Hacerse cargo de algo cuando se ha actuado mal exige compromiso. Requiere un esfuerzo notable. Por eso ser responsable no es fácil. Supone asumir los propios actos, no solo sufrir las consecuencias. Tal es la razón de que muchos delincuentes se suiciden cuando van a ser capturados, es la salida más sencilla. De esto va la segunda parte de Barry temporada 4. El cierre de la sadcom de HBO se compone de cuatro episodios en los que los personajes deberán aceptar lo que son.

Un salto al futuro
Dividir en dos la temporada final de Barry no es algo arbitrario. El final de la primera mitad trae un salto de ocho años hacia adelante. Las oníricas escenas infantiles del propio Barry y su hijo John (Zachary Golinger infantil y Jaeden Martell adolescente) anuncian la elipsis. Una decisión con riesgo, ya que el ritmo de esta remesa final de capítulos ha sido frenético. Sin embargo, finalmente resulta un acierto de los creadores Harder y Berg.
El exmiembro de Saturday Night Live y protagonista de la serie señala que no encontraba el contar la huida de Sally y Barry nada interesante. Tampoco veía el atractivo suficiente en narrar las dinámicas de Fuches (Stephen Root) en la cárcel, Cousineau (Henry Winkle) en su retiro en Israel y Hank () en su paso a los negocios legales. Quedan muchos detalles por saber, pero que no aportarían carga dramática. Esto último es, precisamente, lo que buscaban los responsables de la ficción.
Sea como fuera, tras el salto se puede ver a Sally y Barry juntos en el medio oeste. Tienen un hijo, el mencionado Josh, al que el exasesino sobreprotege. Ella, mientras tanto, trabaja de camarera y se aburre. Se aburre terriblemente. Hank ha cumplido el sueño de Cristóbal, posiblemente tras una venganza personal contra sus colegas chechenos. Cousineau se retiró de la vida y Fuches prosperó en la cárcel formando un grupo de «artistas de la sangre».

La culpa de Sally
El desencanto de la protagonista femenina es claro durante toda la segunda parte de esta temporada 4. Sally vivía en Los Ángeles, quería movimiento, no volver a un pueblo de mala muerte. Sufre cuando ve en su ordenador cómo su asistente logró un éxito total con la serie que realizó. Barry solo se centra en mantener la ficción en que vive su vástago, obsesionado al tiempo con la religión. Además, en el trabajo recibe las propuestas sexuales continuas de un compañero. Todo mal.
El estado mental de Sally es límite en su retiro. Se muestra poderosa cuando derrota físicamente a su colega de trabajo, tras simular acceder a sus deseos carnales. Sin embargo, la culpa por haber matado a un hombre en el final de la temporada tres persigue a la mujer de forma literal.
Eternamente borracha, la otrora intérprete ve visiones de la persona a la que mató. No llegó a asumir el homicidio en defensa propia y en shock, pareció aceptar las palabras de Barry, que se hizo cargo de lo sucedido. Todo desemboca en una escena terrorífica, en la que una figura de negro, que representa la culpa que siente, la persigue por casa. Están solos ella y Josh, este último durmiendo la mona ya que Sally le dio vino. Realidad y delirio se entremezclan, descolocan en una conclusión de episodio perfecta, que deja al personaje en un punto ideal para el desenlace final.
La mejor actuación de Barry y Sally
Los episodios quinto y sexto muestran que tanto Barry como Sally son excelentes actores. La ironía de que nadie sea consciente de ello, correctamente trabajada por Harder y Berg, reluce constantemente. Mientras crían a su hijo John, logran que nadie les reconozca. Que no haya ni una persona que intuya el carácter homicida de Berkman. Tristemente, que nadie encuentre familiar la cara de Reed.
Proteger a través de la mentira no es un concepto nuevo en Barry. Precisamente esta es la herramienta que ha usado el protagonista a través de la serie para salvaguardar sus relaciones. Dejar vivir en la ignorancia a sus seres queridos no fue nunca percibido como algo negativo por el exmilitar. Jamás pensó en lo egoísta que era. No es raro, así, que hiciera lo propio en el caso de su hijo, con la connivencia de Sally. Ambos ejecutan la actuación de su vida.

