La mayor lacra que puede sufrir una gran obra es ser reducida a la comparación. Tratando de engrandecer, acaba minimizada. Es algo que le ha ocurrido con asiduidad a Olvidado rey Gudú. Un enorme relato que abarca varias generaciones y cuenta la historia completa de un reino inventado. No es raro que recuerde a Tolkien y el universo literario en que se enmarca El señor de los anillos. Tampoco que retrotraiga a George R.R. Martin y la saga Canción de hielo y fuego. Pero el gran libro de la autora barcelonesa tiene un peso propio, uno que llegó a rescatarla.
Fábulas e infancias perdidas en Olar
Sobre todo, Olvidado rey Gudú es un libro sobre la historia del reino ficticio de Olar. Sobre cómo se alza de la casi nada, como hicieran condados como el de Castilla. Sobre cómo caen fruto de las pasiones e intrigas de aquellos que lo dirigen y habitan. El relato es de proporciones épicas y bajo un lirismo que podría parecer de cuento infantil presenta una crudeza digna de Ana María Matute.
Porque aunque el protagonista de esta obra sea el reino, quienes la guían son un variopinto grupo de personajes que se distribuyen a lo largo de generaciones. Así, los adultos se encargan de hacer lo necesario para cumplir sus sueños y venganzas personales a costa de más de una infancia. No es un tema extraño para Matute, ya que la suya fue arruinada por el horror de la Guerra Civil. Pero en las fábulas de Olvidado rey Gudú los niños se adaptan, buscan explicaciones y acaban sufriendo las tragedias derivadas de estas.
Es difícil no ver un poco de tantos hombres y mujeres de la España de primera mitad del XX en los personajes creados por Matute. En ese Gudú castrado emocionalmente, en un sentido literal, por las decisiones de una madre protectora. A la propia autora recuerda esa Tontina inocente a la que todos quieren sacar de su inocencia infantil. O esa Ardid que tan joven ve a todos los suyos caer y solo encuentra el sentido de la existencia en devolver el golpe.
Pero, pese a las reminiscencias de la biografía y contexto histórico de la escritora que puedan apreciarse, el enorme elenco logra trascender. Consigue adquirir un carácter universal que puede seguir apelando al lector de hoy, de mañana, de ayer. Aquí o en cualquier otro lado del planeta.
El tiempo mítico y la depresión de Olvidado rey Gudú
La misma historia de la novela es muy curiosa. Matute comenzó a realizarla a finales de los sesenta. Pero, la depresión que la azotó desde mediados de la década siguiente postergó la finalización y publicación de la misma hasta los noventa. Una situación que narra perfectamente este artículo del ABC de Sevilla. Carmen Barcells, posiblemente la editora de más renombre del siglo XX en el ámbito hispano, logró que ocurriera el milagro. Así, en 1996 se lanzó al mercado. Fue un éxito, el renacer de una autora que entraría al año siguiente a la Real Academia.
Esta depresión que impidió a la novela desarrollarse antes tiene una suerte de paralelismo con el caso de Gudú. El gran rey no puede amar, tampoco llorar. No puede expresar o sentir emociones básicas. Un vacío total similar al gris vital que caracteriza a tantos episodios depresivos. Además, en el caso del personaje, desatará un apocalipsis en caso de que logre echar unas lágrimas, de mostrar esa nada que siente.
Lo extraordinario de la novela de Ana María Matute es la sutileza con que es capaz de narrar. Su muy lírica prosa bebe de una Edad Media que le atraía en gran manera. De esta forma, la fábula y el cuento son los elementos con los que engarza el relato en su conjunto, al igual que las reminiscencias de las sagas nórdicas, entre otras, lo hacen en el Silmarillion de un Tolkien que también sintió los traumas de la guerra. Además, el todo se enmarca en una concepción temporal propia de la época histórica referida. Es un tiempo mítico, en el que durante el hoy se entremezclan el ayer y el mañana. Se refuerza con ello ese carácter de historia fundacional, de mito primigenio, que rodea a Olvidado rey Gudú.
Gracias a todos estos elementos, la obra cumbre de Matute, la que decidió introducir en la Caja de las Letras del instituto Cervantes, se puede considerar una de las grandes obras fantásticas del siglo pasado, de un género que hoy vive en España una edad dorada con multitud de jóvenes autoras destacados. No necesita, como se dijo, comparaciones con otros autores, pues puede mirarles a la cara. Olvidado rey Gudú es así el mejor legado de aquella niña a la que la Guerra Civil destrozó la infancia.