Rigoberta Bandini (Barcelona, 1990) comenzó a colarse en las listas de éxitos cuando la generación a la que pertenece descubrió que había algo en su voz que representaba al conjunto. No ha pasado mucho tiempo desde entonces, apenas un par de años, pero parece que este personaje musical, alter ego de Paula Ribó, lleva con nosotros toda una vida. Ya ha colgado un cartel de “no hay entradas” en el WiZink Center de Madrid. 10.000 personas disfrutaron del primer disco de Rigoberta Bandini, La emperatriz, en directo. Era el concierto inicial de su esperada primera gira.
Estará dos meses rodando y después se detendrá. Solo será una temporada, a pesar de los iniciales rumores (o exageraciones) que hablaban de una temprana retirada de la música. No es temprana, es temporal. Quizá tenga que asumir el éxito, quizá solo quiera descansar, o tal vez ya quiera preparar algo nuevo. Al fin y al cabo, aunque su primer álbum de estudio vio la luz el 29 de septiembre de 2022, muchas de esas canciones llevan con nosotros lo ya dicho: mucho tiempo.
Al menos se siente así porque en esas canciones esa generación se ha encontrado a sí misma. Rigoberta Bandini ha calado en el público porque ha hecho lo que en otras ocasiones se ha comentado de otras letristas talentosas, como Taylor Swift. Nos ha contado su vida, a su manera, desde su lugar en el mundo, pero ha conseguido dar un carácter universal a esa vida, esas formas y ese lugar en el mundo. Con su primer álbum entre nosotros, ya se puede intentar entender el fenómeno al completo. De todo esto habla Rigoberta Bandini en La emperatriz, su primer disco.
Ser hija, madre y compañera
El gran éxito de Rigoberta Bandini llegó con Ay mamá. Se dice que es su gran éxito porque la colocó no solo en las plataformas o en las redes sociales, sino también en las radios, en los coches y en las verbenas españolas. Esta canción, la que escogió para intentar representar a España en la última edición de Eurovisión, es ya un himno. Para las madres, que ojalá enseñen sus pechos con orgullo, y para las hijas.
No hay en Ay mamá sentimentalismos sino realidades, como el caldo en la nevera, en las que nos reconocemos y que emocionan por ese reconocimiento. Rigoberta lo deja claro en su propio perfil de Instagram: “me gusta que la música haga llorar y bailar a la vez”. Ay mamá se grita y se llora, porque es un cántico a las madres, a las mujeres, a las tetas. Y un grito, precisamente, a plataformas como Instagram, que sigue censurándolas, porque les debe dar mucho miedo.
Así que Rigoberta le canta a las madres en su primer disco. Se incide en esto con Canciones de amor a ti, que escuchamos por primera vez cuando La emperatriz despegó. Es una de sus canciones más pegadizas, es sencilla y personal. Habla también de ser madre, pero desde la perspectiva de quien mira a su hijo. Tiene una de las frases más potentes de todo el álbum: «es como estar vivo, pero con 2000 tentáculos más». No es habitual que un perfil como el de Bandini (o como el perfil que se le ha querido endosar) le cante canciones de amor a un hijo, porque suelen estar más cerca del “no sé hacer ni un huevo frito” que canta hacia el final. Por eso es también muy significativo que uno de los temas centrales de La emperatriz sea la familia. Una familia que a pesar de estar perdida en ciertos aspectos (lo del huevo frito), porque no deja de formar parte de esa generación perdida, es estable, segura y serena. Eso transmite.
Lo mismo sucede con Que vivir sea un jardín, también dedicada a su hijo, o con Tú y yo. Esta última habla del amor de pareja, de recuerdos, de rutinas personales cómodas y seguras. No hay conflictos ni dolores románticos en La emperatriz, solo amor asentado. “Ya solo me apetece que el mundo entero sepa que el amor cuando cala no muere, más bien crece”, canta hacia el final en Tú y yo.
In Spain We Call It generación perdida
In Spain We Call It sonó durante una temporada como si esa generación de millenials hubiera encontrado por fin una canción para expresar el vacío existencial y la sensación de pérdida que la caracteriza. Es la voz de una generación que no sabe qué hace ni hacia dónde va, pero sigue adelante aferrándose al otro para llorar y compartir memes. Una generación que se siente mal pero se ríe, que llora pero baila. Que piensa mucho pero se expresa desde la armadura que es el humor.
Desde el nada importa, aunque importe todo. Los corazones de esta generación son como bombas y Rigoberta ha sabido conectar con la gente a través de emociones claras (soledad, amargura), expresiones actuales en las que reconocerse («que te quiero pero, ay, que me muero») y mucha cultura popular (se marca un Mónica Naranjo). Es ya otro himno, este para decirle al mundo hi, somos un poco esto.
Perra parece estar compuesta en un día en que Rigoberta se sentía agotada. Uno de esos días en los que estar dentro de quienes somos agota y solo quieres marcharte, ser el perro de un perro, que te saquen a pasear, te cuiden y no tengas que preocuparte de nada más. Es el agotamiento mental hecho canción (bailable, porque se llora pero se baila), pero es también una reivindicación. “Porque si yo fuera una perra, todos estos miedos se disiparían y viviría en armonía y libertad, creo que toda mi existencia sería mucho más amable y liberal”. Porque no tendría esos problemas de ansiedad, de pensar mucho, las bajonas de los domingos por la tarde. El caos mental.
