Lo normal es que la forma y el fondo tiendan a equilibrarse. Ser extraordinaria por una u otra es una apuesta arriesgada. De ahí que Spider-Man: Un nuevo universo fuese una sorpresa tan agradable. La lisérgica, llamativa y ecléctica estética del film logró convencer a fans del hombre araña y de la animación por igual. Spider-Man: Cruzando el multiverso (Spider-Man: Across the Spider-verse en su nombre original) logra no solo igualar, sino superar en lo formal a la primera película de la saga. Un trabajo que confirma y expande el proyecto liderado por Phil Lord, Amy Pascal y Chris Miller.
El Spider-verso, un multiverso bien llevado
Aunque tenga en sus protagonistas a diferentes versiones de uno de los superhéroes más populares de Marvel, esta saga del hombre araña pertenece a Sony. Asimismo, los productores han insistido bastantes veces en señalar que conforma una saga independiente, aunque puedan verse conexiones con los comics o las anteriores veces que el personaje se ha llevado al audiovisual. Con todo y ello, cae en el gran tópico del momento, tan arraigado en las viñetas: el multiverso.
El film logra superar a través de la animación las dificultades que una narrativa similar encontraría en la acción real. La verborrea visual propuesta por esta película logra convertir los saltos entre realidades en algo natural. Sam Raimi lo intentó en Doctor Strange en el multiverso de la locura recurriendo a técnicas similares. Tuvo éxito, pero Spider-Man: Across the Spider-verse logra ir más allá de lo que cualquier presupuesto en CGI haya logrado.
Al igual que en el título de Raimi, se usan distintas estéticas para mostrar los diferentes universos. En el caso de Spider-Man: Cruzando el multiverso, el truco es el mismo pero el resultado es mucho más llamativo. Lord, Miller y compañía quisieron que cada realidad pareciera dibujado o inspirado por un artista diferente y lo han logrado. Unido a un guion sencillo, queda un conjunto multiversal fácil de seguir y que se capta de forma intuitiva.

La libertad de la animación
El factor visual es en más de una ocasión la más elocuente forma de expresarse que posee Spider-Man: Cruzando el multiverso. En ese sentido destaca la tierra de Spider-Gwen. La muchacha vive en un entorno basado en el impresionismo pero cuya paleta cae más en el fauvismo o el expresionismo, al no ser siempre naturalista. Así, los estados de ánimo se marcan con tonalidades, como el azul para la depresión y la tristeza. Una decisión elegante y que destaca en pantalla.
Futurismo, estética punk o una sobresaturación estilo Bollywood son algunas de las otras alternativas visuales que presenta la película. En estos entornos se siguen manteniendo transiciones lisérgicas, estallidos de color en forma o fondos que enlazan con una banda sonora compuesta por Daniel Pemberton y que incluyen una miríada de temas urbanos seleccionados por Metro Boomin.
Pero si hay momentos en los que brilla la animación dirigida por Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman es en las escenas de acción. Los movimientos son agresivos, no dan descanso en las dos horas y poco que dura el film. Sin ataduras, los combates son una vorágine de color y alta energía cinética. El trabajo de cámara, aunque sea digital, aprovecha para explotar la capacidad de los personajes de moverse en un entorno 360. Sin límites, logra emular a las viñetas de una forma a ratos prodigiosa.
Una narrativa entre lo meta y lo convencional
Solo por el espectáculo visual que supone, Spider-Man: Cruzando el multiverso es un film brillante. El guion así se limita a cumplir. El hombre o mujer araña siempre ha sido un superhéroe adolescente y las cuestiones paterno y maternofiliales sus puntos de salida narrativos. Gwen y Miles Morales están atrapados en estas dinámicas. En ocasiones, el film se ralentiza en exceso, aunque también permitiendo un respiro entre tanta acción desenfrenada. El humor típico de la franquicia arácnida está ahí, con gags muy efectivos.
El otro puntal de la historia que cuenta Spider-Man: Across the Spider-verse tiene que ver con el concepto de canon. No dudan Lord, Miller y compañía en mostrar portadas de comics. Tampoco en tomar su jerga y sus conceptos esenciales. Lo canónico es lo reconocido como verdadero en la línea principal de las sagas. Alrededor pueden quedar especiales o realidades alternativas que no suelen ser más que eso.
En la película, un Spider-Man futurista se encarga de unir al resto de sus homólogos para evitar que las líneas temporales se modifiquen. Así, entra un concepto de destino similar al que se pudo ver en Loki y su agencia de control multiversal. Al igual que allí, la modificación del canon tiene consecuencias catastróficas. La decisión que deben tomar los personajes sobre si intervenir o no es un nuevo tópico, pero que permite a la narración seguir adelante tirando de códigos que controla la mayoría de la audiencia.
Una referencia de la animación con camino por delante
Las pantallas de cine siguen ahí para ver películas como Spider-Man: Cruzando el multiverso. Su guion es normalito, pero como se dijo al principio no es por ahí por donde quiere triunfar. Juega a ser un producto de alta estética, al igual que hiciera Sorrentino en La gran belleza o The young pope. Lo que es digno de loa no es que lo intente, sino que lo consiga dos veces distintas. Así, no es raro que el metraje se atreva a bromear con el arte en la escena en que Gwen se enfrenta a un Buitre renacentista en el Guggenheim de Nueva York.
En un entorno saturado como es el de las adaptaciones de superhéroes de comics, el film logra ser original. Con un final que apunta directamente a la última entrega de la trilogía, titulada Spider-Man: Beyond the Spider-verse, solo queda confiar en que el equipo liderado por Lord, Miller y Pascal den en el clavo una tercera vez. De momento, lo que han hecho ya les vale un hueco en la historia de la animación.