La comedia tiene nombre checheno
NoNo Hank (Anthony Carrigan) es, durante el séptimo episodio, el responsable de devolver la comedia a una temporada de Barry que era sobre todo drama. Tras salir de la cárcel Fuches, les ofrece a este y a sus chicos una salida fácil para vivir tranquilos. Sin embargo, el exconvicto habla sobre la muerte de Cristóbal, sobre la responsabilidad del checheno en su asesinato. Es demasiado y pasan de aliados a enemigos.
El mafioso del este ha logrado hacer realidad el sueño de su amante pero vive atrapado por su memoria. Al fin y al cabo, fue su culpa que Cristóbal muriera al no apoyarle en un proyecto que a la postre si salió adelante. Con todo, los intentos de matar a Fuches son hilarantes. Primero con un escuadrón de élite. Su repaso, bastante subido de tono, a sus habilidades solo se ve superado por la posterior escena en la que recibe sus cabezas en cajas.
Un posterior intento de asalto con un cohete a la casa de Fuches es igualmente divertido. La huida de NoNo Hank, sacada directamente de los Looney Toons, está brillantemente dirigida y escrita. Su aliado en el humor es su enemigo. Root le aguanta el tipo a Carrigan con una actitud estoica y una mirada de loco inigualable. Por su parte, la escena en que su banda y él comentan que no deberían mutilar ni matar delante de personas normales, en este caso el ligue de Monroe y su hija, condensa elegantemente el estilo cómico de la serie.
Cousineau y el insoportable peso de ser él mismo
Mientras mundos internos y externos estallan, Gene estaba fuera de plano. Huyó a Israel tras disparar a su hijo Leo (Andrew Leeds), que sobrevivió, mientras este y Jim Moss (Robert Wisdom) le retenían para que no la liara. Su regreso a Estados Unidos se ve unido a la resurrección de un proyecto fílmico sobre la muerte de la agente Moss. No acude, sin embargo, para sacar tajada, sino para impedirlo.
La rectitud moral, por la que obtiene incluso reconocimiento público, le dura poco. Solo hasta que un agente le contacta para decirle que Daniel Day-Lewis quiere hacer de él en la película. A Barry le interpretará Mark Wahlberg. De repente, Cousineau cede ante su enorme ego y se le olvida la dignidad.
El anuncio de la película es lo que mueve la acción para generar el final de la serie. Lleva a Barry a volver a Los Ángeles para matar a Gene. Jim le atrapa cuando está a punto de hacerlo, le tortura en una escena de divertido patetismo y descubre que el asesino le dio dinero a Cousineau.

Un final en el que solo la responsabilidad redime
El season finale de la temporada 4 de Barry cierra una segunda mitad tétrica. La narrativa, muy continuista guía a este último momento de locura. Todo lo comentado anteriormente deja cartas lo suficientemente abiertas como para sorprender, pero de tal forma que el resultado sea verosímil.
En resumen, NoNo Hank secuestra a Sally y John para atraer a Barry. Con ello pretende hacer las paces con Fuches. Cousineau está oculto en su casa y Jim Moss tiene claro que él es el auténtico villano. Berkman compra armas en una juguetería para salvar a los suyos.
Todo parece llevar a un duelo mexicano, a tres partes. Sin embargo, la serie maneja bien el tempo y dar la vuelta a las expectativas. Cuando NoNo Hank y Fuches se encuentran, con Sally y John en medio, el guion lanza un golpe de efecto. El exconvicto revela que asumir su personalidad y actos le ha llevado a ser libre. Obliga al checheno, casi didácticamente, a reconocer que su inacción mató a Cristóbal. Lo hace, pero solo para hundirse y dar lugar a una masacre.
Lo que pilla a traspié es que Fuches se lanza a salvar a John, cubriéndolo con su propio cuerpo. De hecho se lo devuelve indemne a un Barry que llega tarde. El eterno egoísta se torna en héroe para desencajar la mandíbula de la audiencia.
Siguiendo el ejemplo del mentor
Esta acción de Fuches es la única lección positiva que le consigue dar a Barry tras arruinarle la vida una y otra vez. Después de enseñarle de continuo a mentirse, a buscar excusas, le señala el camino. No lo hace como un ser inmaculado, sino como un compañero de pecado.
Durante esta segunda parte de la temporada 4 de Barry el protagonista no paraba de buscar la aceptación. Esta vez no de sus semejantes, sino de Dios. Resulta cruelmente divertido ver cómo busca podcast que justifiquen el asesinato. Aunque se sabe que es un monstruo, es difícil no pasarlo mal mientras se desangra y delira un tanto al escapar de la casa de Jim Moss.
Pero es tras la enseñanza de Fuches y el ultimatum de Sally cuando el asesino decide dar el paso. Tomar responsabilidad. Decide entregarse. El guion no paró de mostrar que Barry quería pero no se atrevía a dejar su vida criminal, hasta ahora. No lo hace de la forma más fácil, yendo a comisaria. Acude a casa de Cousineau, que es ahora el principal acusado en la muerte de la agente Moss. Antes de poder explicarlo, recibe un pago redentor.
El mentor que parecía haber encontrado la dignidad solo para perderla resulta ser de verdad un villano. Más cobarde que Fuches, más egoísta, menos inteligente. Dispara a Barry en el último chiste de la serie. Un acto que le funciona al exmarine. Su muerte era la única forma de congraciarse con la sociedad. De liberar a sus seres queridos.
Tras morir Berkman, Sally acepta que puede vivir sola, que solo se necesita a ella misma. Así, logra prosperar como profesora teatral en un instituto. Hasta tiene la fuerza de rechazar con asertividad una propuesta de cita. Al tiempo, los dos disparos de Cousineau convierten a su odiado pupilo en un mártir. Ahora es una víctima más a ojos del mundo. Es enterrado con honores y la película sobre el asesinato de Moss le representa como un héroe trágico. El papel que tenía frente a su hijo se conserva. Finalmente, Barry lo consiguió.