Esta crítica contiene spoiler de Los anillos de poder 1×01 (Una sombra del pasado). Si no queréis conocerlos, corred insensatos.
Prime Video ha conseguido que todas las miradas giren hacia su plataforma gracias a la que quiere ser la serie que las domine a todas. El gigante de Bezos lo intentará con una producción ubicada en la Segunda Edad del Sol y basada en varias obras de J.R.R. Tolkien: El señor de los anillos, El hobbit y sus apéndices. Con este material como inspiración, le toca el complicado papel de hacer frente al legado del escritor de fantasía más influyente del siglo XX, así como al de una de las mejores trilogías de la historia del cine. Los anillos de poder 1×01 comienza tal aventura, con el título de Una sombra del pasado y dirigido por José Antonio Bayona. Lo hace de una forma menos convincente de lo que harían pensar los más de 400 millones de dólares que ha costado producir la primera temporada.
Un prólogo prometedor y un apartado técnico impresionante…

En primer lugar, toca situarse y Los anillos de poder lo hace guiñando el ojo a la trilogía de El señor de los anillos de Peter Jackson. Galadriel (Morfydd Clark) es de nuevo la encargada de narrar qué está pasando y por qué va a interesar hacerse fan de la serie y seguir sus tramas. Cuenta cómo de la paz de Valinor, hogar de los elfos que emigraron junto a los Valar desde la Tierra Media, se pasa a la guerra. La culpa, del malo malísimo de las primeras edades del universo de Tolkien: Melkor/Morgoth. Es el Valar maligno, el que destruye las fuentes de luz que crean sus camaradas divinos una y otra vez, el que lleva la guerra y la muerte allá donde va. Aunque acaban ganando los «buenos», la elfa perdió a un hermano, del que obtuvo como herencia la misión de dar caza a Sauron, sirviente de Morgoth que sobrevivió a la escabechina.
La narración del prólogo, bajo la batuta del directo J.A. Bayona, vuela entre estupendos paisajes y una producción mayúscula. Acompaña una competente banda sonora a cargo de Bear McCreary, con reminiscencias del trabajo de Howard Shore en la trilogía de Jackson. De hecho, este último aporta el tema principal, prácticamente un easter egg.

El embrujo que crea el primer episodio de Los anillos de poder va decayendo en lo narrativo una vez se supera esta pieza inicial. Sin embargo, se mantiene en lo técnico. Las sucesivas presentaciones, lógicas en los arranques de las series, muestran el músculo que esta en concreto posee.
Así, toca saludar a los pelosos, una de las ramas de la raza hobbit. Todavía no existe La Comarca y viven lejos, en las inmediaciones de las montañas Nubladas. Su carácter es de un naif exacerbado, quizá llevado al extremo. De estos pequeños, destaca Nori Brandyfoot (Markella Kavenagh), una joven rebelde. Precisamente ella protagoniza la sorpresa final, la cual es mejor no desvelar.

Por otro lado, los elfos de la Tierra Media tienen tiempo en pantalla para dar y tomar. Su grandilocuencia se traslada perfectamente en lo visual, aunque no tanto en los diálogos. Parece repetitivo, pero los efectos especiales, especialmente en la rica creación de ambientes, merecen el continuo halago. Elrond (Robert Aramayo) o Gil-Galad (Benjamin Walker) sobresalen. El primero es amigo de Galadriel e intentará atemperar la sed de venganza de la princesa elfa. El segundo es el dirigente de los noldor, clan que lideró la guerra contra Morgoth ganándose una maldición por su ambición desmedida en la obra literaria de Tolkien. Si esto se traslada o no en la serie está por ver.
Finalmente, hacia el sur y el este queda otra de las tramas. Los elfos silvanos, parte de aquellos que decidieron no ir a Valinor en la migración descrita algo más arriba, vigilar a los hombres que juraron lealtad a Morgoth. Como la OTAN en Irak o Afganistan, vamos. Uno de los orejudos es Arondir (Ismael Cruz Córdova), creación exclusiva para Los anillos de poder. Entre los humanos, destaca Bronwyn (Nazanin Boniadi) y su hijo Theo (Tyro Muhafidin). Sobre todos ellos hablaremos más adelante.
…lastrados por diálogos vacíos y decisiones difíciles de comprar

