Había ganas de volver a ver las aventuras de Geralt de Rivia. El primer volumen de The Witcher temporada 3 llega con mucha polémica. Henry Cavill, el protagonista, quedó fuera de la producción y se han visto cruces de acusaciones bastante feas. Esta nueva entrega se presenta como la más fiel al material original y quiere ser más seria, más oscura, que las anteriores. Las primeras impresiones, tras un par de capítulos, muestran una producción que quiere evolucionar y que sigue teniendo dudas a pesar de mejorar.
Yeneffer la madre adoptiva
El trío que da alma a The Witcher es Geralt, Yennefer (Anya Chalotra) y Ciri (Freya Allan). Cuando ellos están presentes, el todo mejora. Por ello, fastidia un poco tenerles juntos para que se tengan que separar ipso facto. Sea como fuere, si en la anterior temporada era el Lobo blanco quien intimó con la portadora de la sangre antigua, ahora le toca a la hechicera.
No se percibe la complicidad total que se veía entre Allan y Cavill, pero la que tiene con Chalotra es suficiente. Su personaje se presenta como una figura de autoridad inmediata. Asimismo, tiene en la niña una posibilidad de recuperar a su amor. Las dinámicas que se van viendo son satisfactorias. El entrenamiento de Ciri, siempre con su padre el emperador nilfgaardiano como amenaza, está comprando papeletas para ser de lo mejor de la temporada 3.
Jaskier (Joey Batey) por su parte sufre un cambio de tono absoluto en los primeros episodios. De confirmarse en siguientes, no sería una noticia demasiado positiva. La primera temporada de The Witcher fue un desastre técnico y narrativo, tanto que resultaba divertida de lo mala que era. A esa sensación se unió el bardo y ahora se la han quitado. No es gracioso, no es ligero y ello no le sienta bien.
Un guion que se enreda y viajes instantáneos
Además de peleas de primera, humor fantástico básico y tener personajes que se basan en hacerse los chulos, una de las señas de identidad del The Witcher de Netflix es contar con guiones que se lían ellos solos. El caos no solo es el equivalente a la magia, sino lo que marca la narrativa de la serie. Esto sigue estando presente, aunque parece que en menor medida que otras ocasiones.
Las tramas de Francesca (Mecia Simson) y los elfos no sorprenden, en especial a quien sea fan de la fantasía. En ese sentido, tampoco se le puede pedir innovaciones a una serie basada en una saga de los noventa. En Redania hay más jugo con las interacciones entre la hechicera Philippa (Cassie Clare) y el maestro de espías Dijkstra (Graham McTavish). Del mismo reino surge un nuevo añadido de interés, el príncipe Radovid (Hugh Skinner). El chaval se hace el tonto pero saber manejarse en los entresijos palaciegos. Además, el guion le sitúa como un interés romántico de Jaskier.
El hechicero asesino Rience (Chris Fulton), con sus llamas, vuelve a la carga y permite disfrutar de la acción tanto como un monstruo que recuerda a la forma final de los deadites de Evil dead rise. El problema es que quedan más secundarios que mencionar, como los de Aretuza. Son muchos y el tiempo limitado.
Mejora que va siempre un paso por detrás de la grandeza
Los pecados que lleva elevar la trama ya se anticipan en las primeras impresiones de esta tercera temporada de The Witcher. Cuando la metatrama de una serie con elementos procedimentales cobra peso, sube el drama. A cambio, se abandonan los elementos ligeros que, muchas veces, sostenían esa ficción. Ya no hay minutos para detenerse en largas escenas de transición, con los protas y los secundarios caminando tranquilamente.
Estos primeros episodios se nota que ya que es un primer volumen. Que, pase lo que pase, se están plantando las piezas para el que llegará en julio y cerrará la tercera temporada. Nuestras primeras impresiones nos dicen que, aunque imperfecta, The Witcher cumple.