Al otro lado de una pantalla hay mundos infinitos por descubrir. Existen universos enteros que recorrer a golpe de pulgar. Historias interminables, los sonidos e imágenes más deslumbrantes, información que no cabría en ninguna biblioteca… Por supuesto, también hay personas. Usuarios que teclean desde cualquier parte del mundo y dejan su huella en el cosmos virtual. Algunos de esos rostros parecen mirarte a ti y hablar de tus propias experiencias. Su voz y su lenguaje propio se vuelven tan familiares, que da la impresión de que pertenecen a una amiga tomando café en tu cocina.
Pero lo cierto es que esa persona no te conoce, de hecho no sabe ni que existes. Al mismo tiempo, miles de ojos la escudriñan, la parten en trocitos. Mojan sus partes en el café sin parpadear. ¿Dónde está la línea entre admirar a alguien y devorar sus huesos en directo? Cuando una persona se abre en Internet y comparte sus pensamientos más íntimos, corre el riesgo de perderse en esa narrativa. Algo así le sucedió a Dorothy Miranda Clark, mejor conocida como Dodie, una artista y creadora británica que vertió su música y su vida en YouTube. Llegó a un gran público por su profunda honestidad, pero también sufrió los avatares de una prisión virtual que deshumaniza y encasilla. Su recorrido es un claro ejemplo de la complicada relación entre la salud mental y las redes sociales.
Principios, lluvia y girasoles
El 14 de abril de 2011, el canal de YouTube «doddleoddle» publicó su primer vídeo. Es una canción original llamada Rain, interpretada por una adolescente que se sienta frente a su teclado con timidez. Durante casi tres minutos, canta sobre tristeza, frustración y sentimientos embotellados. Sobre encontrar refugio en los rugidos de una tormenta que te permite desahogarte. Con el tiempo, el contenido de Dodie se convierte en esa lluvia que da abrigo a las emociones más delicadas e íntimas del ser humano.
Los inicios de ese canal, que actualmente cuenta con más de dos millones de suscriptores, se resumen en covers, composiciones propias y colaboraciones con amigos. En 2012, Dodie creó un canal secundario llamado «doddlevloggle». Aunque también lo usó para lanzar contenido musical, le da un enfoque más informal y cercano, más centrado en reflexiones y en mostrar su vida cotidiana.
Desde el principio, su contenido resulta muy personal. Se trata de una chica en su habitación que habla de inseguridades y canta sobre corazones rotos con una fragilidad magnética. Va curando una estética muy reconocible, repleta de flores, luces en las paredes y pinceladas amarillas. En ese cuidado attrezzo, Dodie combina vídeos ligeros, divertidos, con vlogs y canciones que tratan sobre complejos, baja autoestima y salud mental.
Dodie y el confort de la intimidad
No es difícil entender por qué su habitación virtual se convirtió en un espacio seguro para muchas personas. Esta cara amigable que se desnudaba emocionalmente delante de la cámara conversaba con total naturalidad acerca de temas de los que no todo el mundo puede hablar en su vida diaria. Y mucho menos hace diez años.
En julio de 2016, Dodie publicó un vídeo llamado «depression, anxiety, depersonalisation» en el que reflexionaba acerca de su relación con las enfermedades mentales. No fue el primero, pero tampoco el último. De hecho, el constante diálogo que mantenía con su mente, con sus heridas y problemas, consiguió que mucha gente se sintiera comprendida y acompañada. Sus bandejas de comentarios se llenaron de personas que siempre habían pensado que estaban rotas, solas en un mundo adverso. Especialmente en el caso de la despersonalización y la desrealización, ayudó a visibilizar aspectos poco conocidos de la neurodivergencia.
De forma similar, el hecho de que saliera del armario y hablara abiertamente de ser bisexual contribuyó a que su contenido se convirtiera en un espacio seguro. Canciones como She o Rainbow presentan con gran delicadeza el abanico de sensaciones que nacen a raíz de sentirse diferente. A pesar de que desprendan cierta melancolía, el mensaje final es positivo y tierno.
Las arcas cerradas de Dodie
La música de Dodie siempre ha combinado temas ligeros, divertidos y burbujeantes con otros mucho más serios y crudos. Amor, salud mental, traumas y autoestima se intercalan en una lista de reproducción que va adquiriendo carices más oscuros y adultos. Esa transformación se ve claramente en las portadas de sus EP y álbumes, que pasan de tener una estética juvenil y amarilla a una paleta de colores beige apagados, casi polvorientos. El cénit de esa metamorfosis es su álbum Human, en cuya portada aparece Dodie sosteniendo sus característicos girasoles, pero la mitad de ella está dibujada en blanco y negro.
Cuando Dodie empezó a dar conciertos y hacer giras, trasladaba en sus redes que el hecho de conocer a sus fans le generaba ciertos conflictos. Por un lado, sentía una gran gratitud por el apoyo y el cariño que recibía. No obstante, le abrumaba el hecho de que esas personas la conocieran tan profundamente y compartieran con ella aspectos íntimos de su vida. Esa frustración causada por una relación unilateral y desequilibrada se refleja en canciones como All my daughters, donde expresa el miedo a ser una impostora y decepcionar a su audiencia. Ante esa atención virtual que la ahoga, siente que está «screaming underwater / gritando bajo el agua».
Y es que esa habitación de la honestidad tiene un lado oscuro. A pesar de ser un lugar de confort y empatía, la transparencia también se puede viciar, especialmente cuando hay enfermedades mentales de por medio. Ver a una persona llorar en la cama o decir que lleva todo el día en el suelo de su habitación por un episodio depresivo se acerca peligrosamente a la pornografía emocional. Hubo alguna ocasión en la que su compañera de piso se enteró de que se encontraba en ese estado porque lo vio en stories. Dodie se dio cuenta de que su relación con Internet había tomado un rumbo peligroso y contaminado, tanto para ella como para su público, y decidió tomarse un tiempo para reevaluar la situación.
La calma tras la tormenta
Tras ese punto de inflexión, Dodie eliminó muchos de sus vídeos. El contenido más privado y personal desapareció de Internet, y dio un paso atrás en redes sociales. Nunca se marchó del todo, pero sus publicaciones se espaciaron en el tiempo y tomaron un poco de distancia en lo que se refiere a compartir detalles de su vida. Se centró más en su música y comenzó a hablar de temas más mundanos, menos densos.
En 2023, Dodie se convirtió en la cuarta parte de la banda Fizz, cuyos sonidos psicodélicos y despreocupados se alejan de forma notable de su marca personal, aunque su esencia sigue siendo visible. Desde la lluvia hasta las casas en llamas, pasando por personas artificiales, monstruos y huesos solitarios, la música de Dodie ha sabido elaborar un retrato de la experiencia humana con el que es muy fácil conectar. También lo han hecho sus palabras francas, sin pulir, y las diferentes habitaciones que ha mostrado a lo largo de los años.
No obstante, si algo demuestra su paso por Internet es que saber regular la transparencia y la privacidad es una tarea compleja para la cual no hay una respuesta universal. En el caso de Dodie, poner límites y no alimentar públicamente el fuego de los círculos viciosos ha sido la solución para defenderse de las dinámicas autodestructivas de las redes sociales. Crecer en Internet sigue siendo una realidad relativamente nueva, por lo que no hay ningún manual de instrucciones que enseñe a manejar el timón correctamente. Sin embargo, siempre es útil escuchar a las voces experimentadas que ya se han enfrentado a mil tormentas para aprender a navegar de forma equilibrada, aunque esto signifique algo diferente para cada persona.