Hay películas que no están hechas para pasarlo bien, al menos en el sentido tradicional de la palabra. Porque obras como Tyrannosaur hacen que, una vez se alcanzan los créditos finales no haya aplausos sino miradas silenciosas al suelo, a quien se tenga al lado si se tiene esa suerte. Una violenta joya de Paddy Considine que supone un ejemplo de tremendismo moderno. Supuso su debut en la dirección de un largometraje, así como una pléyade de premios internacionales. Porque detrás del actor de Viserys I en La casa del dragón hay un maestro del drama.
«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo»
La familia Pascual Duarte, Camilo José Cela
Tremendismo a la inglesa
Como un Pascual Duarte en el norte de Inglaterra y una época actual, el Joseph de Peter Mullan es un ser brutal. No salvaje, pues su violencia no procede de lo natural, sino de un entorno deprimido y que deprime. Los escenarios, rodados en Leeds y Wakefield, muestran un paraje urbano y de decadencia industrial Un nido de desigualdad en el hay zonas ideales y marginales, al menos sobre el papel. Porque la miseria no va por barrios, sea esta moral o económica.
El paralelismo con el desgraciado extremeño creado por Camilo José Cela es total desde el principio. De hecho, las primeras escenas de la novela y la película coinciden. En ellas dos seres llenos de odio matan a un perro que les quiere. Uno de un escopetazo, el otro de una patada tras una borrachera. Pero es ese desdén mortal hacia la lealtad absoluta que representa el can, hacia su candidez, la que les une.
También la que les separa, pues Joseph, una vez superado el brote de ira, se arrepiente. Intenta salvar al animal. Esto se ve especialmente en el corto que daría origen a la película, con el que Considine logró un BAFTA. Se trata de Dog altogether, de 2007 y que narra los primeros minutos de Tyrannosaur (puede verse al final del artículo). La ternura con la que este gañán de ciudad toma la pata de su mascota denota que todavía le queda algo de humanidad en su interior. A Pascual Duarte, pese a que lo intentara, no.
La luz y la oscuridad de Colman
Si Joseph resulta torturado desde el primer fotograma, para descubrir la desgracia de la Hannah de Olivia Colman hay que esperar. Como curiosidad, la actriz coincidió con Considine en Hot Fuzz, pero en un rol cómico por parte de ambos como parte del cuerpo de policía de Sandform. Una mujer de mediana edad que atiende un negocio cristiano de segunda mano. El concepto de espacio es muy importante para el personaje, en un sentido que podría llegar a compararse con otra de las novelas tremendistas por excelencia: Nada de Carmen Laforet.
Sin el paralelismo obvio que componen Pascual Duarte y Joseph, Hannah está tan atrapada entre su casa y su diminuto espacio de trabajo como Andrea en el piso de la barcelonesa calle Aribau, vía en que también vivió Laforet. También es su familia quién la atosiga, pero esta no se compone de tíos crueles, sino de un marido que es una representación viva del mal.
Celoso y acomplejado. Así es el James de Eddie Marsan, con el que Considine compartió reparto en The World’s End, supone una losa en la vida de una Hannah a la que le falta el empuje y la ambición de Andrea para haber cambiado su destino antes. La inglesa solo quiere ser madre. Para Joseph es una afortunada, así como para la mayoría de quienes visitan la tienda en que trabaja. Sonriente y piadosa, parece que todo le va bien y la condescendencia del personaje de Mullan es obvia. Representa una reacción lógica entre clases. ¿Qué va a saber una señora de la zona bien de la ciudad de pasarlo mal en la vida?
Como se acaba descubriendo, mucho. James orina encima de Hannah, la viola y la maltrata tanto física como psicológicamente. Paddy Considine, que además de dirigir escribió el guion, sabe construir un escenario de decadencia total, de una violencia desnuda paralela a la pura estética, por ejemplo, de Blonde. En el tramo final, el personaje de Colman logra huir del hogar, pero no es capaz de volver a él, lo abomina, por razones que es mejor descubrir viendo el film.
Dead End Torremejía
Como se ha dicho, el espacio donde vive Joseph, donde se mueve, es tan decadente como aquellos que lo habitan. Tal ambiente lo describen a la perfección The Kinks en Dead End Street. Su vecino Samuel (Samuel Bottomley) es un chaval cuya madre (Sian Breckin) se centra en contentar a Bod (Paul Popplewell), un novio maltratador cuyo perro no para de fastidiar al niño. Más que la inocencia, el jovencito representa el potencial cortado. Curiosamente, también acabará deformado por la acción de un animal como el Mario, hermano de Pascual Duarte, de la obra de Cela.
Por momentos con delicadeza, Considine construye una relación muy blanca entre el Pascual Duarte inglés y Samuel. El primero ha caído en desgracia y se interesa en que esto no le ocurra al segundo. Porque Joseph, hasta el final del film, no cree que tenga solución. Por eso intenta alejar a Hannah, porque tiene miedo de involucrarse y ver que no es perfecta. De trasmitirle su mal como hizo con su mujer. Una muchacha buena, que engordó sobremanera por una diabetes y a la cual apodó Tyrannosaur en referencia a la escena de las vibraciones en el vaso de Jurassic Park. Sabe que está mal, pero es tarde para solucionarlo, pues lleva muerta cinco años cuando la película ocurre.
También son lamentables sus amigos. El mejor de ellos (Robin Butler) está muriendo por un cáncer y el otro (Ned Dennehy) es un personaje de esos que siguen deambulando entre bares en cualquier parte del mundo, sempiternamente borrachos y pidiendo una ronda más como favor.
Como en el mundo de La familia Pascual Duarte o de Nada, el entorno de Joseph no ofrece apenas salida. Hay que huir rápido o se pasa a ser parte de él, como si se tratara de una Santa Compaña en formato urbano. En el caso del film que dirige Paddy Considine y que ganó entre otros el BAFTA a mejor debut de un director británico en 2011, acaba habiendo una forma de escape para ambos protagonistas. Eso sí, esta no sea limpia ni pacifica.
Como en la canción de The Kinks antes mencionada, hay una cierta esperanza de fondo en Tyrannosaur que se acaba cumpliendo. El director lo logra sin dinamitar la sensación de miseria, sin sentimentalismo y, último paralelismo con La familia Pascual Duarte, usando el recurso epistolar. Porque cuando se toca el fondo del fondo, poco hace falta para que la situación mejore, ya sea en la Extremadura de finales del XIX/principios del XX o en la Inglaterra de comienzos de milenio.