En toda producción que venga de libros el «lore», el conjunto de conocimientos que conforma el universo que toque, va a existir un enfrentamiento entre los fans del material original y los del nuevo. En este caso, cabe recordar que Tolkien era más que propenso a cambiar su mitología. Por ello, no conviene cogérsela con papel de fumar.
Por ejemplo, la diversidad racial del casting ha levantado un debate que no se basa en absoluto en cuestiones que atañan a esta ficción, sino en asuntos políticos. Por ello, se va a obviar, ya que como se ha señalado el Arondir de Cruz Córdova es todo lo que se puede esperar de un elfo silvano pese a su tez oscura. Asimismo, el respeto total a la fuente original solo impide que se pueda adaptar la misma a otro formato. El mismo Jackson, en su trilogía, tuvo que cambiar muchísimos elementos para hacerla funcionar y el éxito fue absoluto.
Los elfos y Galadriel, menos elfos que nunca

Dicho esto, hay varias decisiones de guion que son difíciles de comprender. En primer lugar, lo que deja ver este primer episodio de Los anillos de poder sobre los elfos no es una raza casi divina, sino extremadamente humana. Las motivaciones que guían a estos seres inmortales parecen muy prosaicas, lo que deriva en diálogos que intentan hacer elegancia de la ampulosidad. El efecto es, en ocasiones, el de encontrarse ante un universo de fantasía genérico. Es el apartado técnico lo que recuerda que seguimos en la Tierra Media.
Galadriel, por ejemplo, se muestra como un ser dominado en absoluto por la venganza en su búsqueda, en principio inútil, del paradero de Sauron. Tanto ella como sus subordinados desobedecen las órdenes de sus superiores y muestran arranques muy banales. En el caso de ella, se puede entender como una aproximación al concepto de duelo eterno en una raza inmortal. Sin embargo, se acerca más a la actitud de Liam Neeson en Venganza.
Otra decisión extraña es el destino que le da Gil-Galad a Galadriel. Tanto ella como sus compañeros son mandados a Valinor. Una cuestión que se enfrenta de forma diametral al conocimiento previo que se tenía de su situación. En teoría, la princesa rechazó el perdón de los Valar tras las atrocidades de los noldor al perseguir a Morgoth a la Tierra Media. Solo cuando rechaza, miles de años después, el anillo de poder que le ofrece Frodo, es cuando se considera digna de volver a las Tierras Imperecederas. Bien se están guardando este giro para el futuro, bien han decidido omitirlo por completo. En todo caso, la forma que tiene la protagonista de rechazar el regalos de su monarca parece bastante ridícula.
Para terminar, siendo quisquillosos, extraña el hecho de que en Valinor Galadriel sufriera el acosos de otros niños elfos. Algo que se opone a la supuesta convivencia pacífica e idílica que tenían sus habitantes hasta que entró en juego Morgoth. Una necesidad de guion, sí, pero difícil de entender.
El poder de la reiteración en la Tierra Media

Cerca de Mordor, Arondir no deja un balance enteramente positivo en la trama que comparte con Bronwyn. El hecho de que ambos desarrollen una relación romántica hace arquear la ceja. No tanto por purismo respecto al lore de Tolkien, sino porque es una de sus grandes barreras. El propio carácter de los elfos hace que sea muy extraordinario que puedan llegar a tener este tipo de sentimientos por un ser de vida corta. Asimismo, los ejemplos previos de ello denotan que estas relaciones son más que extraordinarias. Por ello, bajarla al nivel de un patrullero y una aldeana parece algo forzado. Con todo, sigue siendo menos extraña que la de Tauriel y Kili en la trilogía de El hobbit.

El hijo de Bronwyn tiene un encuentro con un artefacto oscuro que cae en el saco de la atracción al estilo anillo único, ya que de lo contrario sería un deux ex machina de manual. Finalmente, la interacción entre Nori y su amiga Poppy Proudfellow (Megan Richards) recuerda en exceso a otros dos hobbits que también hacen las veces de Quijote y Sancho Panza. Son, claro está, Frodo y Sam.
En general, el primer capítulo de Los anillos de poder muestra todo el potencial de una producción titánica. Eso sí, tanto el positivo como el negativo. Por ello merece la pena darle una oportunidad y, a esta, continuidad. El universo que se presenta es muy vasto, más complicado de introducir que el de la Tercera Edad del Sol en que ocurre El señor de los anillos. Lo que en este capítulo puede ser considerado un error, quizá encaje en la adaptación global. Sin embargo, este arranque está muy lejos de la perfección.