Esta crítica contiene spoiler de Los anillos de poder 1×02 (A la deriva). Si no queréis conocerlos, corred insensatos.
Estrenado en tándem junto al primer episodio, el segundo capítulo de la producción de Prime Video basada en el universo de El señor de los anillos avanza con cautela en su argumentario mientras sigue mostrando de lo que es capaz a nivel técnico. Una tendencia que seguramente se mantenga a lo largo del segmento inicial de la temporada y que sigue marcando los puntos fuertes y flojos de la serie. El leitmotiv de Los anillos de poder 1×02, con título A la deriva y dirigido por Juan Antonio Bayona, queda claro: la confianza en el otro.
Las barbas hacen acto de presencia en Los anillos de poder

Seguramente los momentos que más emociones han despertado en este segundo episodio de Los anillos de poder son aquellos que tocan a enanos y orcos. Porque al fin aparecen como agentes activos y no como recuerdos o partes de diálogos. Empecemos por los barbudos.
Los enanos llegan a la serie de Prime Video de la mano de Elrond (Robert Aramayo). El medio elfo, que decidió elegir la mortalidad en contraposición a su hermano, saca a jugar sus cartas más diplomáticas durante sus escenas. Primero es reclamado para apoyar el gran proyecto del mayor forjador élfico con vida, Celebrimbor (Charles Edwards). Nieto de un herrero todavía más importante, Fëanor, comparte el orgullo y grandilocuencia de su estirpe, así como de su clan, los Noldor. El encuentro permite comprobar de nuevo la calidad que tiene Los anillos de poder a la hora de crear paisajes, en este caso los del reino de Eregion.
Más con snobismo que con clase, Celebrimbor explica que quiere hacer una torre cuyo interior guarde un fuego similar al que exhala un dragón, con el que hacer grandes obras de orfebrería que lleven la belleza del oeste a la Tierra Media. La solución de Elrond es ir en busca de los enanos de Khazad-dûm, futuras Minas de Moria, ya que el príncipe Durin IV (Owain Arthur) es para él «como un hermano». Allí que van, eso sí, sin transiciones espectaculares sino de forma directa. Una pequeña decepción.

Luces y sombras aguardan en las escenas de Khazad-dûm. Por un lado, luce impresionante, de nuevo mérito de los equipos de diseño y animación. Por otro, el cariz cómico de todos los pasajes a veces casi cae en la autoparodia. Ya lo parece en la recepción y, interesante duelo mediante, especialmente cuando Durin reprocha a Elrond que no le visitara durante años, perdiéndose casi la totalidad de sus metas vitales. Lo que podría ser una peculiar manera de examinar la concepción del tiempo entre los elfos y el resto de razas se queda en una escena que cuadraría más en Seinfeld que en la Tierra Media. Al menos por ahora, no encaja como la de Gimli y Légolas en El señor de los anillos.
Más positiva es la aportación de Disa (Sophia Nomvete), mujer de Durin que aporta información de fondo sobre los enanos y su relación con la montaña. También permite que la trama se desempolve y pueda avanzar para Elrond. Asimismo, vuelve a dar personalidad a su raza, tras la excesiva humanización de la escena antes mencionada.
La perfecta entrada de los orcos en Los anillos de poder
La dirección de Bayona en el episodio reluce especialmente en la trama sureña, aquella que atañe a Arondir (Ismael Cruz Córdova) y Bronwyn (Nazanin Boniadi). Está claro que la acción más efectiva, la que permita despertarse en estos primeros episodios, vendrá de aquí. Mientras el elfo se dedica a husmear por agujeros y ser capturado, muy hábil él, su compañera trata de evitar que su actual pueblo sufra el mismo destino que el que acaba de explorar: acabar vacío y desolado. Theo (Tyro Muhafidin) y ella deberán lidiar con el primer orco que participa activamente en Los anillos de poder en una secuencia que bebe del terror con acierto.
Hacer amigos es difícil seas elfo o peloso

Galadriel (Morfydd Clark), tras la ridícula forma de escapar de entrar en Valinor, saltando del barco, debe ejecutar una ultramaratón a nado desde el otro lado del océano hasta donde llegue. Casualmente, acaba encontrando a unos náufragos. La espectacularidad de lo que sigue, sierpe marina mediante, no logra sostener este segmento del capítulo. Lo mejor es no plantearse demasiado qué se está viendo y simplemente disfrutarlo, aunque todo huela a Ilúvatar ex machina.
Por suerte, la noble y vengativa elfa sobrevive para ser rescatada por un Edain, un hombre: Halbrand (Charlie Vickers). Las dinámicas que mantienen no son nuevas y se han visto mil veces. La princesa desconfía porque es de una raza y clase superior mientras que el humano pendenciero hace lo mismo en formato viceversa. Sin embargo, cuando la necesidad aprieta, se ayudan. Porque es lo que se hace cuando se está atrapado en el mar y cuando todos sabemos que la protagonista no va a morir.
Otra amistad en ciernes, esta menos forzada por la necesidad, es la de Nori (Markella Kavenagh) y el extraño hombre de las estrellas (David Weyman). Como si fuera el Starman de David Bowie, este misterioso ser cae del cielo para encontrarse con dos niñas pelosas. Pero en este caso, quien necesita ayuda es él. Por desgracia, el campamento peloso está listo para migrar. Por desgracia doble, el padre de la joven hobbit se rompe el tobillo, lo que puede suponer que se queden tirados. Cuánta desgracia. No en vano, los pelosos cuando cambian de lugar estacional no miran atrás. El status quo no se mantiene con piedad, algo que aporta interés a los aparentemente cándidos pelosos. Al menos esto aporta algo de pimienta a su, irónicamente, estática dinámica argumental.
Las cuestiones abiertas de Los anillos de poder 1×02

Aunque queda todavía por presentar a Númenor, el gran reino de los hombres que por sus servicios a los Valar viven cientos de años, la mayoría de las bienvenidas están dadas. Por ello, Los anillos de poder ha de empezar a moverse, superada la impresión que causa sus elaborados efectos especiales. La creación de mundo es básica en cualquier obra relacionada con Tolkien y debe seguir, pero el producto de Prime Video acabará pidiendo algo más incluso para los más acríticos.
De momento, el segundo episodio de Los anillos de poder deja ya varias incógnitas. Por un lado están las cuestiones más inmediatas, las que afectan a los personajes con tramas abiertas. La más vana en la ejecución, pero más importante en la serie, es la de Galadriel y Halbrand, cuyo rescate marítimo apunta a Númenor. En el sur, el drama no para con Theo y su espada que no se parece en nada al anillo único, así como con un Arondir que a todas luces probará la hospitalidad orca.
Al tiempo, bajando la estatura, al nivel de la trama argumental de los pelosos, Nori y el extraño sigue avanzando tras una bella escena que incluye estrellas y luciérnagas. Los enanos no se quedan atrás en el misterio y se marcan un Pulp Fiction abriendo un cofre de refulgente contenido que puede desequilibrar la relación con los elfos. No haremos chiste al respecto porque seguramente ya se haya hecho en Twitter.
Por otro, cabe cuestionarse si la serie logrará volver al tono grandilocuente y místico del prólogo, ya que duró solo unos minutos antes de derrumbarse. Es de esperar que la gran creación universal que vemos en Los anillos de poder se vaya por fin viendo complementada con un guion que, de momento, no reluce ni una vigésima parte que el tesoro enano antes mencionado.