La creación de Jemaine Clement echó a andar en 2019 y desde entonces ha cumplido cada año. Remesas de 10 episodios que ofrecen la posibilidad de ver a tres vampiros clásicos y uno clásico haciendo el imbécil bajo el cuidado de un maltratado familiar. Tras cuatro entregas, el temor a un bajón de nivel es una amenaza constante. Sin embargo, tras dos episodios, las primeras impresiones de la quinta temporada de Lo que hacemos en las sombras son muy positivas.

Un reinicio en falso que furula
La tendencia en la tercera y cuarta temporada fue a fragmentar el grupo. De hecho, en la anterior, los personajes tuvieron caminos muy distintos. El final de la misma planteaba un reinicio suave con el factor Guillermo (Harvey Guillén) como motor narrativo en el futuro.
Con el estreno de la quinta temporada esto se confirma pero sin dejar espacio a la herrumbre en la escritura. El asunto de Gizmo se presenta como un misterio tanto para la audiencia como para el investigador y caballero Lazslo (Matt Berry). Sin renunciar a la verosimilitud interna de la ficción, la transformación en vampiro del familiar se torea con elegancia para dar un par de episodios que recuerdan a los inicios de la serie.
Más adelante, llevará a un conflicto seguro con Nandor (Kayvan Novak), que sigue siendo un estupendo déspota con intentonas de educación. Cabe reseñar que la Guía (Kristen Schaal) se ha unido definitivamente al grupo y forma parte de los títulos de crédito. Su papel, se anticipa, es simplemente integrarse y lograr ser amiga de Nadja (Natasia Demetriou).
Gags que son oro puro en solo dos episodios
El alcoholismo de Nadja se torna en su contra cuando se sienta encima del muñeco en el que habita su fantasma. Ya ha habido varias referencias sutiles a Los Soprano a lo largo de la serie, y esta recuerda a esa ocasión en que Chris Moltisanti tuvo un problema parecido. Sea como fuere, el destrozo supone que ahora tenga el cuerpo de un juguete basado en James Brown. El gag que protagoniza, aunque concreto, muestra que la fuerza del humor de Lo que hacemos en las sombras está lejos de flojear.
En la misma escena precréditos del primer episodio, se puede ver a Lazslo soltando una línea magnífica: «If anyone can get to the bottom of it, it’s me. Why? Because I’m the king of bottoms!«(La traducción pierde, así que se omite). La cena de cumpleaños de Gizmo, las peticiones de Nadja pasa su fantasma o la comprobación de qué pasa cuando se transforma por segunda vez a un vampiro son también estupendas. En ese sentido, Lo que hacemos en las sombras se aprovecha de la flexibilidad del formato en falso documental. También se beneficia de la tendencia actual de las series a tener pocos capítulos. Esto permite alargar la frescura en el tiempo.
El retorno al descubrimiento y al vampirismo energético
Quizá hubiera alguien que no echara de menos ver los ojos de Colin Robinson (Mark Proksch) iluminarse. Su bufido de alimentación. El retorno de su versión clásica permite recrearse en ello una vez más. El trabajo de camarero resulta ideal para el personaje y explota nuevas maneras de sacar de quicio.
Respecto al grupo de vampiros principal, se puede ver un retorno a mostrarles descubriendo elementos habituales de la vida humana. Así, su primera vez en un centro comercial resulta muy satisfactoria. Nandor y Lazslo tienen una mezcla de noche de vinos de chicos con comedia universitaria gamberra que funciona tan bien como el paseo por un barrio griego de Nadja. Resulta que la vampira no sabía que existía. Menos mal que está ahí la Guía.
En definitiva, el arranque de la quinta temporada de Lo que hacemos en las sombras brilla. Da las novedades justitas y explota sus aciertos tradicionales para sentar las bases de lo que está por venir en posteriores episodios.