A veces hay grandes conceptos que se aposentan gracias a elementos relativamente livianos. Un buen ejemplo es la pequeña historia escrita por Ambrose Bierce, autor norteamericano que vivió entre finales del siglo XIX y principios del XX. Titulada El incidente del puente del Búho, traducción del original An occurrence at owl creek bridge que también se ha llevado al español como Suceso en el puente del río Búho, es una de las obras cortas más destacadas de la literatura yanqui. Grande es su influencia y muchas notables creaciones literarias y audiovisuales se asemejan a lo que su argumento.
Antes de nada, si se quiere parar a leer el relato antes de seguir aquí está el texto.
Afrontar el instante de la muerte con imaginación
Veterano de la Guerra Civil como era, por parte del bando norteño, Bierce sabía que no hay gloria en el conflicto. Menos, en una por ejecución. En ello coincide con Tolkien o con Cela y su Pascual Duarte. La dignidad queda de lado en el cadalso. Porque en un patíbulo improvisado, el puente sobre el río Búho, es donde sitúa el escritor la acción.
La obra ingenieril está en un estado del sur, concretamente en Alabama. Allí un hacendado esclavista trata de echar una mano al bando sureño quemando el puente. Sin embargo, le capturan y condenan a la horca. El relato juega con una certera descripción y se divide en tres partes. La intermedia sirve para contextualizar cómo ha acabado Peyton Farquhar, el condenado, en tan mala situación.
El esclavista está aterrado, tanto que le asusta el propio sonido del tictac del reloj. Sin embargo, en un golpe de suerte, la cuerda que debería partirle el cuello se rompe y logra huir. Casi sin saber cómo, llega a su propiedad y logra ver a su amadísima mujer. Justo cuando va a abrazarla, en una línea como un relámpago, Bierce destapa que todo había sucedido en su imaginación como una vía de escape. Farquhar está muerto.
Un recurso que refina el de que la vida es sueño
Calderón, Platón, autores chinos en más de una leyenda o Lewis Carroll ya habían tratado el tema de experimentar aventuras, vidas enteras, a través del sueño y la imaginación antes de que The San Francisco Examiner en 1890 publicara El incidente del puente del Búho. Incluso, ya lo dijo la Oreja de Van Gogh, la propia vida podría ser un sueño de otro. Bierce trata un caso particular de esta tendencia tan histórica en la ficción y se centra en el instante de la muerte. Lo expande para que en él quepa su relato, aunque hayan pasado segundos, o menos, en tiempo real.
Tampoco es algo que inventara el norteamericano, pero está claro, como se verá más adelante, que desde el Romanticismo el concepto ganó enteros en su popularidad. Lo sucinto del relato de Bierce logra condensar una idea de forma muy efectiva. De este modo, da pie a influir con una sencillez extrema. Al fin y al cabo, se puede expandir y trabajar de nuevo de mil maneras.
Los reflejos de El incidente del puente del Búho en la cultura
Lo leído en An occurrence at owl creek bridge seguramente recuerde a muchos argumentos. El de El milagro secreto de José Luis Borges, que sigue la historia de otro condenado a muerte, es uno de ellos. En este caso se trata de un autor teatral checo al que los nazis sentencian por judío. Jaromir Hladík pide al altísimo que le de tiempo para terminar su obra maestra, Los enemigos. Su deseo se concede, pero de una peculiar manera que elonga el tiempo desde el momento en que el pelotón realiza su descarga.
El mismo escritor realiza lo que se ha interpretado como un juego similar en El sur, uno de sus relatos más celebrados. Un compatriota suyo hizo un sobresaliente juego similar con un desgraciado asistente de vuelo italiano. Marini veía desde el avión en que trabajaba, metódicamente, una isla griega con la que llegó a obsesionarse. Julio Cortázar, responsable del cuento, guía a las palabras hasta un trágico desenlace. Eso sí, el protagonista de La isla a mediodía logra visitar la ínsula. Otro ejemplo sería Detalles de una puesta de sol de Nabokov o Martín el náufrago de William Golding, responsable de la archiconocida El señor de las moscas.
En el cine hay también muestras variadas de lo que cuenta Suceso en el puente del río Búho. Tránsito o La escalera de Jacob son ejemplos perfectos. La primera gira en torno a un accidente de coche y la segunda se sitúa en la guerra de Vietnam. Sin embargo, Brazil de Terry Gilliam, parte de la trilogía de la imaginación, es la referencia más notable. Su último acto usa el mismo concepto que Bierce magistralmente. No hay que olvidar las varias adaptaciones del propio relato, en el que destaca el corto de 1963 dirigido por Robert Enrico.