Entrevista con Lauri Revuelta y Luisa Corral, las Panteras de Madrid

Charlamos con Lauri Revuelta y Luisa Corral, parte fundamental de un proyecto llamado Calequi y las Panteras que lleva dos años llenando de música las noches madrileñas.
Entrevista con Luisa Corral y Lauri Revuelta las Panteras

“Venga, empieza tú, Lauri, que tienes más años para saber quién eres”, dice Luisa. Ya desde el principio hay complicidad y buen rollo en esa mesa en la que estoy sentada. Frente a mí, Lauri Revuelta y Luisa Corral, las Panteras de Calequi, las Panteras que llevan sacudiendo la escena musical madrileña un par de años. Me apetece hablar con ellas por dos razones: por su importancia dentro de ese proyecto y porque siempre querré la visión de dos chicas jóvenes y talentosas que parecen tener mucho que decir.

Para empezar, reflexiono con Lauri sobre ese saber quién eres. “Cuantos más años cumples, menos claro lo tienes”, dice, porque hace años, coincidimos, era más fácil etiquetarse o colocarse entre ciertos esquemas mentales. “Sabías poner la información de otra manera, más sencilla, sin tanta raíz, ni tanta profundidad. Era fácil: yo creo que soy esto, esto y esto, pertenezco a esta clase social y a este grupo”, me gusta esta música y esta no, añado yo, y coincide.

No sé muy bien quién soy, pero sí un poco las cosas que me definen. Soy música”. Como Luisa, a su lado, y como Javi Calequi, con quien charlé un mes antes. “Vine a Madrid a dedicarme a ello y está siendo conseguido”, dice Lauri, y nos entretenemos en analizar esa expresión: está siendo conseguido. Es muy certero, en realidad, porque está en ello pero consiguiéndolo con cada paso. “Con mis otras dos bandas las cosas también van muy bien. Se ha configurado mi vida de una manera guay en la que todos los findes puedo estar tocando en directo. Estoy muy contenta porque hace cinco años yo no era nada de esto, tenía otra vida. Parece el discurso de la meritocracia, pero si le echas como mucho arrojo… En mi caso concreto ha funcionado”, explica. No depende solo de uno mismo, reflexionamos, pero la máxima de que hay que estar en movimiento para que las cosas sucedan es universal.

“Y el proyecto de Calequi está siendo una experiencia increíble desde un nivel de profesionalizar el oficio. Ver cómo piensa musicalmente Javi es un aprendizaje espectacular que no había tenido antes. Un día en el estudio con él y con Luki (Lucas Piedra Cueva) es revelador. Es otra manera de hacer las cosas, desde una experiencia que Javi tiene más que validada. Aprendes un montón”, explica. Para hablar de Luisa, se gira y la mira: “y en ella he encontrado una compañera, amiga y hermana”.

Luisa explica entonces que ella lo siente de igual manera, que, al final, Lauri es la persona con la que más tiempo ha convivido. Juntas rescatan una experiencia de esas que trascienden: sucedió en Buenos Aires, donde pasaron veinte días, en mayo o junio, el año pasado. No se ponen de acuerdo con la fecha concreta, pero Luisa dice mayo y Lauri, al final, dice “en estas cosas siempre tiene razón Luisa, es la que tiene la buena memoria y la organización”, y ambas ríen y da gusto verlas. Me hablan entonces de Buenos Aires.

Javi estaba de gira con Jorge Drexler y tocaban en el Gran Rex, que es un teatro bastante importante en Argentina. Drexler nos invitó a abrir tres shows”, cuenta Lauri. Me veo ladeando la cabeza: qué experiencia, ¿no? “Sí”, dicen las dos a la vez, “aprendimos mucho, mucho, mucho, mucho. Vimos a gente increíble tocar allí”, continúa Lauri, y me habla de Adrián Berra, a quien conocieron durante esos días y con quien surgió una colaboración fruto del encontrarse y encajar y querer música y más música. “Al final, eso: moverse, ir conectando con gente y que vayan saliendo cositas”. Como eso de ser Panteras.

