Comparar dos obras culturales con la idea de determinar cuál es mejor y cuál es peor es injusto y en muchas ocasiones facilón, un recurso cómodo al que acogerse para no esforzarse, pero no es el caso. Si se compara desde el inicio La supervivencia de una chica con curvas con Sexo en Nueva York no es para detractar a una y encumbrar a la otra, es únicamente porque la segunda es un referente ideal del que partir a la hora de explicar cómo es la nueva serie de Netflix. De Sexo en Nueva York, por cierto, ya se habló con amables palabras, porque tal vez hoy en día no se sienta demasiado actual (tiene ya dos décadas de vida), ni desde luego fue inclusiva, pero sí fue un espacio seguro para muchas mujeres y ese agradecimiento se queda con ella hasta el final. Ahora vamos con la novedad: así es La supervivencia de una chica con curvas. Como Sexo en Nueva York, pero actual e inclusiva.
La supervivencia de una chica con curvas: una virtud tras otra
Si se parte de ese referente para explicar cómo es La supervivencia de una chica con curvas es para que el potencial espectador tenga muy claro lo que va a ver, porque Sexo en Nueva York es un producto consumado que creó una especie de subgénero. Esta nueva serie de Netflix tiene su misma esencia: quiere ser un retrato de un grupo de amigos de Nueva York entre los treinta y los cuarenta años que atraviesan rupturas, enamoramientos, decepciones laborales y conflictos familiares.
Pero estamos en Nueva York en 2023 (estamos, en general, en 2023), así que ese grupo de amigos está formado por dos mujeres negras y un hombre negro, cuyo grupo de amigos más amplio es una pequeña comunidad trans, todes moviéndose en un círculo donde los cuerpos socialmente normativos son la excepción. Así que La supervivencia de una chica con curvas es actual e inclusiva, pero esa inclusividad no es la trama de la ficción: la trama de la ficción es la misma de Sexo en Nueva York. Lo ya dicho: amor, desamor, familia, amistad, trabajo.
Se afrontan problemas sociales, como el racismo o la gordofobia, y en ciertas escenas la fuerza radica en los discursos, pero La supervivencia de una chica con curvas no va de luchar contra el racismo o la gordofobia. Los personajes tienen una vida completa y por eso es mucho más importante el éxito laboral de la protagonista que sus curvas. Y esto se agradece porque es, de hecho, normalizar lo normal. Las personas gordas no solo son personas gordas y su vida no consiste sólo en estar orgulloso de serlo o querer dejar de serlo: son amigos, hijos, amantes o profesionales del mundo de la moda.
Con todo esto, La supervivencia de una chica con curvas es una ficción actual, consciente, responsable e inclusiva. Pero también, como sus personajes, es mucho más. En sus 8 capítulos ofrece entretenimiento, frescura y diversión. Los diálogos son divertidos e incisivos, el carisma de sus protagonistas (Michelle Buteau, Mavis en la ficción, es una fiera) es indudable y los escenarios recorridos se sienten, la mayor parte de las veces, de lo más realistas.
Así que es una serie perfecta para vivir ratos de lo más agradables, tal vez dejar escapar una lagrimita si uno es muy sensible y quedarse, al final, con dos sensaciones. La primera, la de haber visto una serie bien chula que renueva los temas de siempre. La segunda, la de querer más. Más temporadas de La supervivencia de una chica con curvas, por favor.