Con la misión de cerrar el arco de la reconquista de Mandalore, The Mandalorian 3×08 logra ser un episodio notable. Siguiendo la senda del séptimo, ya que en esencia funcionan como un capítulo doble, carga sus minutos con combates y duelos trepidantes. Los diferentes protagonistas tienen todos su necesaria cuota de pantalla y el ritmo se acelera al máximo. Titulado El retorno y dirigido por Rick Famuyiwa, logra poner un final destacado a la tercera temporada de la serie.

Un inicio trepidante
El capítulo se inicia siguiendo directamente la crisis iniciada en el anterior. Bo-Katan (Katee Sackhoff) manda a Axe (Simon Kassianides) en busca de refuerzos. Se marca un vuelo de lo más vistoso hasta la nave insignia de la flota mandaloriana. El plan es usar el crucero para atraer el fuego de los cazas imperiales mientras los mandalorianos huyen en los suyos y ayudan a la mand’alor. Después, debe reventar el navío espacial contra la base de Gideon (Giancarlo Esposito).
Mientras tanto, las nuevas tropas de elite del Moff dan una sorpresa positiva. Son capaces de ganar a Mando (Pedro Pascal) de su intento de escape, pero la ayuda de Grogu montado en IG-12 le brinda la libertad. La escena hace plantearse por qué nunca se mandan escoltas suficientes para transportar prisioneros. Por qué, simplemente, no les drogan en el proceso. Ozymandias de Watchmen estaría muerto de risa.

R5-D4 hace de R2-D2 sacando los planos de la base imperial para Din Djarin. Axe por su parte logra cumplir su misión. Así, queda planteado el desarrollo posterior de este season finale. La pareja protagonista se abrirá paso hasta la sala de mando y las fuerzas de Bo-Katan intentarán sobrevivir y reunirse mientras su nave insignia sirve de distracción.
El respiro no falto de acción antes del desenlace
Mando y R5 protagonizan una escena de acción que parece directamente salida de un videojuego. Desarmado, Din Djarin va superando de dos en dos a sus adversarios según el robot abre las varias compuertas que separan a las parejas de soldados del mandaloriano. A pesar de que Peli Motto se lo encasquetara sin que lo quisiera, al final el personaje de Pascal y el droide acaban siendo amigos.
Tras ello, se da paso a una estación repleta de clones de Gideon. Evidentemente, Mando los destruye antes del encuentro con su archienemigo. Toca oír al Moff desvelar su plan. Este no era otro que crear copias de sí mismo pero con la capacidad de usar la Fuerza. Tiene carisma, pero muy listo no es. Dejar las instalaciones de clonación sin proteger o que se le escape Mando tantas veces demuestra un guion flojo o que el líder imperial es algo limitado.
En paralelo, las fuerzas de Bo-Katan buscan reagruparse. Se pueden contemplar cañones y granjas de los supervivientes de la purga atrapados en Mandalore. El conjunto recuerda al Dxun de la saga de videojuegos KOTOR. En todo caso, lo de que la naturaleza resurja cuando el humano desaparece es algo manido.

