Tres razones por las que Pinocho de Guillermo del Toro es especial

La película del mexicano destila belleza y ternura en todos los sentidos.
Pinocho de Guillermo del Toro

Aunque no siempre parece estar claro a lo que está Netflix, en ocasiones da en el clavo. Es lo que sucedió con Pinocho de Guillermo del Toro. Una película que ha logrado tanto buenas críticas como galardones, por ejemplo cinco premios Annie. A pesar de ser una adaptación de la que ya existían precedentes exitosos, consigue separarse lo suficiente del clásico de Disney y la obra original de Carlo Collodi. Así, su personalidad propia hace que haya varios motivos para considerarla una versión especial, que resumimos en los siguientes tres.

Logra crear personajes propios pero reconocibles

Aunque se trata de un proyecto muy personal del creador mexicano, el guion de este Pinocho contó también con las manos de Patrick McHale, Matthew Robbins y Gris Grimly. Desde sus diferentes perspectivas profesionales lograron generar un elenco de personajes a la altura de la obra que afrontaban. Aunque todo comenzó con las similitudes que veía Del Toro entre el muñeco de madera y el monstruo de Frankenstein.

De esta manera, el Pinocho (Gregory Mann) de Guillermo del Toro presenta un aspecto inacabado. Nunca parecerá un ser humano de verdad y, como la criatura de Shelley, es expulsada a un mundo que no entiende. Esta búsqueda de la humanidad es el hilo conductor. La marioneta del mexicano es un ente libre, descarado y vital. No se busca en él la obediencia, sino la realización. Además es inmortal, cualidad que poesía en grillo en el original de Collodi.

Geppetto (David Bradley) es un viejo amargado que ya ha sido padre. Sin embargo, una bomba acabó con su hijo Carlo. Deberá aceptar que el destino le ha dado uno nuevo, no resucitado lo perdido. Sebastián (Ewan McGregor) es una versión del grillo arrogante y peculiar, preocupada por su carrera. Tampoco hay una, sino dos hadas (Tilda Swinton). Hermanas que representan respectivamente a la vida y la muerte.

Villanos humanizados

El estelar elenco de voces en inglés, también muy notable en la versión castellana, se extiende a unos villanos que logran también ver su identidad renovada. Así ocurre con el Conde Vulpe (Christoph Waltz), que es una mezcla de el Zorro, el maestro de ceremonias del circo y el titiritero Mangiafuoco originales. Se trata de un otrora noble metido al mundo del espectáculo circense. Le acompaña Spazzatura (Cate Blanchett), un mono tuerto que hace las veces del Gato.

Aunque se ahondará en otro punto en el contexto fascista de Pinocho de Guillermo del Toro, sin él no se puede entender a Podestá (Ron Perlman). Este villano es el líder local de la dictadura de Mussolini, equivalente al cochero original. A su vez, su hijo ocupa el rol de Polilla (Finn Wolfhard).

Tanto Spazzatura como Polilla tienen un arco de redención que enriquece sus posiciones iniciales como antagonistas menores. El todo es un alarde de originalidad bien llevada que hasta incluye un cameo del mismísimo Mussolini.

Tiene una animación alucinante

Del Toro unió fuerzas en la dirección con Mark Gustafson. Ducho en las técnicas de stop motion, es notable su labor al respecto en Fantástico Sr. Fox. Así, la dupla ha logrado sacar a flote un proyecto que comenzó más de diez años antes de su estreno. Diversos parones no impidieron que la visión del mexicano y sus colaboradores viera la luz.

Como se puede ver en la pieza documental que acompaña a la película en Netflix, Pinocho de Guillermo del Toro: Cine tallado a mano, el mimo con el que se trató la animación es excelso. Diversos talleres y estudios de México y Estados Unidos trabajaron en las marionetas. Productos artesanales únicos con maquinaria que permitía su riqueza facial.

La capacidad de modelar los muñecos se unió a un estilo de animación y postproducción que buscaba la fluidez de la acción real. Del Toro y compañía dieron con la tecla. El resultado de esta unión de tiempo, técnica y cariño es una riqueza expresiva notable. Además, cumple con la premisa del director de alejarse de la versión animada de Disney, a la que por otro lado adora.

Rebosa ternura con un nuevo contexto

El toque gótico, que no de terror, de este Pinocho bebe de la mencionada relación que posee con Frankenstein. Sin embargo, los horrores que hay de fondo en la película vienen más bien del contexto histórico en que se enmarca. Este no es otro que el periodo fascista italiano, concretamente el de entreguerras.

La vitalidad de Pinocho se exacerba ante una sociedad que vive en el miedo. Más autómatas que la marioneta protagonista, sobreviven sin más en el mejor de los casos. Sin embargo, si alguien sabe cómo meter tramas infantiles en entornos fascistas ese es Guillermo del Toro. Baste de ejemplo El espinazo del diablo. En esta ocasión la gran virtud del muñeco de madera viviente es que es inmortal. Una baza que Podestá ve muy jugosa para el régimen al que ha dado su lealtad. De esta manera, no hay isla de los juguetes sino un peculiar campamento de las juventudes de los camisas negras.

Sea como fuera, el gris tono de fondo no evita que la ternura sobresalga en las escenas. Con segmentos musicales incluidos, la búsqueda de la humanidad del Pinocho de Guillermo del Toro deja la mar de momentos emotivos. La paternidad de Geppetto, las responsabilidades de Sebastián J. Grillo, el arco de Spazzatura… Todo lleva a un final muy distinto a lo que se podría esperar, de un gran vitalismo tan agridulce como lo es la propia vida, siempre limitada por el tiempo.

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Redacción Fan Service
27/09/2023
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