Había muchas dudas planeando sobre Black Panther: Wakanda Forever, desde hacía tiempo. Las más duras señalaban directamente a su existencia, a ese seguir adelante tras la trágica pérdida de Chadwick Boseman, un intérprete que dio al personaje exactamente lo que necesitaba para llegar al público. Las más tibias apuntaban hacia conflictos que iban desde la fatiga superheroica, que lleva con nosotros ya siete u ocho años, hasta motivos que trascendían lo puramente cinematográfico. No lo ha tenido fácil.
Diez días después de su estreno va camino de los 550 millones de recaudación mundial, doblando de esta manera su presupuesto. Cifras dignas teniendo en consideración todo lo anterior y con apenas dos semanas en cartelera, cifras que, sin embargo, no han llegado de la mano de la opinión de estar ante una buena película.
Permitan a la arriba firmante ponerse abiertamente subjetiva y personalista. Después de la tremenda decepción que fue Thor: Love and Thunder, arrastrando otras como Los eternos y sin haber terminado de conectar, en general, con esta nueva fase, esta marvelita fue a su cine de siempre a ver Black Panther: Wakanda Forever sin ningún tipo de expectativa. Esperaba de todo menos que me gustara y sin embargo me gustó, porque a veces uno solo necesita una película que le sacuda un poco en ese asiento de cine. De esa sacudida nace esta mirada positiva hacia Black Panther: Wakanda Forever. Cuidado con los spoilers.
Para empezar con Wakanda Forever: los peros
Dijo una vez un hombre muy sabio (Ned Stark) que todo lo que va antes de un “pero” no tiene ningún valor, así que pongamos el “pero» antes. Wakanda Forever no es una película perfecta, ni siquiera es una gran película. Es una película, como mucho, correcta, que si funciona es porque lo apuesta todo al entretenimiento, la nostalgia y la capacidad demostrada de los espectadores de caer en los juegos propuestos por Marvel desde hace casi quince años. Da vértigo leer esta última cifra.
No es que en este tiempo se haya perdido la magia, aunque es difícil confiar en que algún día se alcance de nuevo la cota de entusiasmo mundial que se vivió entre Capitán América: Civil War y Avengers: Endgame. Spider-Man: No Way Home supo hacerlo bien, Doctor Strange en el multiverso de la locura también. En todas las fases anteriores ha habido películas más y menos aceptadas, otras a las que el tiempo ha colocado en su sitio (Iron Man 3, hoy una de las más apreciadas, antaño una diana de críticas).
Así que no, seguramente no se haya perdido la magia que puede tener Marvel, pero sí hay una cierta sensación generalizada de que la complicidad con el público no es lo que era. En este sentido, Wakanda Forever lo ha tenido muy difícil. Perder a su protagonista, que además se convirtió en un símbolo comunitario y social, fue un mazazo. Tampoco ha podido hacer demasiado con las miradas sospechosas que ya siempre acompañarán (se quiera o no, sea injusto o no) a Letitia Wright, sucesora en la ficción, y también lejos de las cámaras, del papel más relevante de todos.
Al margen de esto, en cualquier caso, podría decirse que Ryan Coogler y todo el equipo se encontraban en general menos inspirados que en la anterior entrega, que fue Black Panther y nada más. Muchas escenas de acción se resuelven torpemente, otras resultan inverosímiles, impostadas, carentes de sentido, los chistes no contribuyen a rebajar la tensión que pueda existir sino que, más bien, parecen aumentarla. Vi alguna sonrisa tensa en esa sala. Y aun con todo…
Una mirada positiva hacia Black Panther: Wakanda Forever
Aun con todo, ciertos aspectos de Black Panther: Wakanda Forever me hicieron algo en esa butaca de cine, empezando por una banda sonora fantástica. Escuchar esta película es una gozada. Las culturas que quieren quedar aquí plasmadas están contenidas en el apartado musical, donde destacan temas como Con La Brisa, de Foudeqush y Ludwig Goransson, o Alone, de Burna Boy. Ritmos africanos, sonidos latinos, esencia urbana, aquello que quieren transmitir las reivindicaciones indivisibles de esta propuesta se encuentran en la música. Seguramente lo mejor de la película. Hasta Rihanna regresó para ello tras años de parón.
Por seguir con las reivindicaciones, uno de los pilares de Black Panther fue, es y será su representación de la comunidad negra. En su secuela ha ido un paso más lejos y ha abrazado también a la comunidad latina, retrocediendo hasta siglos pasados para denunciar la conquista y colonización del territorio americano, donde el villano de la película, Namor (Tenoch Huerta) encuentra su historia de origen.
Sin que por ello esté especialmente bien planteado, sí es interesante el punto del que parte esta trama y los lazos que tiende entre héroe-villano. Un pueblo que quiere ser invadido, sometido, frente a otro que lo fue, que por ello tuvo que esconderse y que busca su venganza. A la siempre buena decisión de explorar realidades y territorios diferentes, se le une una última de convertir a Namor no en un villano de una película sino en un personaje gris que puede seguir desarrollándose. Sus posibilidades pueden ser interesantes de explorar porque sus motivaciones no son simples, incluso aunque su forma de relacionarse con el mundo tenga su base en la venganza más básica.
Sobre este personaje gira también la que seguramente sea la apuesta más acertada. Namor, en los cómics relacionado con la mítica Atlántida, cambia su historia de origen para relacionarse directamente con la mitología azteca en Wakanda Forever. Así vuelven a quedar unidos los universos de héroe-villano, que beben de culturas generalmente olvidadas en la gran pantalla de Hollywood para presentar dos conflictos entre dos reinos que sufren o han sufrido las presiones internacionales (siendo generosos con los términos) cuando lo único que desean es vivir. Las similitudes entre Wakanda y la submarina Talokan conducen a un futuro que, como estas reivindicaciones y apuestas, puede ser de lo más interesante. Y que, en fin, dice algo de esas comunidades que suelen ser ignoradas.
El recuerdo a Chadwick Boseman

Black Panther: Wakanda Forever es también un homenaje a Chadwick Boseman. A excepción de la revelación en la escena post-créditos (he aquí la inverosimilitud mencionada), se aprecia el recuerdo a quien fuera uno de los titanes de Marvel. Que su ausencia esté presente en los conflictos emocionales de los personajes surge de forma natural, no como un recurso para buscar las lágrimas del espectador. Y eso que podría haber sido un desastre sensiblero, o impostado de mala manera, pero en este caso ganaron las emociones honestas que debieron darse en ese set de rodaje.
También a veces gana la experiencia inocente de sentarse en una butaca de cine a esperar que la proyección elegida te provoque algo. De ahí nace esta mirada positiva, a lo mejor excesivamente ingenua, pero siempre a favor de lo anterior: las buenas experiencias en un cine. Se pueden vivir, incluso aunque se tenga todo en contra. Y gracias, Marvel, por esa intro.