El gag que mejor define la relación entre Nandor y Guillermo en ‘Lo que hacemos en las sombras’

Una carcajada construida durante toda una temporada.
Escena que mejor define relación Nandor y Guillermo en Lo que hacemos en las sombras

Durante todas las temporadas de Lo que hacemos en las sombras, el gran Nandor el Implacable ha estado atado a su familiar Guillermo de la Cruz. Pese a ser un combatiente legendario, no es nadie sin el simple humano que le cuida. El aislamiento y su capacidad de ser un capullo pervertido sin límites le hacen vulnerable. De ahí que el vínculo con su sirviente sea una parte vital de la serie. Sus idas y venidas han dejado grandes momentos, pero si hay una escena que define la relación entre ambos es la que cierra la segunda temporada.

Aviso de spoiler de 'Lo que hacemos en las sombras'

El contexto de una escena genial

Durante la segunda temporada de What we do in the shadows Guillermo debe contener sus capacidades para matar vampiros. Su linaje, perteneciente a Van Helsing, le hace una verdadera máquina de matar. No es algo, claro está, que los vampiros de Staten Island valoren lo más mínimo. De hecho, la posibilidad de que Gizmo pueda asesinar a uno de los suyos les resulta ridícula al extremo.

De esta forma el familiar se torna un ser hilarante. Por un lado, una mezcla entre John Wick y Blade, por otro un ser pusilánime. Cuando Nadja, Nandor, Lazslo y Colin Robinson están atados y condenados a muerte durante el último episodio de la segunda temporada, no se les ocurre que Gizmo les pueda rescatar. Pero eso es justo lo que ocurre.

Una vez están los cinco solos, Guillermo se planta desafiante, poderoso, ante los chupasangres. Nandor le pregunta si se ha estado ocultando algo y luego, antes de que se pase a créditos, estas son las líneas que cierran la temporada:

«-¿Guillermo? ¿Hay algo que no nos hayas contado?
-Me llamo Guillermo de la Cruz.
-Me da igual cómo cojones te llames. ¡Hemos tenido que recoger nuestra propia colada!»

La construcción de un chiste perfecto

Construir es necesario en narrativa, por lo tanto pasa lo mismo en la comedia. Lo genial del gag no es el texto. Podría ser cualquier chiste del resto de la segunda temporada, o cualquier otra. Sin embargo, se llega hasta él con un cuidado juego de expectativas que genera la mutable pero cíclica relación entre Guillermo y Nandor.

Gizmo se ha ido empoderando cada vez más, como se ha dicho. Nandor y el resto de sus compañeros de casa le vejan al igual que en la temporada inicial, sin darse cuenta de que tiene un límite. El timo del guerrero otomano sobre convertir en vampiro a su familiar se va calentando. Tanto que este llega incluso a abandonarle. Cuando se pira, no saben siquiera cómo se apellida, lo que se convierte en un gag recurrente.

Los guionistas permiten al chupasangre evolucionar solo un poquito. Se cuestiona ligeramente su trato a su sirviente, le pide perdón, pero la actitud de fondo no cambia. Un movimiento que permite no traicionar la lógica interna de los personajes al tiempo que ofrece nuevas posibilidades cómicas. Este lento mutar del status quo va generando gags hasta el que completa la segunda temporada.

Lo que hacemos en las sombras se aprovecha de que la audiencia conoce de sobra los clichés narrativos. Se ha ido viendo que los vampiros son cada vez más empáticos con el familiar. Lo lógico sería que se mostraran, si no agradecidos, sí algo amagados. Al contrario, el guion hace que sean exactamente lo que llevan siendo durante 20 episodios: unos capullos engreídos y elitistas. Asimismo, esa sensación se aplica en un season finale, lo que hizo que permaneciera en el público durante un año. El chiste pasa a ser, así, si no el mejor sí uno de los mejores de la ficción.

La síntesis de una relación que siempre ha sido tóxica

El gag, además de tener un tempo y una preparación envidiable, sigue siendo el mejor ejemplo de la relación que une a Guillermo y a Nandor. Es fácil olvidar que estos vampiros son egoístas, homicidas, narcisistas y tremendamente pervertidos. Por ello tramas como la de Marwa en la cuarta temporada no son descabelladas.

Durante todas las temporadas, incluido el inicio de la quinta, Nandor no ha sabido vivir sin Gizmo pero tampoco recompensarle. Su clasismo extremo se lo impide, aunque lo que le quede de humano se lo pida. No comprende la inseguridad que siente, no entra en sus esquemas mentales. Por todo lo anterior, le da igual quién sea Guillermo. El buscado apellido sale a la luz, una revelación íntima. Mas, lo que de verdad quiere saber tanto el chupasangres iraní como el resto es por qué les ha humillado al nivel de tener que hacer ellos mismos la colada.

Se trata así de un ciclo. Los vampiros son unos capullos, Guillermo se harta, Nandor se arrepiente dando pena, Guillermo vuelve y a empezar de nuevo. Es la única forma que han tenido de relacionarse: la tóxica. El vínculo es el del abusador y el abusado, típico del vampirismo, filtrado por la brillante comedia de Lo que hacemos en las sombras. No hay nada que represente mejor el combo que faltar a alguien que acaba de salvarte porque te obligó a poner la lavadora.

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