El viernes fue una más que competente jornada de apertura para el festival estrella de Madrid. Con dolor de pies toca retornar a Villaverde. En el trayecto en tren hay gente que descubre que los horarios de Cercanías no se cumplen. Enternecedor. El día pinta más ligero que el primero y el último. Lo confirma la ausencia de colas. Tan rápido se puede entrar que tenemos que quedarnos un rato en un banco terminando la cerveza que, esperemos, nos de ánimos para superar la tranquilidad que aguarda en este día 2 de Mad Cool 2023.
Pop y rock bajo el sol
Dormir y descansar provoca que entremos al recinto a las ocho de la tarde. Ya ha habido un par de turnos de conciertos. El primer gran nombre hace acto de presencia. Se trata de un desinhibido Sam Smith. Baladas y pop que gustan a cualquiera se desplegaban ante un espectáculo que retrotrae al orgullo.

El británico, no binario, puso en escena un cuerpo de baile que pasaba de lo provocativo a lo erótico continuamente. Pudimos ver cómo dos bailarinas se comían la boca, simulaban una tijera o un cunnilingus. Como no había curas entre el personal, todo estupendo. Una buena apertura para quien, como es el caso del cronista, acabaran de llegar.
De las islas tocaba ir a los Estados Unidos con Queens of the Stone Age. Stoner rock mucho más movido con un sol cada vez más bajo. Ellos fueron quienes se llevaron el premio a la intensidad ayer. Esto no deja de ser un festival y lo que pide el cuerpo es poder golpear con la cabeza, saltar, gritar… Los veteranos lo lograron sobradamente, con Josh Homme de director de orquesta guay.
Un final con lo mejor ya visto
La colonia de Reino Unido pudo sentirse como en una feria de Devonshire cuando aparecieron en el escenario Mumford & Sons. Los chavales, que podrían pasar por el equipo de la última hamburguesería gourmet de moda, tiraban de folk indie. Típica guitarrita para los postres que bajaba las pulsaciones hasta el sopor a quienes no fueran fan. En lo personal, cuesta entender que ellos tocaran a las once de la noche y no, por ejemplo, Sam Smith. A tenor de la reacción de sus fans, hay que reconocerlo, la organización acertó.

En todo caso, decidimos marcharnos antes de dormirnos entre guitarreos acústicos. Refresco y ginebra de petaca para ahorrar mediante, nos aventuramos a la ratonera del escenario 3. Kaleo, a priori, no iba a ser mucho más electrizante que Mumford, pero nada más lejos de la realidad. Los islandeses supieron jugar sus bazas y metieron intensidad a sus temas. Más aulladores que sus compatriotas el día anterior, lograron subir el ritmo cardiaco lo suficiente como para aguantar hasta el que, se suponía, era uno de los platos fuertes de la noche.
The Black Keys nos tenían desde antes de salir. Gente acampada esperaba su particular y ecléctico rock. Coros cantables y guitarras bailongas son su sello. Sin embargo, los de Akron no tienen ese manejo del público que desplegaron Robbie, The Offspring o Queens. Pulcros, sonaban de lujo, pero la actitud era un poco pasiva. De esta forma, el asunto paso a ser una espera para que cantarán Lonely boy o Howlin’ for you.
Mención especial merecen esas personas que se dedican a tirar vasos al aire, incluso con varios euros de cerveza dentro. Se les puede calificar de no menos de imbéciles. Si tú, querido lector, eres de ese equipo, por favor, replantéatelo. Dicho esto, la salida del recinto fue rápida y ordenada a pesar de que a la organización le mole no abrir salidas extra para facilitar la vida al personal. Entretenida, pero mucho menos intenso que la anterior, esta segunda jornada del Mad Cool 2023 nos ha dejado sobre todo ganas de que llegue la última.