Hay mucho caos mental en esta generación de mujeres preocupadas por asuntos como salir a pasear solas y que nos violen. La libertad, que es otro tema recurrente en sus canciones, también está presente en Perra. Rigoberta quiere llevar una vida más simple, porque ser mujeres en estos tiempos es complicado, pero no quiere llevar puesto el bozal. Quiere ser independiente y vivir sin miedo. Este es otro grito de guerra regalado en el que toma, además, un insulto recurrente contra las mujeres para darle una segunda vida. Ahora queremos ser perras, nos hacemos cargo de ello, ojalá serlo.
Validación y baile en el primer disco de Rigoberta
A todos mis amantes recorre caminos similares de pérdida y confusión, pero también hay algo de validación en esta canción. “Te quiero mucho, pero no sé qué hago aquí”, canta, pero desde la perspectiva de quien se ve en el tiempo y puede explicarse un poco. Es una canción dedicada a todos sus ex-lovers a los que no pudo amar porque pudo más el ego (otro tema recurrente) y esa libertad ya mencionada, el ser la perra sin collar. Aunque el mensaje principal puede ser «siento haber hecho esto», la sensación que termina quedando es el de aceptación. Era así, fue así, lo siento, y ahora está bien (porque siempre estuvo bien).
Así bailaba es la única colaboración de La emperatriz. En esta canción, Rigoberta da la vuelta junto a Amaia a una canción popular española para acercarla al siglo XXI. Ya no hay obligaciones para las niñas, ahora ya no es una criada del hogar. Ahora sí tiene tiempo para bailar y además baila twerk. Se rompen las cadenas de generaciones pasadas, pero no deja de estar atadas a las nuevas. De nuevo hay pérdida, incomprensión, no saber si esta vida es drama o comedia. Pero también hay espacio para el optimismo (todo es tan relativo, si te hablo de él ya ni te acuerdas), porque ante todo Así bailaba es una canción optimista (¡joder, qué alegría!).
El existencialismo y juventud de Rigoberta Bandini
Una de las canciones más existencialistas de La emperatriz es Que Cristo baje. Lanza un mensaje semejante al que tanto caló en Fleabag (además de lo de Cristo): que necesita que alguien le diga cómo vivir su vida. También parece estar compuesta en un momento de agobio, en uno de esos momentos en los que sientes que la vida te controla y no al revés.
En esta línea se encuentra también Too many drugs, un tema en el que Rigoberta desplegó todo su talento como letrista. En esta canción vuelve a poner sobre la mesa su ego, porque afecta a su vida. Somos una generación tremendamente egocéntrica, así que con más o menos vergüenza hay también reconocimiento aquí. Hay dudas, cansancio y al final ese mensaje que muchas veces queda cuando el agobio se va porque la crisis existencial semanal ha concluido: todo está bien porque es que siempre estuvo bien, y estará bien.
Too many drugs tiene una de las mejores estrofas de todo el disco: “y es que yo siempre intentando entender cosas que tienen que ver con el ser, y es que yo siempre intentando soñar y al final todo reside en mirar, que dentro yo tengo un palacio real, lleno de cuartos donde patinar”. Rigoberta Bandini habla sobre la importancia de conocerse y querer convivir con uno mismo.
Julio Iglesias, por último, es un canto a la juventud. Una canción nostálgica sobre la adolescencia, los amigos y la vida. Y una súplica a esa niña que ya no está, porque creció, para que cuide desde su inocencia y su mirada a la mujer en la que se ha convertido. La dulzura de la voz y la melodía transporta a veranos pasados de pelos trenzados y viajes en coche. Tiene otra de sus mejores frases: Paula Ribó sufría y ahora eso es poesía. El sufrimiento anterior no se olvida, pero se transforma. Julio Iglesias es también la canción que más referencias culturales contiene en un álbum repleto de ellas. Esto es, claro, otra manera de conectar con esta generación.
Referencias, querida
Rigoberta Bandini ha conectado también con el público a base de referencias que, como las emociones expuestas, comparten las generaciones a las que canta. Julio Iglesias es una oda a su juventud y la de quienes crecieron esos mismos años: los Ducados, el Seat Córdoba, el aceite y sal de los desayunos y las meriendas. Desde Mónica Naranjo hasta el deseo de que los pechos de las madres lideren al pueblo al puro estilo Delacroix.
También el nacer mujeres en el tiempo de Despentes, escritora francesa que ha contribuido a conversaciones sobre feminismo que todavía siguen desarrollándose. Rigoberta se ha unido a ellas cantando desde su lugar en el mundo, en el que pasan todas estas cosas. También nos pasan a los demás millennials agobiados con hacer huevos fritos, solo que ella sabe cómo convertirlas en canciones. Canciones bailables, además. Así lo hace la Emperatriz.