El episodio final de esta tercera temporada de The Mandalorian ofrece una vista impresionante de la infantería mandaloriana. Volando desde tierra o saliendo de los cazas, el ejército de Bo-Katan supone una fuerza impresionante en movimiento. Más ahora que sabemos que pueden ir incluso al espacio. Su carga contra las tropas de Gideon que abre su contraataque a la base imperial cumple con creces.
Los duelos siguen siendo la salsa de Star Wars
El clímax de The Mandalorian 3×08 viene en forma de desarrollo narrativo a tres bandas. El ritmo es vibrante y funciona porque, a pesar de durar lo suyo, no se excede. Mando se enfrenta a Gideon, Grogu a los guardias pretorianos y el ejército mandaloriano a las tropas imperiales. Los dos primeros se limitan a sobrevivir, superadísimos, hasta que llega Bo-Katan. La guerrera logra rescatar a Din ocupándose ella del Moff. A su vez, su amigo acude a salvar al pequeño.
A pesar del riesgo a presentar varias situaciones de «salvación en el último segundo» seguidas, el guion logra cuadrar el tópico sin resultar ridículo. La estrategia de dividir a las fuerzas de Gideon tiene sentido y se basa en saber sufrir hasta que lleguen refuerzos. No en vano, la tendencia heroica de Mando es similar a la del Daredevil de Netflix: saber encajar palizas hasta que acaba ganando. Porque, como no podía ser de otra forma, logra imponerse a la guardia pretoriana con la ayuda de Baby Yoda.
Finalmente, el arco de redención de Bo-Katan se completa cuando pierde el sable oscuro. La veterana combatiente ha ido obteniendo autoestima a lo largo de la temporada. En el episodio anterior recibió el impulso moral necesario de Mando cuando este le aseguro que no la seguían por tener solo una espada. Verla perdida y seguir sintiéndose Mand’alor culmina su camino como líder.
Sea como fuere, Gideon le da una buena tunda. De nuevo, recrearse es su perdición. Debería haber hecho caso al mencionado Ozymandias y simplemente ejecutar a sus enemigos a la primera. Porque su regodeo momentáneo antes de matar a Bo-Katan da tiempo a que lleguen Mando y Grogu. Juntos le superan, justo antes de que Axel logre estrellar el crucero contra la base y la destruya. Una muerte segura para la terna si no fuera porque el chaval alza un escudo de Fuerza para contener las llamas.
El epílogo que necesitaba esta temporada de The Mandalorian
Vencido Gideon, al menos este, se contemplan los primeros avances de los mandalorianos para asentarse en su planeta. Así, se completa el bautizo del hijo de Paz Vizsla, Ragnar (Wesley Kimmel). Mando intenta que se haga lo propio con su protegido. Sin embargo, la Armera (Emily Swallow) señala con toda la lógica del mundo que no sabe hablar, por lo que no puede recitar el juramento. Esto lleva a que, por fin, Din Djarin adopte oficialmente como hijo a Grogu, que pasa llamarse Din Grogu y se convierte en aprendiz bajo su tutela.
Cabe resaltar que la serie confirma que el mythosaurio está vivo con un breve plano. Descarta así que todo fuera fruto de la imaginación de Bo-Katan. Además, planta semillas para futuras temporadas o películas, en caso de que se realicen. El apoteosis mandaloriano es la reinauguración de la Gran forja. Trama cerrada.

Pero Mando es un culo inquieto y, de nuevo, parece que el protagonista de la producción de Lucasfilm. Cuenta con su propio y relativamente extenso epílogo. Primero va a la base de la Nueva República y le propone al Carson Teva (Paul Sun-Hyung Lee) servirles como contratista independiente. Un cazarrecompensas bueno, un justiciero de spaghetti western. Luego va a ver a su amigo Greef Karga (Carl Weathers). Recibe una pequeña propiedad en Nevarro, que parece salida de una película de John Ford. Como favor de vuelta le regala los servicios de un reconstruido IG-11 (Taika Waititi) para que actúe de marshal. Todo concluye con padre e hijo en su nueva casita, reposando merecidamente.
Un cierre que recupera potencial
El asunto le queda fácil al The Mandalorian para retomar el formato episódico de la primera y segunda temporada. Las aventuras de Din Grogu como aprendiz oficial de Din Djarin es lo que la audiencia parece buscar, vistas las quejas que ha emitido esta temporada. El hecho de que cuadre con la previsión que tenían Filoni y Favreau para la serie resulta esperanzador, ya que cuando Star Wars ha abrazado el Fan Service los resultados han sido pésimos.
Aunque algo atropellado debido a su alto ritmo, tanto este como el anterior episodio han vuelto a poner a tono a una serie que ha dado demasiados tumbos en su tercera temporada. Episodios como, valga la redundancia, el tercero han quedado finalmente bastante descolgados. La decisión de incluir el reencuentro entre Grogu y Mando en El libro de Bobba Fett tampoco le ha venido bien a esta entrega de The Mandalorian. Sin embargo, ha acabado sabiendo resarcirse de cara a su cuarta entrega y el film que unirá las metatramas de las series presentes y futuras que se ambientan en este marco temporal.