Calequi y las Panteras: el origen de todo

Calequi con Luisa Corral y Lauri Revuelta, las Panteras
Calequi, Luisa Corral y Lauri Revuelta. | Imagen cedida por el músico

Son unas fieras y eso salta a la vista, pero aun así les pregunto: por qué Panteras. “Creo que Javi nos lo quiso poner como animal totémico”, dice Lauri, “creo que quería que nos viésemos representadas. A día de hoy nos lo está pidiendo siempre: esa valentía, lo que hablamos de este arrojo, de ir con todas. Yo creo que en forma de animal lo vió ahí”. “Javi tiene algo con los animales, vamos a dejar eso claro y luego ya podemos ponernos a pensar en por qué las Panteras”, dice Luisa y hay tiempo para las risas, pero en seguida nos ponemos serias otra vez.

“No sabemos por qué”, continúa ella, “ahora le damos ese significado, pero en un primer momento fue como… Las Panteras, ¿os mola? Sí, pues para adelante”. “Más tarde sí que hubo como… Nos decía: quiero que seáis mujeres fuertes”, continúa Laura. “No quiero que seáis coristas”, añade Luisa. No sois coristas, les digo al instante, saltándome la máxima del entrevistador de no interrumpir al entrevistado.


«Nos subíamos a la parte de arriba del bar, Javi se ponía con la guitarra a cantar… Y entonces un día me llamó: oye, que estoy pensando en montar mi proyecto, ¿te interesa?»


No son dos coristas que se añadieron a un proyecto, son parte de ese proyecto que por algo se llama Calequi y las Panteras. Les preguntó entonces por el origen de todo. Empieza Laura. “Yo tengo un amigo argentino, Pedro, que antes de la pandemia me llevaba a este bar que ya es como el epicentro de todas las cosas: el Peor para el Sol. En ese momento acababa de abrir el garito y se juntaban en la parte de abajo a tocar de manera muy jam. Ahí es donde conocí a Javi. Estaba allí, se puso a cantar, me puse a cantar con él, otro día toqué yo un tema mío al piano… Y un tiempo después, mucho después, después de la pandemia, me escribió”.

“Yo el bar no lo conocía antes de la pandemia”, explica, por su parte, Luisa. “Empecé prácticas en una agencia de publicidad en enero de 2020 y durante la cuarentena me salió hacer una canción para un anuncio. La agencia en la que yo trabajaba hacía la música con Javi, y entonces la canción le llegó para que la tocase, y como que nos conocimos sin conocernos. Sabíamos quiénes éramos. A partir de ahí, un compañero de la agencia me empezó a llevar al Peor. Mi primer concierto fue allí, en junio de 2020. Entonces empecé a ir todas las semanas. Tocaba este amigo y yo le iba a ver todos los miércoles… De hecho…”, hace una pausa, y recuerda, “él empezó lo de los miércoles. Felipe empezó los miércoles con un show que se llamaba El gordito de la pelota. Cuando acababa el concierto era también súper informal. Nos subíamos a la parte de arriba del bar, Javi se ponía con la guitarra a cantar… Y entonces un día me llamó: oye, que estoy pensando en montar mi proyecto, ¿te interesa?”. Y el resto es historia. 

“Cuando llegamos Lauri y yo a su casa, el primer día… Cuando bajamos, yo casi ni te miraba”, dice Luisa, y ambas se ríen. ¿Os conocisteis ese día?, pregunto. “El día del ensayo”, confirma Laura, “el día del primer ensayo”. “Cuando bajamos de su casa fue como… Bueno, vamos a tomarnos algo tú y yo. Y lo primero que nos preguntamos la una a la otra fue: y tú, ¿por qué estás aquí? Y las dos decíamos: no lo sé”, recuerdan con buen humor. “Creo que vimos con sorpresa que Javi es un musicazo con una carrera increíble y nos sorprendió la elección”, explica Lauri, “ahora ya tenemos más rodaje, pero…”. Luisa toma los puntos suspensivos, los continúa y los amplía: “el primer concierto de Calequi y las Panteras…”, y Lauri toma de nuevo el relevo: “éramos de todo menos panteras”. Más risas. Es una charla animada, divertida y ambas se van soltando poco a poco, supongo que como pasó en esos primeros encuentros, como pasa habitualmente en la vida. Parecen dos personas reales y honestas, cercanas y de humor cálido.

