Diciembre de de 1935. Ramón Sijé, natural de Orihuela, sufre una septicemia. Muere en Nochebuena. 5 de junio de 1975. Syd Barrett se pasa por los estudios Abbey Road para ver a sus excompañeros de banda. Muestra un gran deterioro mental y físico. Nunca más se ven. Muere en 2006. Estos amigos perdidos de Pink Floyd y Miguel Hernández desaparecieron de distinta manera. Sin embargo, aquellos que los amaban reaccionaron de una forma bastante similar, dando lugar a piezas como Shine on you crazy diamond y Elegía. Porque el arte siempre ha bebido de la ausencia, venga esta de donde venga.
Cuando un amigo se va
Podría parecer que Sijé y Barrett no pudieron dejar tras de sí un vacío similar. Al fin y al cabo, el primero de ellos lo hizo al morir. El músico inglés, sin embargo, vivió décadas. Es fácil pensar que los miembros de Pink Floyd podrían haberle buscado. Pero la realidad era que Syd, la persona que fue, había muerto tanto como Ramón. La familia del británico incluso pidió que los componentes no le vieran, ya que cualquier referencia al grupo le causaba crisis depresivas.
En Pink Floyd: The Story Of Wish You Were Here, así como en muchas otras memorias, documentales y entrevistas, Waters, Gilmour, Mason Wright inciden en que aquel 5 de junio fue el último día de Barrett en sus vidas. El primero de ellos afirma que le vio fugazmente años después, pero sin llegar a poder ni hablarle, ya que huyó.
De esta forma, la fecha en que ambos amigos está fijada. Variables aparte, ambos fueron considerados maestros por los suyos. Sijé y Hernández compartieron lo mismo que los miembros de Pink Floyd y Barrett. Se admiraban, salían juntos, se preocupaban… Eran amigos.
Reaccionando a la pérdida con lírica
Aquí aparecen dos de las obras artísticas más recordadas de sus respectivos campos en el siglo pasado. Elegía es un poema que forma parte de El rayo que no cesa, publicado en el aciago 1936. El conjunto trata de un amor muy distinto al que le unió a Sijé, por lo que el segmento que le dedica resalta como un triste recordatorio de los azares de la vida. Por su parte, Shine on you crazy diamond es una suite, un conjunto de movimientos cortos muy distintos. Literalmente envuelve al resto de temas del disco con el que Pink Floyd alcanzó su cenit, Wish you were here. En este caso, el álbum de rock progresivo trata sobre la ausencia en distintos ámbitos.
La rapidez marcó la elaboración de la Elegía a Ramón Sijé. De hecho, se nota por su mencionada disparidad temática que es un lamento surgido de la inmediatez de la pérdida. De la desconsolada sensación que deja una pérdida irrecuperable, de la rabia que surge de un sino injusto.
Más tiempo de duelo tuvo Pink Floyd, a pesar de que este no fueran del todo conscientes. En 1968 ya tuvieron que dejarle fuera de la banda. Gilmour, con el que compartieron instituto Waters y Barrett, ya había sustituido a este último como guitarra. La idea era dejarle como un miembro de estudio, pero no fue posible.
Aunque sus excompañeros le ayudaron, en especial Gilmour, a grabar un par de álbumes, estaba claro que Syd se estaba yendo cada vez más. Nunca supieron si fue una enfermedad mental, si fueron las drogas o una combinación de ambas. El caso es que tenía ausencias en que se quedaba mirando a la nada, articulaba discursos sin sentido e incluso se ponía agresivo.
El tiempo pasó y cada vez la situación fue a peor. Finalmente llegó aquel día de 1975, en que además David Gilmour se casó. Estaban grabando la canción que le iban a dedicar, Shine on you crazy diamond, según cuenta Nick Mason en Pink Floyd: The Story Of Wish You Were Here. Barrett apareció calvo, obeso, fuera de la realidad. Varias personas, Waters y Gilmour incluidos, lloraron. No era la primera canción ni la última que dedicarían a su amigo perdido. Pero, sin duda, fue la que más se acercó a una elegía en vida.
Versos y compases para los amigos que ya no están
Tres notas, las que tanto se repiten en el inicio de la segunda, de las nueve, partes de Shine on you crazy diamond son las que inspiraron a Roger Waters a escribir el tema. Los segmentos hasta el cinco abren Wish you were here, mientras que el resto lo cierran. El letrista vio en esos tonos que tocó Gilmour de forma casi casual un reflejo de lo que sentía por Syd Barrett. Del dolor de ver no solo a un amigo, sino a su genialidad, en fracasada pérdida y sin posibilidad de remontar. La letra bebe de ello, busca ensalzar. Pero también clama. Es un grito casi desesperado inmerso en una cerebral amalgama musical, de guitarras y de sintetizadores.
