Los jóvenes pasan a ser adultos y la nostalgia se renueva con ellos. Esto ha pasado a los millennial, una generación que, en España al menos, ha crecido en uno de los mejores mundos posibles. Al tiempo, su futuro pinta más bien gris. De esto último han dejado constancia multitud de series, películas y libros. Volviendo a ver la primera temporada de Malcolm (Malcolm in the middle), está claro que algunas lo pillaron antes que otras.
Pesimismo disfuncional
Da igual en qué canal, los nacidos e España entre finales de los ochenta y principios de los noventa tenían en las series una forma de entretenimiento continua. Entre ellas se colaban sitcoms de todos los colores. Desde Seinfeld o Frasier, pasando por Matrimonio con hijos y Malcolm & Eddie, muchas de ellas eran adultas. Ocupaban franjas de final de tarde o noche. Pero los sábados, o el verano, estaban dedicados al territorio de infantil a adolescente.
Las sitcom familiares tenían en El príncipe de Bel-Air o Cosas de casa su punta de lanza. Pero, a principios del nuevo milenio apareció una opción bastante más novedosa. Estaba dirigida principalmente a quien tenía la edad de Malcolm o sus hermanos. Sin embargo, su humor abarcaba una franja más amplia. Además, la globalización hacía efecto y era fácil ver un reflejo propio en la disfuncionalidad exagerada de la serie.
La caricatura conjuga bien con el público español, ya que se trata de una práctica a la que se está acostumbrado desde la cuna. En todo caso, en el revisionado se observa con claridad la precariedad sobrellevada que tantas familias vivían (y viven). También una mentalidad a medio camino entre la apertura y los prejuicios a lo diferente que imperaba antes. Pero, especialmente, se capta ese pesimismo respecto al futuro que caracteriza a los millennial. Aunque episodio tras episodio todo se arregle, la mediocridad impera. Sobre todo, esa medianía vital se abraza aunque se seas sobresaliente, como lo es Malcolm.
Como siempre, los personajes
En su primera temporada, Malcolm in the middle presenta una batería de personajes que acabaría sosteniendo a la serie en toda su andadura. Un conjunto de enorme carisma que representa a la perfección la decadencia de occidente. Al frente estaba Malcolm (Frankie Muniz), un niño superdotado de 11 años. Su hermano pequeño Dewey (Erik Per Sullivan) tiene siete, sensible y rarito, mientras que su hermano Reese (Justin Berfield) cuenta 13 primaveras de simpleza agresiva. El mayor de todos es Francis, de 16 años, que es el que inició el ciclo de destrucción que les une y está en una academia militar para que le apañen.
Sus padres son Lois (Jane Kaczmarek) y Hal (Bryan Cranston). Ella es el arquetipo de madre sobreprotectora, obsesiva y tiránica. Él, el del padre pasota que va entre compinche de sus vástagos y aliado de su pareja. También está el amigo paralítico y asmático de Malcolm, Stevie (Craig Lamar Traylor), o el compañero de trabajo de Lois, Craig (David Anthony Higgins).
Al volver a ver la primera temporada de Malcolm pasa como con Aquí no hay quien viva. Si Belén pasa de ser un personaje cómico más a un reflejo de la precariedad propia, con los adultos pasa parecido. El revisionado lleva a ser más cómplices de la dupla Lois/Hal que de los chavales. El millennial está ya en la edad de saber lo que es llegar siempre justo a final de mes. En ser consciente de que el futuro ya va estando atado. Pero, sobre todo, porque se puede observar lo inaguantable que se podía llegar a ser de joven.
Una sitcom a la que le gustó variar
La mencionada experiencia televisiva del público que vio Malcolm en su momento hace que sobresalgan ciertas características al volver a ver su primera temporada. De esta forma, pasa de ser un buen recuerdo a un ejemplo de serie excepcional. Influyente en el mejor sentido de la palabra.
Por ejemplo, ahí están los cold openings no relacionados con la trama principal. Una estratagema de la comedia de situación que se ha extendido pero que en Malcolm era novedosa. Las referencias musicales son también notables. Hacían de temas desde Queen a Abba, pasando por pop y punk alternativo, es sobresaliente y ayudaba a entrar en la serie. El mejor ejemplo de esto son los créditos iniciales, donde suena Boss of me de They Might Be Giants, que acaba proféticamente con la frase «life is unfair«.
El estilo de cámara de Malcolm es muy propio, dando la prioridad al dinamismo sobre el resto. Para ello eliminó las restricciones que generaban grabar ante público o las risas enlatadas. Era una sitcom, pero su estilo era la del cine o series de gran formato. Algo que también es ya habitual, pero que hizo que se diferenciara y que haya envejecido como un buen vino. Otro elemento clave es la forma en que Frankie Muniz rompía la cuarta pared para confesarse ante el espectador o servir como narrador.
Así, incluso en su primera temporada se ve cómo Malcolm ayudó a la comedia televisiva a evolucionar. Todo el mundo odia a Chris, por ejemplo, la toma como referencia total, sea esta voluntaria o no. The office (y sus herederas como Colegio Abbott) es otra gran serie en la que se ven influencias de esta, como en la agilidad de cámara o el juego de cuarta pared. Su fama también la han llevado a ser homenajeada en Padre de familia o Wandavision, que imita directamente su estilo.
Malcolm, una primera temporada que ha envejecido muy bien
No se sabe si el creador de la serie, el canadiense Linwood Boomer, sabía que iba a hacer historia con ella. Pero lo hizo. Más de veinte años después, la primera temporada de Malcolm sigue siendo una gozada. Verla invita a seguir. Como se ha dicho, permite cambiar papeles, ver el reflejo propio en personajes distintos a aquellos que más llamaban cuando se estaba entre primaria y secundaria. Seguramente, es el mejor halago que se pueda llevar una sitcom veterana.