Les digo que en todas las ocasiones que he tenido oportunidad de verlas, la mayoría con personas que entraban en el Peor para el Sol sin saber qué les esperaba, han provocado la misma reacción en mis acompañantes: sorpresa, emoción, diversión y calidez. “Después de los conciertos mucha gente se nos acercaba a decirnos: me ha encantado. Y tanta gente que repetía… con eso flipamos, con que la gente repita”, dice Luisa, haciendo referencia a los muchos miércoles (las cifras bailan, dicen, y se ríen) que estuvieron tocando de forma consecutiva en el Peor.

Las noches en el Peor para el Sol

“Yo como espectadora, como público, repito un concierto si me gusta un montón, sino es que hay tanta variedad que… Hay ciertas bandas que siempre que tocan voy a ir, pero no todas las semanas, y había gente que iba todas las semanas durante un año. Yo no podía más que flipar y decir esto está siendo algo como bastante…”, dice Lauri, pero no le pone el adjetivo. Se lo pongo yo. Fue fuerte. Es que da igual el tipo de música que escuches, les explico entonces, desde fuera, como espectadora: a los encuentros con Calequi y las Panteras se va a pasarlo bien disfrutando de la música y quieres repetir porque es una experiencia que además siempre es diferente.

“Y otra cosa muy guay de haberlo hecho en el Peor”, continúa Lauri, ya centrando la conversación en ese año vivido, “aparte de que es un ambiente muy familiar para nosotras, es que es muy fuerte lo que se crea en un espacio tan reducido. Yo creo que eso también tiene que ver con que la gente haya querido repetir, porque es mucho más personal. No es tan impersonal ni tan jerárquico como es un escenario con el público abajo, esto es como: vengo a hacer algo en lo que tú eres partícipe porque ya espacialmente no te queda otra que ser partícipe de esto”.


«A nivel escénico es una exposición: como abrirte el corazón en directo»


Charlamos un poco sobre los momentos difíciles, porque hay quien se olvida de dónde está y dificulta la música, pero sobre todo se quedan con lo bueno. “Es muy complicado”, explica Luisa, “mirar al público como artista es difícil, imagínate que está aquí sentado”, me señala, porque estoy justo en frente, a unos centímetros. “Cuando pasamos esa barrera fue muy heavy. Es como: de repente estoy en bolas. Y es impactante, pero me alegro mucho de que nos hayamos entrenado en esa cancha, porque al final luego te vas a otro lado y es muchísimo más fácil”.

“Suena un poco loco, pero para mí pudo ser más fácil el segundo Gran Rex que un miércoles complejo en el Peor”, coincide Laura. A nivel escénico es una exposición, lo que decías antes: como abrirte el corazón en directo. No hay filtro. Y luego también es la interpretación que hacemos de cómo la gente recibe la música. Tú estás viendo a una persona que está con un semblante más serio e igual no es que no se lo esté pasando bien, es que lo está interiorizando de otra manera”, explica. Porque la conexión en ese contexto es muy importante. Sentir que tienes al público de tu parte, que está tan dentro como tú. Observarlo y pelearlo también forma parte de ser músico.

“Mucha gente nos decía que la primera vez es como que te quedas un poco shockeado, porque no te lo esperas. Vas a un garito que a lo mejor te ha recomendado alguien a ver a tres pimpones y de repente sales de ahí y dices: guau, qué ha pasado. Entonces sí que es verdad que nuestra lectura de esas caras podía ser: tía, no se lo pasan bien. Y luego la realidad era otra la mayoría de las veces”. Coincido. Uno no llena una sala de forma semanal durante un año entero sin tener al público de su parte.

Ahí lo he aprendido todo”, dice Luisa. “Yo no sabía cantar. Nosotros empezamos a trabajar así: Javi nos mandaba las canciones y nos mandaba también líneas de voz solas. Yo me dormía con las líneas de voz, me las aprendí de memoria. El primer ensayo hasta que luego nos volvimos a juntar… Yo decía: me van a echar”. “Es alucinante lo que ha aprendido Luisa”, coincide Laura, “ahora armoniza así”, y chasquea los dedos. “Pero me has enseñado tú”, dice ella, mirando a su compañera a los ojos. Vuelvo a pensar que no solo es bonita la relación que tienen, sino que además explica en buena medida la trayectoria ascendente de este proyecto.

