Esta crítica contiene spoiler de Los anillos de poder 1×03 (Adar). Si no queréis conocerlos, corred insensatos.
Nuevo leitmotiv en el tercer episodio de la serie precuela de El señor de los anillos: unión ante la adversidad como única opción. Ya no solo es confiar, sino actuar. Y en ese sentido, parece que todo encaja en la producción de Prime Video, ya que la trama comienza a coger tracción al tiempo que la creación universal continúa. El objetivo de este último factor: Númenor, el esperado factor que nos faltaba. Con todo, los problemas de guion siguen en Los anillos de poder 1×03, dirigido por Wayne Yip y titulado Adar.
La gloria de Númenor aparece en Los anillos de poder

Volver a señalar el apartado técnico y el diseño puede parecer cansino, pero en esta ocasión seguramente sea cuando más ha brillado en lo que va de serie. Todo aparece a veces demasiado limpio, pero es que esta parte de la historia de Arda es de esplendor. Volviendo al tema hablado, la iconografía de Gondor era quizá la más representativa de la trilogía de Jackson y también una de las más sonadas en la parte literaria. Su aire a gran imperio entre la Edad Media y la Antigua, su simbolismo, su posición de barrera natural ante Mordor… Siendo el gondoriano un reino heredero de Númenor, este último no podía ser menos que su hijo.
Las comparaciones entre Gondor y el Imperio bizantino son obvias. No en vano, poseía un hermano que acabaría cayendo, viene de otro estado unificado y sirve como barrera a las fuerzas del este. Así que siguiendo la analogía, Númenor debía superar en grandeza a su retoño y así se ha mostrado. También se ha tirado de arquitectura imperial y en Los anillos de poder 1×03 se ha enseñado una capital repleta de estructuras clásicas. Acueductos por doquier, colinas repletas de edificios, una suerte de panteón de Agripa o un palacio central que es Santa Sofía suponen ejemplos de que el equipo de diseño sabía donde mirar. El espolón donde se asiente el conjunto palaciego, con frisos que podrían ser del Partenón, es otro guiño a la trilogía. Detalle final: el árbol blanco. Efectivamente, es un descendiente de uno de aquellos que se ven en el prólogo (Telperion) y será progenitor de los que representarán a Gondor.
Galadriel comienza por fin a encontrarse

Tanto en lo visual como en lo argumental Númenor deja claro que es un reino marítimo. Porque la razón por la que Los anillos de poder pone su foco en esta isla estrellada entre la Tierra Media y Valinor no es otra que Galadriel (Morfydd Clark) y Halbrand (Charlie Vickers). Ambos fueron rescatados por un prometedor oficial numenoreano, cuyo nombre seguramente sonará: Elendil (Lloyd Owen). Un actor de primerísimo nivel en el final de la Segunda Edad cuyo hijo, Isildur (Maxim Baldry), también será clave en la historia de Arda, el mundo donde todo esto ocurre.
Las dinámicas de los hombres de Númenor, cuya vida se extiende mucho más que la de un simple humano gracias a la ayuda que prestaron a los Valar frente a Morgoth y a la primigenia mezcla de sangre de sus líderes con los elfos, funciona mejor que las élficas. La excesiva humanización de los personajes élficos redunda en beneficio de las tramas numenoreanas.

El ejemplo más claro es la audiencia inicial entre Galadriel, Halbrand y la alta alcurnia de Númenor. La reina regente Míriel (Cynthia Addai-Robinson), su infame consejero Pharazôn (Trystan Gravelle) y el mencionado Elendil deja claro que las intrigas palaciegas van a ser una clave continua. Los bandos esenciales: los Hombres del Rey, antiélficos, y los Fieles, proelfos. Todo muy romano. De momento Los anillos de poder ha resuelto este segmento a su favor, con diálogos más entonados y acciones de mayor lógica que las vistas anteriormente. Incluso las algo manidas escenas familiares de Elendil, que presentan a su hija Eärien (Ema Horvath), funcionan.

En lo tocante a Galadriel, encuentra en Elendil un aliado partidario de los Fieles que además habla idioma élfico. La pasa como cuando un francés se encuentra a alguien que habla su idioma y la confianza se torna inmediata con el ser inferior. El numenoreano incluso le muestra un extraordinario archivo, al que llegan tras una bella transición que se recrea en exceso en la princesa noldor, casi como si el montador fuera fan de Michael Bay. Sea como fuere, funciona mucho mejor que una mera elipsis. En todo caso, la biblioteca le permite saber al fin qué significa el símbolo dejado por Sauron, paliando un tanto su tormento. Su mirada se torna ahora a lo que acabará siendo Mordor. Al tiempo, su temperamento parece templarse y permite al personaje tomar un tono más reconocible.
Asimismo, logra descifrar el misterio de su compañero Halbrand, que resulta ser un heredero al trono de las tierras del sur, un rey exiliado de aquellos hombres que se aliaron con Morgoth en la Primera Edad del Sol. Teniendo en cuenta el verbalizado arco de redención que comparte con su compañera elfa, su tendencia a la violencia y sus paralelismos con Aragorn, todo apunta a drama para él.
La acción y la antiacción siguen en sus respectivos lugares

Arondir (Ismael Cruz Córdova), el elfo silvano que terminó capturado en el anterior episodio, descubre que está en un campamento esclavista orco. Allí se reencuentra con sus compañeros Médhor (Augustus Prew) y Revion (Simon Merrells) y descubre qué quieren los servidores del mal. Merrells, que hizo de Marco Licinio Craso en Spartacus, debió sentirse muy cómodo, pues el tono de las escenas de esta trama en el tercer capítulo de Los anillos de poder recuerda mucho a la serie de Starz. Hay ejecuciones, cámaras lentas con acrobacias, destripamientos y un huargo que dará que hablar. Su diseño es, desde luego, arriesgado, y luce cual chihuahua del infierno. Lo que sí es un acierto es la decisión de hacer que los orcos temas a la luz del sol.
La mucha acción y el tono sangriento en los eventos de Arondir se contraponen a todo lo que les pasa a los pelosos. Estos medianos amplían su lore en gran medida durante el capítulo. Así, se descubre un ritual de recuerdo a los muertos que permite profundizar en su cultura y la aleja un tanto del excesivo cariz naif visto en el primer episodio. Nori (Markella Kavenagh) y Poppy (Megan Richards) siguen con sus travesuras, en escenas que podrían recortarse, hasta que la torpeza del extraño caído del cielo (David Weyman) hace que las consecuencias de las mismas sean nefastas.

En definitiva, Los anillos de poder 1×03 logra al fin avanzar en sus tramas, así como equilibrar la acción y la intriga. Aunque no lo termine de consolidar, va adquiriendo un tono más propio y más acorde a la obra de Tolkien de la mano de cualquier escena en la que salgan hombres o subrazas de los mismos como los hobbits. Se nota que los guionistas son humanos y no elfos o enanos. En todo caso, esta adecuación está en progreso y el guion sigue siendo muy manido.
Los cliffhanger lo pone la irrupción, de momento sin cara, del líder de los orcos que han retenido a Arondir, el misterioso Adar (Joseph Mawle), y una profecía que conocemos a través de la reina regente Míriel y, posiblemente, su padre. A nivel interno, el episodio logra cuadrar el leitmotiv mencionado en el inicio de esta crítica, el pasar de la promesa de unión a la acción. Se ve en Galadriel y Halbrand o Elendil, en Nori y el extraño o en los elfos silvanos atrapados. Todos ellos, venzan o no, progresan gracias a ese desperece que requiere del otro.