La visita de Barrett, aquel último día, ejemplificó que era un clamor al vacío. El otrora artista la escuchó sin ver que era a él a quien hablaban. La pasó por alto. Ya no estaba. Igualmente vana eran las segundas personas usadas por Miguel Hernández en Elegía. Ambas son obras donde la voz literaria y la del autor son una, donde el yo de Hernández y un Waters que hace de portavoz se dirigen a los sordos tú de Syd y Ramón.
La naturaleza contra la rabia de Hernández
Los versos de Hernández son mucho más descarnados que los de Waters. Directos, se lanzan en tercetos encadenados hasta un desenlace, del que se hablará más adelante, que rompe con todo. No hace de la muerte solo algo figurado, sino que apela directamente a la descomposición del cuerpo de Sijé. Así, una de las gestas del poeta es hacer sensible uno de los procesos más despersonalizados y despersonalizantes que hay. Una conciencia de la situación pragmática en la que se refleja la naturaleza de la que pasaron a formar parte los átomos que, ordenados de forma distinta, fueron su amigo.
Yo quiero ser llorando el hortelano
Dos primeras estrofas de Elegía
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano
Alimentando lluvias, caracolas
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
Lo anterior lo hace para arrancar y finalizar, siendo partícipe él mismo de ello. Buscando una forma de seguir unido a Sijé. Un sándwich estructural que como Shine on you crazy diamond rodea al resto del conjunto. En medio, el de Orihuela describe como solo saben hacer quienes tienen su talento el hiperbólico dolor que sintió: tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. También la ira que le produce la muerte de su amistad, la desesperación por volver a verle y lo súbito del fallecimiento.
No perdono a la muerte enamorada,
Octava y novena estrofas de Elegía
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
Las sinonimias del dolor
Aunque esta, a ratos, encarnizada lírica no está presente en Shine on you crazy diamond, Waters sí que comparte elementos con el poeta español. La precocidad de aquello que lleva a perder al amigo la refleja con sencillez: «You reached for the secret too soon, you cried for the Moon / Alcanzaste el secreto demasiado pronto, lloraste por la luna». Esa búsqueda psicotrópica de los misterios es la que, al menos contribuyó, a su ida sin vuelta. Una referencia, además, a Dark side of the moon.
También están ahí los versos sobre el disfrute de su compañía. Sobre lo bueno, sobre precisamente, lo que más echan y echarán de menos de Syd. Sobre su personalidad y sobre cómo vieron los miembros de la banda que esta se deshacía. En el documental ya mencionado antes, David Gilmour señala que la parte de la letra que mejor describe a Barrett es la siguiente: «Well, you wore out your welcome with random precision / Bueno, abusaste de la hospitalidad con aleatoria precisión». Las metáforas son variadas y cuadran a la perfección con un entramado musical en el que sobresalen los sintetizadores de Wright.
Al final de ambas obras se da la convergencia más obvia. La novena parte de Shine on you crazy diamond es, como la define Gilmour, una especie de marcha fúnebre. Poco antes se da, entre los versos finales de Waters, la declaración de que quieren volver a estar juntos, de que quedaba mucho que compartir: «Pile on many more layers, and I’ll be joining you there / Acumula muchas más capas, y allí me uniré a ti». Hernández, de nuevo, es más claro con su refinada poética. Quebrando la estructura anterior, salta a un cuarteto y sentencia lo mismo que Pink Floyd.
A las aladas almas de las rosas…
Estrofa final de Elegía
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Pero Pink Floyd decide que su alegato final a su amigo perdido sea musical. El ingeniero musical Brian Humphries, encargado de Wish you were here, atribuye el mérito del asunto a Richard Wright. Se trata de una referencia directa al tema más característico del Barrett que lideraba la banda, See Emily play. Una canción que suena sintetizada y a través de sintetizadores. Un paso previo al silencio dedicado enteramente a Syd.
Aunque hay canciones como la homónima al álbum que recuerdan a Barrett, en realidad la única que homenajea por completo al músico es Shine on you crazy diamond. Un diamante, algo precioso, que se ausentó sin querer de sus vidas. Como Ramón Sijé se fue, sin quererlo, de la de Miguel Hernández. Como tantos otros amigos han dejado solos en este mundo a sus contrapartes, como tantos otros los dejarán. Al menos hay artistas como lo protagonistas de este artículo que, por desgracia, han sabido cristalizar en sus lenguajes una de las sensaciones más atenazantes que puedan existir.