“Me acuerdo de las primeras veces en una terraza, después del ensayo… Yo decir: a ver, Luisi, escucha este tema, vamos a buscar la voz”, y continúa Luisa, entre risas: “yo le decía: no la encuentro, Lauri, no la encuentro”. “Ahora Javi improvisa muchísimo en los conciertos, y empieza una línea y Luisa es como ¡pum!, cojo una, ¡pum!, cojo otra, de forma instantánea. Eso en el tiempo que llevamos es récord. Tiene un oído increíble, Luisi”. Ríen recordando anécdotas de esos primeros ensayos, que son anécdotas de música y de amistad, y volvemos al Peor. “Hemos aprendido un montón escénicamente. Eso es lo que más he aprendido: a pensar en mi yo escénico. Como dice Javi: cuando estás ahí, ahí te conviertes en… parece como Lluvia de Estrellas, ya no eres Laura Gómez, eres…”. Una pantera, le digo. Asiente.

“A mí me gusta mucho porque va cambiando el foco. Sin dejar de ser lo mismo, porque al final son los mismos temas, ha ido cambiando. Es como si coges algo y lo abordas desde aquí, desde aquí, desde aquí y desde aquí. Empezó con un enfoque y ha ido abriendo el abanico. Ya desde hace mucho tiempo ningún tema suena igual, nunca. En todos hay algo nuevo, improvisa algo, mete una canción externa, hace un solo alguien…”, explica Luisa. Y continúa Lauri: “Y eso te hace estar súper conectado y alerta, escuchando a todos, viendo a Javi, pensando qué va a suceder… Hace muy emocionante la experiencia musical”. Esta es otra de las razones que explican esa trayectoria ascendente y también lo que está a punto de suceder.

Cinco martes para Amarte

De llenar semanalmente una misma sala durante un año entero pasamos a esa otra locura llamada Cinco martes para Amarte. “Yo tengo que estudiar”, es lo primero que me dice Luisa. Nos reímos las tres. Estamos teniendo esta conversación veinte días antes de la primera de las cinco fechas que Calequi y las Panteras han cerrado en la sala El Sol, que es el martes 21 de marzo. Después, un martes por mes hasta llegar a julio, donde se han atrevido con un tributo a Prince.

“Tenemos que estudiar mucho porque, claro, se van a subir unos gigantes musicales muy fuertes. El primero, Michael Olivera, que es de los mejores percusionistas que hay ahora mismo en el mundo. Vamos a tocar también temas de él y eso va a requerir preparación, y muchísima ilusión de poder compartir tiempo y espacio con esas personas que, aparte de buenos músicos, generan muy buen rollo”, comienza Lauri.


«Esto es una locura, nadie se ha atrevido a hacerlo, a mucha gente se le ha podido ocurrir pero nadie se ha atrevido a cerrar cinco salas Sol»


“Yo me agobio un poco cuando pienso en el de Prince, tengo que estudiar un montón (risas). También me digo: que es en julio, Luisa, tranquila. Es un reto que…”, la veo tentada de añadir un pero, pero se lo piensa mejor, “es un reto súper guay, punto y final. Estamos haciendo algo en una sala para 30 personas durante mucho tiempo y de repente ahora hemos conseguido cerrar cinco martes en Madrid, que eso no lo ha hecho creo que nadie. Mi padre se dedica a la música y el otro día me decía un amigo suyo que esto es una locura, que nadie se ha atrevido a hacerlo, que a mucha gente se le ha podido ocurrir pero que nadie se ha atrevido a cerrar cinco salas Sol. Es muy heavy. Nosotras como que normalizamos muchas cosas, pero…”, pero es heavy, coincido, porque desde dentro puede llegar a convertirse en rutina, pero desde fuera, y con la perspectiva que da el tiempo, es muy heavy.

Y con el tipo de música que es, porque quizá lo pop o lo urbano tenga en una ciudad como Madrid más tirón que los ritmos latinos fusión de Calequi, pero ha encontrado el hueco y el público y cada día son más. “Es que ha conseguido conjugar ritmos latinos y funky, ha hecho una fusión que… El otro día me decía que siente que ahora, que estamos grabando el nuevo disco, ya sí que está encontrando su sonido. Y yo pienso en el disco anterior (Gualicho, 2021) y digo: pero si ese ya era un sonido súper marca personal. Es que él es un innovador. Igual que innova y dice: ¿que nadie lo ha hecho? Venga, 5 salas Sol. Es una mente que no para”. “Y se nota”, añade Luisa, con admiración, “se le sale por los poros”.

