La marcha de Henry Cavill ha marcado la promoción y impresiones iniciales del retorno de una de las grandes series de fantasía de Netflix. Así, es imposible analizar la primera parte de The Witcher en su temporada 3 sin tener esto en cuenta. Sin embargo, el desarrollo narrativo de la misma no se ha visto influenciado por tal hecho. Más allá de estas cuestiones, el volumen uno se dedica a poco más que preparar el segundo segmento.
El tambaleo de guion de siempre
Cuando arrancó en su primera temporada The Witcher era una especie de serie procedimental mezclada con fantasía. También un completo desastre en todo lo que no fuera la ambientación. Pese a ello fans de los libros que inspiraron el producto de Netflix, de los videojuegos y del despiporre secundaron la moción.
La segunda entrega mejoró en lo técnico pero continuó siendo un caos en la escritura. El elenco también estuvo más entonado. Mas surgieron polémicas sobre la fidelidad de la serie con respecto al material original. Un gran problema cuando tu actor protagonista es uno de los mayores fans de The Witcher que puede haber.
Fiel o no, lo que va de tercera temporada sigue una línea de mejora ascendente pero limitada. Abandonada a la metatrama que se podía ver en la confusa entrega inicial, el tono dramático se ha elevado. Jaskier (Joey Batey) es uno de las principales víctimas de que The Witcher se tome demasiado en serio a sí misma. El caos de tramas se ha limitado bastante a costa de altibajos de ritmo. Es con el quinto episodio con el que logra una velocidad de crucero que para en seco al acabarse la tanda de episodios.
Cavill, Chalotra y Allan, una sinergia difícil de sustituir
Entre lo más positivo de este inicio de la tercera temporada de The Witcher queda la terna protagonista. Cavill sigue entregadísimo pese a su marcha. Su simbiosis con Geralt de Rivia es total y eso se agradece. Lo malo es lo dicho al principio, que se marcha. Aunque Chris Hemsworth apunta a ser un buen recambio, no tiene la conexión personal que une al actual intérprete con el Lobo blanco.
Asimismo, Anya Chalotra está teniendo la oportunidad de trabajar mano a mano con Freya Allan. Yennefer y Ciri comparten tiempo en pantalla durante los primeros episodios. La hechicera ayuda a la joven a controlar sus poderes, de forma algo paralela a la que Geralt hizo en la segunda temporada. No se percibe la misma complicidad que dicha ocasión. Sin embargo, sí que se lanza en su papel de madre adoptiva.
La chiquilla lleva siendo el nexo de unión entre Yennefer y el brujo durante tiempo. En tal sentido la diferencia es que ahora se trata de una unión en positivo. La reconciliación entre ambos sigue un ritmo adecuado, tranquilo y no inmediato. Mas es en el quinto donde se nota que ambos intérpretes se llevan muy bien. Tienen escenas de baile, de cama y de investigación donde brillan. Jaskier se une a los tres, pero no le dan las mismas oportunidades excepto en algunas ocasiones con Ciri.
Lo malo de estrenar por lotes
Entre los cinco capítulos que ha estrenado Netflix se entremezclan diversas tramas con personajes ya conocidos. Los elfos liderados por Francesca (Mecia Simson) y su alianza con Nilfgaard obtienen minutos que se olvidan rápidamente. El final de esta mitad de la temporada, de hecho, aleja totalmente el interés de ellos.
Los agentes de Redania, desde el inútil rey hasta los espías Dijkstra (Graham McTavish) y Philippa (Cassie Clare) tienen líneas de acción mejor hiladas. Sin embargo es el príncipe Radovid (Hugh Skinner) el mejor añadido de la temporada. Logra encajar con el nuevo y más responsable Jaskier, como interés romántico incluso. Los magos tienen su momento al final.
El problema es que al ser el primero de los dos volúmenes que conforman la temporada 3 de The Witcher la tensión que se genera es mínima. Ni tiene la ventaja de las series que estrenan semana a semana ni la de las que lanzan todos sus episodios de golpe. Se perciben así estos episodios como una larga presentación de cara a los fuegos artificiales que aguardan más adelante. Entretenida, sí, pero algo hueca. Sea como fuere, deja con ganas de devorar el final y ver cómo apañan el tema de Cavill. Por ahora, la ficción sigue dando buen entretenimiento pero sin trascender.