Millones de lectores avalan las novelas de Elísabet Benavent, quizá la escritora de romántica contemporánea más importante de España en la actualidad. Sus novelas han sido o serán llevadas a la pantalla, incluyendo la reciente serie de Un cuento perfecto, porque funcionan en imagen tal como funcionan en papel. Son rápidas, entretenidas, actuales y emocionantes. Así puede resumirse su éxito, pero con esta crítica del libro Un cuento perfecto podemos profundizar un poco más en él.
Así es Un cuento perfecto
“Érase una vez una mujer que lo tenía todo y un chico que no tenía nada. Érase una vez una historia de amor entre el éxito y la duda. Érase una vez un cuento perfecto”. De esta manera se presenta Un cuento perfecto al lector: con el esquema clásico para este tipo de narraciones. Esta novela de Elísabet Benavent no es precisamente para niños, aunque sí cuenta con un par de elementos que lo acercan al cuento: la sensación de constante peligro y las moralejas que pueden extraerse.
Un cuento perfecto está narrado de tal modo que los personajes hablan directamente al lector, recurriendo a expresiones como “déjame que te cuente” o pidiendo directamente su colaboración para rememorar un olor o para construir juntos el escenario necesario. Este detalle propicia que la narración sea, en todo momento, cercana. También que contenga esa tensión mencionada: narrada desde el futuro, se anticipan conflictos, emociones o momentos a los que el lector quiere llegar, desde la emoción y desde la intriga.
Dos voces componen la historia: la de Margot y la de David. Si se aplica la palabra “voces” es porque Benavent consigue realmente generar una voz propia para cada uno de los personajes. Ella lo tiene todo y él no tiene nada, y los comentarios, pensamientos y emociones relacionadas con esta posición en el mundo están reflejados en la novela, aunque para ello tenga que recurrir en ocasiones a ciertos usos y expresiones que resultan exageradas. Los dos espacios en los que se mueven los protagonistas quedan bien enfrentados, y también establece con maña el punto de unión entre ambos: el vacío que sienten.
También en ocasiones la ironía, el desenfado o incluso la frivolidad pueden resultar exagerados, pero en la gran mayoría de las oportunidades que tiene Benavent para decantarse por el humor lo resuelve con una sonrisa. Con carcajadas, incluso. Así que Un cuento perfecto es un libro emocionante, puede llegar a ser reflexivo y es también divertido. De acción rápida y constante, cuesta soltarlo.
Las virtudes de la novela de Elísabet Benavent

Un cuento perfecto no deja de ser una obra leída antes sobre dos personajes arquetípicos también vistos con anterioridad. La virtud de Elísabet Benavent es que, a pesar de los clichés y la sensación a veces negativa de reconocimiento, consigue hacer que funcione. En parte porque su obra sí se diferencia de otras de corte semejante en una cuestión: el cuento perfecto entre la chica que lo tiene todo y el chico que no tiene nada no surge a partir de un flechazo.
Un cuento perfecto está bien construido, conducido y desarrollado, desde el primer encuentro hasta prácticamente el último (obviaremos el final, cuyo disfrute por parte del lector dependerá de muchos factores). Sus protagonistas no son dos personas que se enamoran a primera vista: son dos personas conociéndose y gustándose poco a poco. Encajan, se divierten, se entienden y la autora refleja bien este tipo de relación, que se siente tierna, emocionante y real. Tanto la tensión sexual como el amor inherente a los cuentos de siempre se construye con mimo, llenándose de detalles a medida que avanza la narración.
Esta es una de las mayores virtudes de Un cuento perfecto: es un libro de acción rápida y constante, pero los sentimientos que justifican la historia se cuecen a fuego lento. También hay que destacar que el conflicto planteado se asienta en una reflexión coherente con la que más de un lector asentirá en silencio: “nos escondimos en la fantasía romanticona e infantil de los amores que no pueden ser para no asumir que no tuvimos las agallas necesarias para hacerlo posible”. El final, como se ha dicho, no gustará a todos, pero el camino hasta él resultará de lo más placentero para quien disfrute con la romántica contemporánea.