Primeras impresiones de ‘Yo nunca’ temporada 4, como si no hubiera pasado el tiempo

Tras el visionado de los dos primeros capítulos de la temporada 4 de 'Yo nunca', estas son nuestras primeras impresiones.
Fotograma de Yo nunca

Una de las más gratas sorpresas que nos ha dado Netflix nos dice adiós con su cuarta temporada. Yo nunca, esa especie de diario de la divertida Devi Vishwakumar, narrado por el tenista John McEnroe, llega a su fin habiéndose convertido en una imprescindible para adolescentes y adultos. Una serie tierna, con un trasfondo profundo, que se ha atrevido a tocar, de manera realista, temas tan complejos como el duelo, la identidad propia y el acoso escolar. El arranque de esta última entrega ya nos causa una primera impresión conocida: sigue manteniendo intacta su esencia.

Año nuevo, ¿misma Devi?

Ha llegado el esperado último año de instituto para Devi. Lejos queda el duelo silencioso que vivió tras la muerte de su padre, su enamoramiento casi obsesivo de Paxton y ¿sus monumentales meteduras de pata? La evolución de la protagonista es más que evidente, pero, como bien hemos aprendido temporada tras temporada, la antigua Devi siempre aparece. Y en esta cuarta entrega no tarda en hacerlo. Su temperamento y su increíble capacidad de, hablando coloquialmente, “liarla parda” siguen presentes en este adiós, como no podía ser de otra manera.

Lo que sí ha madurado, y vaya si lo ha hecho, es la propia serie. Manteniendo esa esencia que señalábamos anteriormente, Yo nunca ya no necesita justificarse. Los espectadores conocemos su tono, su forma de narrar y la intención que hay detrás de ella, y nos gusta. A estas alturas, ya nadie busca etiquetas para definirla, ni comprender si se trata de una serie adolescente, una serie para adolescentes, una comedia… Es como es, y esa originalidad, que continúa intacta después de cuatro temporadas, es la que ha logrado diferenciarla en un mar de producciones en el que cada vez es más difícil destacar.

Como en casa

Los primeros episodios de esta nueva temporada se sienten como un regreso a casa. El visionado es tan cómodo, divertido y dulce como siempre. El humor (a veces algo negro, pero siempre con el toque amable que caracteriza a la serie) no tarda en hacer acto de presencia, como también ocurre con la sensación de que en Devi estamos todos. Cada uno con sus particularidades, con sus propias historias y traumas y con su forma de enfrentarse a ellos. Pero, en definitiva, estamos. Para este adiós, Yo nunca podría haber caído en el error de querer ser algo que no es, pero ha sabido no hacerlo y quedarse en ese lugar al que da gusto volver.

En un espacio muy corto de tiempo (recordemos que sus episodios duran en torno a media hora), lo mejor de la serie está presente: el enfoque realista de la vida de una adolescente, lo absurdo de esta, las referencias pop que reconocen jóvenes y adultos, las lecciones de vida camufladas con humor y, por supuesto, los maravillosos triángulos, cuadriláteros y demás polígonos amorosos. Todo, absolutamente todo lo que ha gustado de la serie en sus temporadas anteriores, está en esta. Y eso, quizá, hace que sea más difícil despedirse de ella.

Yo nunca
Fotograma de Yo nunca.

Las primeras impresiones que se esperaban

Lo cierto es que, aunque cerrar una historia que ha funcionado para un público muy amplio es un reto complejo, nadie esperaba que Yo nunca pinchara ahora. Y, a juzgar por sus primeros episodios, eso no va a ocurrir. La ambición no les ha jugado una mala pasada, al contrario. Sus creadores han sabido ver los puntos fuertes de la serie, los cuales han ido estudiando entrega tras entrega, y reunirlos en el arranque de esta cuarta. Algo que podría haber resultado impostado e incluso excesivo, pero que sin embargo es natural, fácil, agradable y muy divertido. Tanto como para que, detrás de una pantalla y quizá mucho tiempo después, te apetezca revivir esos años de adolescencia en los que, como le ocurre a Devi, querías muchas cosas y ninguna a la vez, no sabías muy bien cómo enfrentarte a los conflictos sin meter la pata y, sobre todo, te creías invencible.

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