Lauri Revuelta y Luisa Corral, las Panteras al margen de las Panteras

Y después de esos cinco martes, al margen de las Panteras de Calequi, ¿qué hay? ¿Qué sucede? “Yo ahora mismo estoy soltando un poco todo lo que he estado absorbiendo este tiempo”, explica Luisa, “he escrito canciones desde que sé tocar la guitarra, desde casi antes, y durante esta época de Calequi y las Panteras como que me bloqueé con mis cosas. Pero no fue un bloqueo de no me sale nada, qué frustración, sino de: no tengo ni tiempo para dedicarme a ello porque estoy tan volcada en lo que tengo fuera, quiero tanto que entre para luego poder sacarlo yo, filtrarlo y sacarlo, que… Ahora estoy un poco ahí. Estoy grabando, estoy intentando montar una bandita…”. Y continúa: “esto también me ha ayudado a eso, a creérmelo un poco más. Me digo que son canciones, que no estoy salvando el mundo, que no tengo que ser Beyoncé ni soy la peor del mundo. Hago esto desde la honestidad y desde un lugar muy sano para mí. Entonces ahora mismo estoy ahí. Grabando, volviendo a retomar lo mío”. 

Lauri me habla de sus otras bandas. “Yo tengo cubiertos todos mis flancos. Tengo, por un lado, la banda de cumbia, que es como cumbia fusión. La llamamos la cumbia castiza y es muy guay porque mezclamos chotis con cumbia. Estamos ahí, en ese tipo de experimento. Es mega bailongo. Somos ocho y es muy guay porque son mis amigos y porque es la primera vez que toco como teclista en una banda y el mundo del piano me ha abierto la cabeza. Ahora toco merengue, toco salsa, es como… Me han abierto un mundo de sabor, las teclas. Este verano estoy a tope con ellos, nos han salido un montón de bolos, todos los findes. Es la primera gira que voy a hacer. Vamos con nuestra furgoneta, a pasar el verano con mis amigos tocando. Esto es Anís Guateque”.

“Por otro lado”, continúa, “tengo La Pena, que es el proyecto que musicalmente más me tira y es donde vierto yo también mis canciones. Somos cinco, cada una compone y cuando llega al ensayo lo muestra y todas las demás participamos. En el momento en que lo das ya es de todas. Todas hacemos muchos arreglos vocales y tenemos muchos instrumentos raros”, dice, con ilusión, “son temas propios y calentitos. Los que componemos la banda tenemos cada uno mil proyectos, entonces no nos juntamos tanto, pero cuando nos juntamos… Cada vez que nos juntamos es bastante sanador. Ellas son también mis amigas del alma”, explica.

Estáis a tope, señalo, y ellas celebran y yo con ellas. Imaginaos, les digo, que dentro de veinte años hay una persona escribiendo algo sobre Lauri Revuelta y Luisa Corral, ¿qué os gustaría que dijeran de vosotras como músicas? “Si esa persona fuese otra música, me gustaría que dijera que se siente muy a gusto conmigo tocando. Que sé escuchar bien cuando toco con gente. No sé por qué lo estoy viendo desde una perspectiva como si yo estuviese hablando de otro músico, pero creo que musicalmente es lo que me gustaría que me dijesen: que sabe entender el lenguaje de la música y ser muy generoso y compartirlo con los que está creando”. 

“Yo creo que no me gustaría… Yo como música, no sé. Yo como persona, mejor. Me gustaría que hablen de mí como persona y de cómo veo el mundo, que eso creo que me llevó a mi música. Creo que soy la misma persona todo el tiempo, como música y como… Sin cantar (risas). No canto todo el día, y lo que no soy cantando es lo mismo. Igual me hago un poco más la guapa cuando canto”, remata, y nos volvemos a reír las tres.

