio, como el resto, prima un visionado ligera y no inquisitivo. Si se pasa un poco de apretarle las tuercas, la ficción funciona. Si se pone lupa, se torna evidente a ratos. Invasión secreta estaba destinada a ser una historia individual entretenida, que lo es, y a plantar semillas para la nueva fase del UCM. También lo hace. No todo tiene que ser trascendental, y ni el capítulo ni la serie lo son. Pero se deja ver que da gusto y cierra sus tramas de una forma casi del Hollywood dorado, donde todo tenía que estar atado.