Luisa Corral y Lauri Revuelta
Luisa Corral y Lauri Revuelta. | Imagen cedida por las artistas

Les pregunto entonces qué admiran de la otra. Muy objetivamente, musicalmente hablando, a mí el timbre de Luisa me vuelve loca. Me parece de los timbres más bonitos que he escuchado. Y la elegancia que tiene al cantar, porque es como una elegancia muy cotidiana, como si te susurrara, muy sutil todo, con muchos matices”. Y, personalmente, añade, es mi hermana.

“Sí”, dice Luisa, “a mí es como… Igual es un poco cursi, pero es que Lauri me ha enseñado prácticamente todo lo que sé de cantar. Lo que más admiro de ella es lo que ella decía que le gustaría que dijesen de ella. Casi la interrumpo para decir: ya lo haces, te lo digo yo, no hace falta que nadie escriba tu vida (risas). Es generosidad por todas partes”. Después de un año mirándose intensamente en el escenario, como ellas mismas dicen, Luisa dice que ha aprendido “a vivir la música desde donde la vive ella, porque para mí era un trámite y para ella su vida, y para mí ahora también lo es”. Y acaba como ha acabado Lauri: también es su hermana.

En un mundo tan competitivo, les digo yo, es un gustazo ver el cariño y el respeto que se tienen. “Lo decimos muchas veces”, dice Luisa, “menos mal que tú eres tú, nos decimos”. “Eso que has dicho es muy importante porque yo no he sentido en ningún momento ningún tipo de competición con Luisa. Nos alegramos mucho del éxito de la otra, no hay ese tipo de competitividad de dos personas con objetivos similares en este mundo. Nosotras no, estamos como muy al margen de eso”. De no haber sido así, les digo, seguramente no estaríamos aquí hablando de esas muchas noches en el Peor, las cinco que se vienen en la sala El Sol y todo lo que llegará después.

De qué son fans las Panteras

Les pregunto, porque esto es Fan Service y nace de los fans, y porque no se puede ser músico sin haber sido antes fan de algo o alguien, por sus propios fanatismos. “La lista es interminable, soy tan fan de tanta gente”, me dice Lauri, y reconozco en ella a una persona que admira mucho el trabajo de los otros. “Soy muy fan de mis amigas músicas. El otro día lo hablaba: las Faneka son ahora mismo de mis bandas favoritas de Madrid. Musicalmente son exquisitas, tienen un proyecto con muchísima alma, llevan ocho años girando y ahora les ha cogido una discográfica guay. Por otro lado, como fan absoluta de referentes: Eliseo Parra, que es quien ha recuperado toda la música de raíz de la península ibérica, la ha transformado y nos la ha regalado a todos”.

Se le va reconociendo, porque se va reconociendo esa música de raíz, y hablamos de Vetusta Morla con El Naán, de Baiuca y de la gran historia musical de estas tierras nuestras. “Todos los martes voy a un taller de percusión ibérica y nos están enseñando a tocar unas cachivaches que me encantan. Nos enseñan rondalla de no sé dónde, seguidilla de no sé cuánto, y son unas melodías y unos ritmos que no conozco a día de hoy música que sea tan compleja. Pienso en las señoras en sus pueblos con sus panderetas cantando eso a vivo pulmón y flipo”.

Luisa me habla de música indie, de Phoebe Bridgers o los Sunday Drivers, también de Jero, y hace una distinción. “El otro día hablaba con mi novio de que hay mucha música que yo escucho que me encanta, por ejemplo Taylor Swift, que me ha acompañado toda la vida, pero no me considero súper fan, y luego escucho alguna música o leo cómo escriben algunas personas que lo que me provocan es ganas de escribir, de tocar o de componer. Estoy diferenciando entre eso: hay mucha gente a la que escucho y que me flipa, y hay gente que me inspira. Me pasa con Jero: escucho sus canciones y me dan ganas de escribir a mí”.

Lauri me habla de No siento, del músico cubano Bola de Nieve, como la canción que tiene en bucle en los últimos días, y Luisa de Norf, el último álbum de Andy Shauf. Veo en ellas a dos chicas que son amigas y dos músicas en constante crecimiento. Dos panteras en el escenario que tienen ya muchos días ocupados porque eso tan difícil de dedicarse a la música “está siendo conseguido”, como decía Lauri al principio.

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Nahia Pérez de San Román
07/06/2023
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